Alfredo Relaño, periodista: “El oro de Fermín Cacho es nuestra mayor gesta olímpica”

En su nuevo libro ‘366 (y más) historias de los Juegos Olímpicos que deberías conocer’, el exdirector del diario As hace memoria de las historias más asombrosas de los Juegos

Alfredo Relaño posa con el libro "366 (y más) historias de los Juegos Olímpicos que deberías conocer", en una foto cedida.

Alfredo Relaño Estapé (Madrid, 73 años), periodista y director del diario As durante 23 años, ha hecho acopio de paciencia, memoria y valor para indagar en las historias más asombrosas no solo de las 32 ediciones de los Juegos en la era moderna, sino también en los de la antigüedad, mezcla en algunos casos de leyenda y superstición. El resultado es 366 (y más) historias de los Juegos Olímpicos que deberías conocer (Espasa) una colosal semblan...

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Alfredo Relaño Estapé (Madrid, 73 años), periodista y director del diario As durante 23 años, ha hecho acopio de paciencia, memoria y valor para indagar en las historias más asombrosas no solo de las 32 ediciones de los Juegos en la era moderna, sino también en los de la antigüedad, mezcla en algunos casos de leyenda y superstición. El resultado es 366 (y más) historias de los Juegos Olímpicos que deberías conocer (Espasa) una colosal semblanza de 895 páginas sobre lo que el autor define como “una gran epopeya de la humanidad”.

Pregunta. Todo nace en Olimpia, en lo que usted mismo califica como “el nebuloso espacio de la leyenda”.

Respuesta. Hay un preorigen de leyenda, en el que entra Hércules, del que no hay constancia escrita pero que se da por hecho. Luego llega la peregrinación del rey Élide al oráculo de Delfos y ahí se inicia todo. Y eso está muy bien documentado.

P. Afirma usted que Nerón fue un portento: ganó seis medallas.

R. (Ríe). Sí, inventó pruebas artísticas que no existían (lira, declamación, teatro) y en la carrera de cuadrigas participó él solo tras sobornar a sus rivales para que se retiraran. A los Juegos la conquista romana no les vino bien. Los romanos tenían una concepción más circense, menos religiosa. Y desvariaron.

P. Digamos a modo de resumen que todo cae en el olvido hasta que entra en escena el barón de Coubertin, el gran hacedor de los Juegos modernos, nacidos en 1896, y también un declarado misógino.

R. Sí, pero no se puede juzgar a la gente de hace más de cien años. Para él la mujer era aquello de “la más hermosa sonríe al más fiero de los vencedores”. Las mujeres entran en tiro con arco y tenis, donde iban completamente vestidas. En los demás deportes era imposible porque la ropa resultaba impúdica. Tragar con la natación y el atletismo costó mucho. No ocurrió hasta Estocolmo, en 1912.

P. Desde el principio de los tiempos los Juegos fueron un asunto deportivo y político. Eso que se dice de que no se debe mezclar el deporte con la política le parecerá un chiste.

R. Siempre fue así. De hecho, la Guerra Fría se medía en dos terrenos: la carrera espacial y los Juegos. La carrera espacial la ganaron los norteamericanos. La de los Juegos también, al principio, aunque luego la URSS se puso por delante. Y más cuando se separaron las dos Alemanias y la RDA lo ganaba todo, aunque había que ver cómo ganaban. Y ha habido tres boicoteos por razones puramente políticas.

P. Las primeras noticias de un éxito español reconocido llegaron en 1920, en Amberes, con la plata del fútbol.

R. Porque fue una aventura que supuso el nacimiento de la pasión por el fútbol en España, que a partir de ahí compite con los toros en reconocimiento popular. Y fue un lio gordo, porque los vascos querían ir solos, el Barça quería ser protagonista… Luego salió muy bien. Hicieron el gamberro por allí, juntándose por la noche en El cabaret de Carmencita y se trajeron la plata.

P. Se decían amateurs pero era falso.

R. Claro, sobre todo Zamora y Samitier, que incluso se alojaban en un hotel aparte, donde estaban los miembros del COI. Por entonces, Zamora había fichado por el Barça a cambio de mucho dinero. Y el fútbol, como el tenis, acabó expulsado de los Juegos, donde solo se permitían deportistas aficionados.

