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Ana Alonso, tras ser atropellada en bicicleta: “Aun con la rodilla rota, espero estar a punto para los Juegos”

La esquiadora de montaña, pese a sufrir una rotura del ligamento cruzado anterior y del ligamento lateral interno, confía en llegar a los Juegos de Invierno de Milán en febrero de 2026, donde peleará por dos medallas

Cuando apenas entendió que el impacto era inevitable, no pensó en los Juegos de Invierno que se perdería, sino en algo mucho más definitivo, el fin de todo. Entonces, tensó su cuerpo fibroso al máximo, cerró los ojos y esperó: su bici chocó contra el parachoques del todoterreno y ella salió despedida, rebotando contra el parabrisas para aterrizar sobre el asfalto. Ana Alonso intentó levantarse de inmediato: no sentía dolor, no había sangre. Pero no pudo. Su pierna izquierda no respondía. Se tumbó y, entonces sí, la rabia lo inundó todo: el sueño de una vida se esfumaba. La esquiadora de montaña logró el pasado invierno el billete para los Juegos de Milán-Cortina 2026, donde su disciplina se estrenará en una cita olímpica y en la que ella debería partir como una de las favoritas para obtener medalla en la prueba individual y en el relevo mixto por parejas, junto a Oriol Cardona.

Tras un verano de entrenamientos en bicicleta, Ana Alonso (30 años, actual subcampeona del mundo en relevo mixto) y el resto del equipo nacional español apuraban unos días de concentración en Sierra Nevada cuando el 24 de septiembre un vehículo se cruzó con la deportista de Granada. Trasladada al hospital, las primeras placas no revelaron nada grave, pero días después, nuevos análisis arrojaron un balance desolador: rotura del ligamento cruzado anterior y del ligamento lateral interno, edema óseo y fisura en el maleolo, así como una luxación acromioclavicular de grado 3 en el hombro izquierdo. Para su enorme sorpresa, los traumatólogos le animaron: con un tratamiento conservador, sin cirugía, podría llegar en condiciones a la cita olímpica. De haber optado por una intervención quirúrgica, no habría podido volver a esquiar en un plazo de un año, así que con una aparatosa rodillera y el brazo en cabestrillo, Ana trabaja cerca de cuatro horas diarias en el gimnasio, una pelea para ganar tiempo al tiempo y desfilar en la ceremonia inaugural de los Juegos, que se celebran entre el 6 y el 22 de febrero.

“Me toca competir los días 19 y 21, con lo cual tengo un margen aún mayor”, se felicita. “De momento, tengo que estar cinco semanas haciendo un trabajo muy cauto para que el ligamento lateral interno, que tiene capacidad de regenerarse, lo haga. Y a partir de ahí me tocará fortalecer y estabilizar toda la pierna para ser capaz de esquiar con garantías sin el cruzado. Lo bueno es que hay muchos esquiadores de Copa del Mundo de esquí alpino que compiten sin cruzado”, aventura. En el formato olímpico de esquí de montaña, los descensos apenas duran un minuto, pero son cruciales para no arruinar el puesto logrado en la fase de ascenso en carreras que apenas duran tres minutos, en el formato individual y cerca de 20 en el de relevos.

“He tenido la suerte de contar con uno de los mejores traumatólogos, José Luis Martín Alguacil, que ha sido quien me ha animado a seguir adelante, porque yo pensaba que el quirófano era obligatorio. Me dice que hay posibilidades reales de llegar a los Juegos, aunque va a ser un reto para mí y todo el equipo a mi alrededor. El seleccionador también me ha dicho que apure mis opciones, que la plaza me la he ganado a pulso”, explica Ana Alonso. “Pero si no me veo bien, renunciaré porque no quiero ir a pasear, sino a pelear por las medallas”.

La esquiadora sabe bien lo que supone empezar de cero, salir de un cuadro médico complicado: en 2017 se fracturó tibia y peroné en la prueba reina del esquí de montaña, la Pierra Menta. En 2018, todavía en fase de recuperación, tuvo que operarse de dos ablaciones cardiacas, circunstancia que estuvo cerca de apartarle de la competición para siempre. Una llamada del seleccionador le permitió reintegrar la rutina de la élite, y cuando se anunció que el skimo sería olímpico, su horizonte a corto plazo se despejó: por fin podía vivir para entrenar y reposar, sin tener que trabajar los veranos como guía de montaña o impartiendo clases de esquí en invierno gracias a las becas olímpicas y al apoyo de patrocinadores como Scarpa o Atomic.

“Si me olvido del tema deportivo, solo puedo estar agradecida porque mi accidente podría haber sido mucho más grave. Prefiero pensar que he sido muy afortunada y centrarme en el trabajo. De momento, ya pedaleo con una pierna; y en cuanto recupere la extensión de la pierna izquierda, volveré a la bici”, explica.

Su rodilla afectada apenas se inflamó y la movilidad del hombro afectado mejora a gran velocidad: “Tengo un colchón enorme con el trabajo que he llevado a cabo este verano, un margen que permite estar tranquila”, afirma. Ana Alonso tiene, además, con un compromiso con su compañero en el relevo mixto Oriol Cardona: “Soy capaz de dar mucho más por la pareja que por mí misma”. Pocos dudan, en su entorno, que en febrero estará lista para tratar de hacer historia.

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