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El cónclave olímpico en Grecia elegirá el jueves a la persona con más poder en el deporte

El español Juan Antonio Samaranch es uno de los máximos favoritos para convertirse en el décimo presidente del COI

Juan Antonio Samaranch en su llegada a una sesión del COI en Grecia el pasado 18 de marzo.Thanassis Stavrakis (AP)

Como la Iglesia con sus rituales, ceremonias y procesiones, la solemnidad de siglos que da sustancia a la forma, así intenta el Comité Olímpico Internacional (COI) trascender su mera formulación, un club privado con 110 miembros cooptados entre las clases dirigentes que organiza cada dos años, una en invierno, otra en verano, el show deportivo más global y ecuménico, los Juegos Olímpicos. Después de 12 años de mandato, su noveno presidente en sus 130 años de existencia, el alemán Thomas Bach, debe deja...

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Como la Iglesia con sus rituales, ceremonias y procesiones, la solemnidad de siglos que da sustancia a la forma, así intenta el Comité Olímpico Internacional (COI) trascender su mera formulación, un club privado con 110 miembros cooptados entre las clases dirigentes que organiza cada dos años, una en invierno, otra en verano, el show deportivo más global y ecuménico, los Juegos Olímpicos. Después de 12 años de mandato, su noveno presidente en sus 130 años de existencia, el alemán Thomas Bach, debe dejar el cargo. Las elecciones para elegir su sucesor se llevarán a cabo este jueves 20, en medio de su 144ª Sesión, que así llaman a su cónclave los de la iglesia olímpica, siguiendo las escrituras de uno de sus fundadores, el barón parisino Pierre de Coubertin. Como un recordatorio del milenario origen cultural e ideológico del club, la Sesión se celebra en Grecia. La inauguración formal, el martes, en la antigua Olimpia y su monte; la toma de decisiones y los negocios de moqueta, en un resort de lujo no muy lejano, Costa Navarino, largas playas en la costa jónica del Peloponeso, y allí saldrá a la luz el nombre de quien será quizás la persona más poderosa del deporte mundial y de algo más, de un intangible simbólico que le hace andar sobre las aguas, flotar por encima de la miseria del mundo, y reyes y presidentes de los más grandes países doblan la espalda a su paso y se someten.

El peso económico, que es mucho, pero inferior al de otras grandes organizaciones deportivas, no es el único factor que hace poderoso al COI, pero ninguno de los siete candidatos a la sucesión, entre ellos el banquero y dirigente deportivo catalán Juan Antonio Samaranch, ha olvidado subrayar la importancia de multiplicar los ingresos buscando nuevos modelos de negocio y nuevas vías para sustituir a los ingresos por ventas de entradas y hospitalities, que van solamente a la caja del país organizador.

Los ingresos de la pasada Olimpiada, 2021-2024, con los Juegos de invierno en Pekín y los de verano en París, alcanzaron los 7.700 millones de dólares (unos 7.000 millones de euros), una cantidad muy inferior a los 13.000 millones de euros que la FIFA —organizadora de dos Mundiales de fútbol masculinos, el de selecciones nacionales y el de clubes, y el femenino de selecciones—ha presupuestado para el cuatrienio 2023-2026. Mientras los ingresos por derechos televisivos de los Juegos y de los Mundiales son similares (rondando los 4.500 millones de dólares) y también los patrocinios (unos 2.800 millones recibe cada organismo de sus sponsors), el club que preside Gianni Infantino calcula ingresar 3.000 millones por venta de entradas en los próximos Mundiales de Estados Unidos, México y Canadá, una unidad económica sin aduanas ni aranceles cuando se eligió la candidatura.

Si la jerarquía económica determinara el peso político, ni el COI ni la FIFA podrían hacerle sombra a los gigantes norteamericanos, un poder local, doméstico. La NFL (liga de fútbol americano), genera unos ingresos anuales de 19.200 millones, la MLB (béisbol), 11.200 millones, y la NBA, 10.600.

El séptimo presidente del COI, el del más largo mandato (de 1980 a 2001), fue Juan Antonio Samaranch, padre del actual candidato a décimo presidente. Si, aun críticos con algunas de sus decisiones y formas de guiar al COI, pocos han dejado de reconocer su habilidad para convertir los Juegos, antes generadores de déficit, en una máquina de hacer dinero, y menos aún la trascendencia política de algunas de sus grandes visiones. Hasta 1979, el país más poblado del mundo, China, no formaba parte del movimiento olímpico, que, con una determinación anticomunista típica, solo reconoció a la isla entonces llamada Formosa (Taiwán, donde Chang Kai Cheng, tras la victoria de la revolución liderada por Mao Zedong, estableció la autodenominada República China en 1949). El trabajo de Samaranch antes de ser elegido presidente fue fundamental para acabar con el dislate, acción que completó en 2001, en la Sesión de su despedida (y en la que se eligió como miembro a su hijo) con la atribución a Pekín de los Juegos de 2008. Ambas acciones contribuyeron de manera decisiva al nuevo peso de China en el orden mundial.

El COI, en cierta manera es una ONU (con más miembros aún: frente a los 193 Estados reconocidos por la ONU, en los Juegos de París participaron 204 países) con más poder, y las decisiones que adopte en un futuro su nuevo presidente sobre asuntos como la readmisión de Rusia o el estatuto de las mujeres transgénero, tendrán consecuencias.

Siete candidatos buscarán los votos necesarios para ganar. Algunos, como Samaranch o el príncipe Feisal de Jordania, forman parte de la llamada nobleza olímpica, miembros individuales. Uno es mujer y exdeportista campeona olímpica y política, la nadadora Kirsty Coventry, ministra de Deportes de Zimbabue; y los cuatro restantes son, en cierta forma, parvenus, miembros del COI por ser presidentes de federaciones internacionales con pocos años de experiencia en el concilio: los británicos Sebastian Coe (atletismo) y Johan Eliasch (esquí), el francés David Lappartient (ciclismo) y el japonés Morinari Watanabe (gimnasia). Los favoritos son, y así unánimemente son reconocidos, Coventry, Samaranch y Coe.

Conocedor de su valor único, Samaranch júnior, o Juanito, como le llaman cariñosa y familiarmente en los pasillos de Lausana, nunca olvida repetir que el verdadero símbolo del movimiento olímpico no es el estadio ni la llama ni el desfile ni tantos rituales añadidos al olimpismo a lo largo de su historia, no tan larga, sino la Villa Olímpica, donde comen codo con codo baloncestistas chinos de 2,20m junto a gimnastas colombianas de 1,50m, miles de deportistas de todo el mundo que representan a la mejor juventud, y el COI amparándolos a todos.

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