P. Hablando de leyendas, en 1936 aparece la figura de Jesse Owens triunfando en Berlín delante del bigote de Hitler. De eso se han escrito cientos de versiones distintas.

R. Pero ahí Hitler quiso ponerse una piel de cordero para que aquello saliera bien. De hecho, el presidente del comité organizador de aquellos Juegos era judío. Y tragó con ello. Ocurrió que cada vez que ganaba un alemán le agasajaba en el palco y le daba personalmente la medalla. Y el COI le dijo que o todos o ninguno.

P. ¿Y lo de Owens?

R. Hitler a veces no iba al palco, pero no porque estuviera compitiendo Owens. De hecho, este declaró alguna vez que no se sintió mal en Alemania, entre otras cosas porque podía ir a comer a un restaurante, cosa que en Estados Unidos no podía hacer. Incluso se dice que hay una fotografía de un saludo entre ambos en el antepalco. Además, he llegado a la conclusión de que a los nazis no les molestaban tanto los negros como los de otras razas, pues no les consideraban ni humanos. Para ellos eran como un cruce de caballo y persona.

P. Durante varios capítulos del libro deja el último apartado para contar lo que hicieron los representantes españoles en cada edición de los Juegos. Aquello es algo así como la bibliografía de los fracasos.

R. Es que era así.

P. En 1972 Mariano Haro, recientemente fallecido, quedó cuarto en los 10.000 metros y casi hubo fiesta nacional en España. ¿Se imagina algo así ahora?

R. Imposible. Lo curioso es que el Régimen primaba otros deportes por delante del fútbol. No solo boxeo y ciclismo. Pero se invertía poco y no había contacto con el extranjero. Pese a los reclamos sobre la raza, en la mayoría de los deportes olímpicos éramos malísimos, los últimos. De hecho, en natación se puso de moda la broma de que nos había ido bien porque no se había ahogado ninguno. Había caballistas, el hockey hierba, pero lo demás era una calamidad.

P. Esos son los Juegos de Mark Spitz, que fue un impacto mundial.

R. Por entonces los chicos teníamos el póster del Che Guevara y las chicas, el de Spitz. Ver esa imagen, en casa de una chica, en el colegio mayor, ese tío, con ese bigote y esas siete medallas de oro en el pecho, te venías abajo. Fue el primer multimedallista. Luego ha habido quien lo ha superado, pero él fue un pionero.

Libro 366 historias de los Juegos Olímpicos de Alfredo Relaño.

P. Cuatro años después aparece Nadia Comaneci.

R. La primera que consiguió un 10, que no estaba ni calibrado en el marcador y por eso ponía 1.00. Fue maravilloso. Luego la chincharon bastante. Y eso fue una grieta en el dominio soviético. De hecho, Rumania no participa en el boicot a Los Ángeles 84 posiblemente por el trato que se dio a Comaneci en Moscú 80. También en el 80 Coe y Owett se saltan el boicot británico de Margaret Tchatcher y acuden a Rusia.

P. “El caballo y la gacela”, los llama usted.

R. Exactamente. Así eran.

P. A partir de Seul 88, en su libro los deportistas españoles dejan de estar en el furgón de cola.

R. Ya se notaba el trabajo lejano de Samaranch. Y se empezó a entender que el deporte era un síntoma de desarrollo de la sociedad. Se construyeron muchas instalaciones deportivas, sobre todo por parte de ayuntamientos socialistas. Hasta ahí, y después, la vela era lo que nos daba más éxitos. Hasta entonces cualquier cosa era un triunfo. Mariano Haro quedaba cuarto y aquello era como ganar Wimbledon.

P. Y llega Barcelona 92, la gran explosión.

R. Ahí hubo un estallido de gente que no conocíamos. La primera medalla la consigue en ciclismo José Manuel Moreno. A él le trajeron un entrenador soviético que lo primero que le dijo fue: “Vas a librar un día al año. Puedes elegir: tu cumpleaños, Nochebuena, Nochevieja, el que quieras. Pero uno”. Eso da idea de la preparación que llevaban.

