El tenis femenino está cada vez más cerca del masculino
La potencia y la rapidez son los dos factores más decisivos para levantar los títulos, como demostraron las dos finalistas de Melbourne
Tras una dura batalla de más de dos horas, la tenista bielorrusa Aryna Sabalenka consiguió, en la jornada de ayer, batir a la última ganadora del torneo de Wimbledon, Elena Rybakina, e inaugurar así también su cuenta de Grand Slams. La final fue un partido de alta intensidad y de admirable calidad que mantuvo al espectador expectante hasta la última bola.
Ambas jugadoras se apoyaron en un gran servicio (9 aces la finalista, 17 la ganadora) y basaron su estrategia en ...
Tras una dura batalla de más de dos horas, la tenista bielorrusa Aryna Sabalenka consiguió, en la jornada de ayer, batir a la última ganadora del torneo de Wimbledon, Elena Rybakina, e inaugurar así también su cuenta de Grand Slams. La final fue un partido de alta intensidad y de admirable calidad que mantuvo al espectador expectante hasta la última bola.
Ambas jugadoras se apoyaron en un gran servicio (9 aces la finalista, 17 la ganadora) y basaron su estrategia en la agresividad, en la potencia de sus golpes y en la búsqueda constante del tiro ganador. Los datos estadísticos lo reflejan muy claramente. Sabalenka ejecutó 51 golpes decisivos y Rybakina 31. Nada menos que 82 entre las dos, con un promedio de casi tres por juego.
Si seguimos analizando datos y prestamos atención a la velocidad que imprimieron a la bola veremos que el tenis femenino se acerca cada vez más al masculino. La potencia y la rapidez son los dos factores más determinantes para levantar los títulos.
Hoy les toca el turno a los hombres. En unas horas sabremos si, al final, Stefanos Tsitsipas también estrena su casillero o si, por el contrario, es Novak Djokovic quien levanta su vigesimosegundo Grand Slam e iguala a Rafael.
El trayecto recorrido por ambos tenistas estas dos últimas semanas de competición postula al jugador balcánico como el favorito. En sus seis partidos previos solo ha cedido un set en segunda ronda, un hecho mucho más azaroso que significativo. Y en ninguno de estos seis encuentros, ningún rival ha dado la sensación de poderlo intimidar o de meterlo en apuros. Con un juego algo más agresivo de lo habitual, el actual número cinco del mundo se ha desembarazado de todos sus adversarios con pasmosa tranquilidad. Parece que para él no pasan los años. Mantiene la misma elasticidad de siempre y no ha perdido un ápice de velocidad.
El camino del griego ha sido, en cambio, bastante más duro e intrincado. A Jannik Sinner no consiguió doblegarlo hasta la quinta manga en el partido de cuartos de final y en el de semifinales, contra Karen Kachanov, se vio obligado a una dura lucha de 3 horas y 21 minutos que finalmente resolvió después de cuatro apurados sets.
Y el histórico, aunque no debemos olvidar la diferencia de edad entre ambos jugadores, también nos deja unas cifras poco alentadoras para el tenista de Atenas. Stefanos no ha levantado ningún Grand Slam, frente a los 21 de Novak. Además, en los encuentros directos entre ellos la cifra de 10 a 2, a favor del último, lo siguen consolidando como el candidato que está en la mayoría de las quinielas.
Ahora bien, si profundizamos algo más en los dos partidos que dieron el pase a la gran final de hoy a ambos jugadores, veremos que el serbio se mostró algo errático. Cometió más fallos de los que puede aparentar el resultado: 39 en tres cortos sets. El griego cometió 33 errores no forzados en cuatro. El primero ejecutó 31 golpes ganadores, el segundo nada menos que 64.
Estos dos datos pueden dar esperanzas a Stefanos, quien además de ser un gran luchador se ha ido habituando a disputar grandes encuentros en los últimos años. Hace dos temporadas, sin ir más lejos, la final de Roland Garros contra el propio Djokovic.
Recordará el aficionado que, después de haberse anotado los dos primeros sets y bajar la intensidad en el tercero, el joven tenista pagó un precio demasiado caro y perdió esa final. Un error que no debe volver a cometer si quiere conseguir la tarea difícil, pero no imposible, de vencer al más grande campeón del Open de Australia.
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