Feliciano López, un español muy poco español
El toledano se despide del tenis tras 26 temporadas y a punto de cumplir 42 años, distinguido con el sello de la escuela anglosajona: “Sin buscarlo, he sido diferente”
Cuando Feliciano López se inclina definitivamente ante el alemán Yannick Hanfmann por 6-2 y 6-4, en la grada de Calvià (Mallorca) se escuchan no pocos suspiros. Es el tenis que poco a poco se va, adiós a un estilo. Tenía (ya en pasado) el juego del toledano ese aire seductor que en su día hechizó a la madre del escocés Andy Murray, Judy, quien hace una década no pudo reprimirse y de...
Cuando Feliciano López se inclina definitivamente ante el alemán Yannick Hanfmann por 6-2 y 6-4, en la grada de Calvià (Mallorca) se escuchan no pocos suspiros. Es el tenis que poco a poco se va, adiós a un estilo. Tenía (ya en pasado) el juego del toledano ese aire seductor que en su día hechizó a la madre del escocés Andy Murray, Judy, quien hace una década no pudo reprimirse y describió con sinceridad a ese entonces joven de porte hercúleo y facciones clásicas, como aquellas esculturas de los atletas griegos: “¡Oh, Deliciano! Tú siempre tan bien por ahí, como siempre”.
Ahora, a tres meses de cumplir 42 años y después de 26 temporadas como profesional, el toledano se despide del deporte al que tanto ama. Lo hace Feliciano más o menos como quería, en España y sobre hierba, aunque le queda la espinita de no haber podido desfilar una última vez por Queen’s y Wimbledon, los dos lugares que definen su carrera. Una carrera atípica y singular, a contracorriente en realidad, puesto que su tenis escapó al tradicional marco normativo de los españoles (la tierra batida) y se aventuró hacia el espacio natural de los anglosajones, a ese verde tan difícil de descifrar, tan complejo y tan sumamente estético, tan agradecido con el saque y red como en desuso. Hoy por hoy, escasean los especialistas. Se marchó Roger Federer y ahora lo hace él, uno de los últimos románticos.
“Sin buscarlo he sido un jugador diferente, por mi identidad como jugador, por mi estilo y mi saque. Pero no me formé para tener ese estilo. Crecí como la mayoría de los españoles, me formé en Barcelona, pero de forma natural decidí ser este tipo de jugador, diferente al resto. Siempre he entendido el tenis como un espectáculo que hace feliz a la gente que paga una entrada o lo ve por televisión, y he dado lo mejor de mí”, apunta en unas declaraciones recogidas por la ATP, mientras gira el cuello hacia el pasado y contempla orgulloso su obra, salpicada de partidos y más partidos —1.598 en total, con 504 victorias y 489 derrotas—, de muchas amistades, de siete títulos individuales y otros seis en dobles y, por encima de todo, de cinco Ensaladeras de la Copa Davis, amén de unos cuantos récords que hablan de un extraordinario físico y verdadera devoción por el tenis.
“Debuté en una final contra Australia [en 2003], porque se jugaba en hierba y en aquella época era prácticamente el único que tenía buenos resultados en esta superficie”, recuerda sobre esa primera incursión, aunque antes ya le había echado el ojo el gran Manolo Santana, que veía en ese corpachón, esa zurda y esa osadía madera de magnífico tenista. No se equivocó. Le invitó al estreno del torneo de Madrid y a punto estuvo de fulminar al mismísimo Andre Agassi, y al año siguiente tampoco estuvo lejos de conseguirlo contra Federer. A partir de ahí, un vuelo incesante que le condujo a ser el duodécimo del mundo (en 2015) y a alzar con 39 años el prestigioso trofeo de Queen’s.