P. Y se ganó el oro en fútbol, que aunque cueste creerlo es el patito feo de los Juegos.

R. Porque tiene muy difícil encaje. Un Mundial se devora los Juegos Olímpicos. Se decidió una versión light, llevando a menores de 23 años y tres invitados mayores. En fútbol ganas en los Juegos y realmente no sabes qué has ganado.

P. Messi ha ganado unos Juegos y apenas se recuerda.

R. Exacto. Sin embargo, a mí Casillas me dijo que de lo que más se arrepiente es de haber rechazado ir a Sídney en el 2000, donde España fue plata. Ahí estaba Xavi.

P. Fíjese: el 8 de agosto del 92, a la misma hora, España gana a Polonia el oro en fútbol y Fermín Cacho vence en los 1.500. De hecho, el rey Juan Carlos se desplaza rápidamente de un estadio a otro. La mayoría de los periódicos (no este), generalistas y deportivos, destacaban en su portada el triunfo de los futbolistas.

R. Lo que hizo Cacho fue la mayor gesta del deporte olímpico español. Lo logró en atletismo, en una prueba estrella como los 1.500…

P. As, periódico que usted dirigió durante 23 años, también destacaba el fútbol en su portada.

R. Yo aún no estaba en As. Y no sé qué hubiera hecho. Probablemente poner a Cacho. Pero le digo una cosa de la prensa deportiva: hay una obligación permanente con el lector diario, que es futbolero. Y esos periódicos existen porque existe el fútbol. Solo puedes quitar el fútbol de portada por algo muy gordo. Wimbledon, el Tour… Pero lo de Cacho ha sido el no va más en nuestra historia. Y en cambio, yo no sabría recitarle la alineación del equipo de fútbol que ganó aquella final.

P. Hay tres deportes en los Juegos por excelencia, atletismo, natación y gimnasia. Pero en competiciones de equipo el baloncesto es el rey olímpico. No sé si está de acuerdo.

R. Sin duda. El mayor interés del público español en los Juegos está en el atletismo y luego en el día en el que en baloncesto nos enfrentamos a los americanos. El baloncesto ha cogido un rango enorme en los Juegos. Ahí los rusos tuvieron un gran empeño y obligaron a los americanos a llevar lo mejor que tenían. Para nosotros, la plata del 84 fue uno de los acontecimientos deportivos que se han vivido con mayor alegría. Y luego las dos finales con Gasol y compañía. Es que en baloncesto hemos tenido a dos hermanos dando el salto inicial en un All Star. Desde Fernando Martín a estos no hemos hecho más que mejorar.

P. Y repasando los tiempos más cercanos, aparecen Michael Phelps y Usain Bolt.

R. Eso son palabras mayores. De hecho, ahora puede haber un cierto desinterés por el atletismo. Porque ya no hay un Bolt, ni un duelo como el de Coe y Owett. Bolt tenía un magnetismo impresionante. Era John Wayne, que se comía la pantalla. Su hueco y el de Phelps no se pueden cubrir. Es imposible.

P. Le pongo en un apuro. Elija los mejores deportistas olímpicos de la historia, hombre y mujer.

R. Bolt y Comaneci [responde a la primera]. Bueno, mejor Owens, sobre todo por las dificultades de su época. Owens y Comaneci.

P. ¿Y españoles?

R. Cacho, desde luego. Y en chicas, Mireia Belmonte. Ella rompe un techo, el de la natación española. Afortunadamente ya vamos a los Juegos con tantas mujeres como hombres, o más. En el 68 íbamos con 122 chicos y dos chicas. Y una cosa: ponga usted a Zátopek junto a Owens. No me puedo olvidar de Zátopek, que acabó de barrendero. Y en chicas añada a Fanny Blankers-Coen, La mujer voladora. Impresionante. [Blankers-Coen fue una atleta neerlandesa. En 1948 se presentó en Londres con 30 años tras haber tenido dos hijos y embarazada de tres meses. Ganó el oro en 100m, 200m, 4x100 y 80m vallas, la primera mujer en conseguir cuatro oros en unos mismos Juegos).

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