La paridad llega a la canoa olímpica
Núria Vilarrubla, una vida en aguas bravas, y Antía Jácome, desde los 12 en sprint, hasta ahora sólo competían en Mundiales y Europeos. En Tokio su modalidad debutará en los Juegos
-¿Qué pasa si vuelcas? ¿Está fría el agua? ¿Es difícil lo que haces?
Un grupo de niños de un colegio está de visita en el canal de la Seu d’Urgell a principios de junio y avasalla a preguntas a Núria Vilarrubla. La española de 29 años estará por fin en Tokio en el debut de la canoa femenina en unos Juegos Olímpicos. “Es una reivindicación de paridad. Debía ser así… ya se habló de que podía ser en ...
-¿Qué pasa si vuelcas? ¿Está fría el agua? ¿Es difícil lo que haces?
Un grupo de niños de un colegio está de visita en el canal de la Seu d’Urgell a principios de junio y avasalla a preguntas a Núria Vilarrubla. La española de 29 años estará por fin en Tokio en el debut de la canoa femenina en unos Juegos Olímpicos. “Es una reivindicación de paridad. Debía ser así… ya se habló de que podía ser en Río 2016 y no fue. Por aquel entonces fue un poco chasco, porque estaba en un momento en el que todo me era fácil deportivamente y enlazaba buenos resultados. Pero no siento que sea algo que cargue”, explica ella, que lleva remando en las aguas bravas desde 2009 y que se subió por primera vez a una piragua con nueve añitos.
No podía hacer otra cosa habiendo nacido en la Seu, enfrente del parque olímpico y el mismo año (1992) en el que se estrenó el canal de los Juegos de Barcelona. Compite desde 2009 en Europeos y Mundiales, pero la categoría femenina nunca había sido incluida en unos Juegos Olímpicos. Ella representará a España en C1 en aguas bravas en el Canal de Kasai el 28 de julio a las 6:27 hora española.
En aguas tranquilas, en la pista del Canal Sea Forest, lo hará el 4 de agosto (2:58 de la mañana) Antía Jácome, 21 años, gallega como el maestro David Cal, que empezó a remar con 12 años en un club de Pontevedra. No fue hasta 2015, con 15, cuando se incorporó al grupo de tecnificación con base en Sevilla persiguiendo un sueño que a esas edades –era cadete todavía- es complicado pensar que se vaya a cumplir. España no tenía selección femenina de aguas tranquilas; sólo se competía en Mundiales y Europeos (desde 2010), el escenario olímpico estaba cerrado.
La Federación llamó a Marcel Glavan para que empezara a trabajar en ello en otoño de 2015. El objetivo: los Juegos Olímpicos de Tokio. Lo cuenta así el técnico, que fue plata para Rumania en Atlanta 96: “Al principio aquí había gente que apenas sabía remar, tuvimos que empezar a construir todo desde cero”. Seis años después, dos mujeres han tenido que disputarse la plaza para Tokio en un selectivo interno. Antía ganó dos tiradas a María Corbera a principios de julio. Igual que Núria Vilarrubla, que se ganó el billete a Tokio en aguas bravas también en un selectivo interno en 2020 (se impuso a Klara Olazabal). Una señal más del excelente nivel del piragüismo español (segundo deporte con más medallas olímpicas, tras la vela) y no sólo masculino.
De aquel grupo que se creó en Sevilla en 2015, Antía fue la primera en incorporarse y es la única que sigue. Glavan explica por qué: “El que la sigue, la consigue, así definiría yo a Antía y al trabajo que ha hecho. Esto requiere constancia y sacrificios. Hay momentos peores y mejores, nunca es un camino de rosas. Tuvo la capacidad de aguantar y poder estar fuera de casa, no todos y todas pueden aguantar eso”.