Belleza y récords
“Es casi imposible igualar algo así”, apunta; “lo hice con casi 40 y jugando también el dobles, con 15 horas de tenis en tres días”. Entonces, junio de 2019, solo había ganado tres partidos y había acudido como invitado, emulando a Pete Sampras —mismo caso en 1999— y después de haberse rodado en un challenger. Sin embargo, rompió todos los pronósticos y al éxito individual le añadió el del dobles, de la mano de su amigo Murray. “Pensaba que mi mejor momento había sido cuando gané aquí en 2017, pero no, es este“, se sinceró al sumar su cuarto premio sobre el verde, la misma cifra que Rafael Nadal.
El césped, territorio de británicos, australianos y estadounidenses, se convirtió en su hábitat natural. Lo subrayan los registros —tres veces cuartofinalista en Wimbledon— y ese “compromiso por la belleza” del que habla Toni Nadal, profundo admirador del toledano. “Él [cuartofinalista más veterano de un torneo ATP tras Jimmy Connors, 42 años en Halle] es el claro exponente en esta superficie, con un saque poderoso y con mucho efecto, con golpes cortados y medio planos que son muy difíciles de devolver para el rival, además de ser un gran voleador. En muchos momentos puso por delante la elegancia al resultado y eso lo valoro enormemente”, precisa el preparador.
Desde hace cuatro años, Feliciano ha ido adoptando un perfil cada vez más ejecutivo y a la dirección del Masters de Madrid le ha sumado ahora la de las Finales de la Copa Davis, su próximo reto. Comprometido y profesional, modélico en la pista, muy respetado en el vestuario y también protagonista habitual en el papel couché, se va compartiendo el récord de participaciones (81) en los Grand Slams junto con Federer, como el que más ha disputado de manera consecutiva (79) y como el único que ha competido al menos 20 veces en los cuatro escenarios. Recoge el finiquito un sacador feroz, el cuarto con más saques directos de la historia (10.260).
“No quería retirarme dando pena, ni jugando a un nivel que no me hubiese hecho sentir cómodo. Estoy muy contento de poder jugar como lo he hecho hasta ahora. Me he sentido competitivo que es lo que yo quería”, remarca tras completar el último trazado profesional, con paradas en Acapulco, el challenger de Murcia, Barcelona, Stuttgart, Queen’s —donde no logró sortear la fase clasificatoria— y el epílogo de Mallorca. “Me siento muy orgulloso de haber podido aguantar 20 años como profesional sin fallar, pero también de haber dejado un buen recuerdo en mis compañeros y en la gente con la que he convivido”, prorroga.
Antes, a finales de abril, valoraba en un encuentro en Madrid con EL PAÍS: “Es imposible agradar a todos, pero sí noto que los torneos y los profesionales me tienen cierto cariño, y eso significa que algo has hecho bien. El tenis me lo ha dado todo y ahora me apetece formarme un poco más, sobre todo a nivel de negocios; no sé dónde, pero tengo algunas cosas pensadas”.
WOZNIACKI, A LA INVERSA: VUELTA TRES AÑOS DESPUÉS
Antes de que se confirmara la retirada de Feliciano, el circuito femenino abría los brazos para recibir otra vez a la danesa Caroline Wozniacki, que después de tres años sin jugar regresará a las pistas para saldar “algunas cuentas pendientes”. Aún con recorrido por delante, a sus 32 años disputará el US Open de Nueva York.
En 2020, Wozniacki se apartó de su deporte, al reconocer que estaba “harta del tenis”. Sin embargo, ahora recula. “He podido recuperar el tiempo perdido con mi familia. Me he convertido en madre de dos preciosos niños y estoy muy agradecida por ello, pero todavía tengo objetivos por lograr. Quiero demostrarle a mis hijos que puedes perseguir tus sueños, sin importar tu edad o tu rol. Hemos decidido como familia que es el momento, voy a volver a jugar”, anunció a través de la revista Vogue.
La danesa fue número uno del mundo en 2010, conquistó el Open de Australia en 2018 y también la Copa de Maestras en 2017; además, alcanzó dos finales del US Open y alzó 30 títulos gracias a sus más de 600 victorias en el circuito de la WTA. Está casada con el baloncestista David Lee, exjugador de la NBA.
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