“Dios mío, dónde me he metido”
Ella, que llegó sabiendo andar en canoa y poco más, dice que lo primero qué pensó es en dónde se había metido: “Yo tenía 15 años, quería irme de casa para salir de fiesta y decía: bua, qué bien, me voy sola sin mis padres y voy a hacer lo que me dé la gana. Era una niña y al principio lo que quieres es pasártelo bien porque cuando empiezas con la canoa piensas que es un juego, empiezas en verano, te caes al agua, vuelcas, te ríes con tus compañeros… el cambio al equipo nacional fue brutal. Lo primero que pensé fue: ‘dios mío, dónde me he metido”.
El primer año sólo entrenaba por las tardes porque por las mañanas había clase; el segundo empezó a doblar sesiones. “Fue bastante más duro y empecé a echar de menos mi casa y mi familia. Antes sólo pensaba: ‘me voy de casa, quiero pasármelo bien y mis padres me dejan tranquila”, cuenta. Una semana después de ganar el selectivo todavía se tenía que pellizcar por las mañanas porque no se creía que iba a competir en Tokio. Será, además, la primera mujer española que lo haga en canoa. “Va a ser histórico. Es un orgullo ser la primera”, asegura al mismo tiempo que añade que eso ayudará a dar más visibilidad a la canoa femenina. “El otro día, en Berducido [Pontevedra] se me acercaron una niñas para decirme que estaban ilusionadas, que remo muy bien, que habían visto todas mis regatas y que ellas también hacían canoa”.
“Los chicos las han copiado”
Los mismos niños y niñas que se acercaron a Núria Vilarrubla en la Seu preguntándole todo tipo de cosas. A Núria la entrena Anaïs Bouchet desde 2015. En la Seu se pasea con su inseparable iPad por al canal. Tiene un programa instalado en el que graba y van saliendo automáticamente los tiempos parciales. Este jueves de junio el entrenamiento consiste en hacer una bajada por tramos. Después de cada bajada, canoa al hombro, Núria se acerca al bordillo a revisarlo con Anaïs. “En vez de ir circular, he tenido que cambiar en el último momento”. Las imágenes se guardan en un archivo y se envían a cada palista. Bouchet también celebra que por fin la canoa femenina esté en los Juegos Olímpicos: “Era ya una cuestión de paridad. Y, además, es aportar una visión diferente a este deporte. Las chicas han dado algo diferente a esto, porque cambian de pala de una mano a otra en las bajadas; los chicos nunca lo habían hecho, han empezado a copiarlas”.
Núria es la única española polivalente, durante un tiempo combinó la canoa con el kayak (la disciplina de la campeona olímpica Mailaen Chourraut) y dice que se decantó finalmente por la canoa no por no tener que vivir a la sombra de la palista vasca sino porque podía aprender más. “Fue como re-aprender muchas cosas; cuando empiezas en una categoría te das cuenta de que vas progresando más rápido y me daba más sensación de aprendizaje, más estímulos”. En la canoa vas sentada sobre tus rodillas y la pala sólo tiene una hoja.
Graduada en magisterio, dice Guillermo Diez-Canedo, coordinador del equipo de slalom, que la vio empezar, que por encima de todo a Núria le apasiona remar. Y de hecho, cuando ella habla de las sensaciones que le produce estar en el agua, se le ilumina la cara. En 2018 se fue en furgoneta con unos amigos a recorrer el rio Zambebe en Zambia. “Cuando iba por las Cataratas Victoria me decía: ha valido la pena empezar a remar aunque sea por esto, por estar en este cañón, en este sitio que con cocodrilos. Por encima de todo me gusta remar, es cierto, porque siento que hago lo que me gusta”.
Asegura que ha perdido el toque naif con el que empezó y que no fue fácil quitarse el miedo a las aguas bravas. “No me gustaba mucho al principio, da miedo quedarte debajo de las aguas bravas. Pero cuando subes es una sensación gustosa, divertida esa de empezar a entender el agua… la sensación de reto, de irte superando es lo que me mantiene aquí”.
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