El talento de Carlos Alcaraz y la presión como privilegio
En un deporte dominado con manos de hierro por jugadores históricos durante casi dos décadas, el frente se ha abierto a jóvenes con proyección
Este US Open quedará en la historia como el inicio de una nueva era. En un deporte dominado con manos de hierro por jugadores históricos durante casi dos décadas, hasta cinco jugadores llegaron a Nueva York con opciones de escalar hasta el número 1 mundial. Tras una época de marcas inmensas y récords coleccionados por un grupo reducido de jugadores, el frente se ha abierto como algunos casi ni recordábamos.
Ha sido emocionante ver la perseverancia de ...
Este US Open quedará en la historia como el inicio de una nueva era. En un deporte dominado con manos de hierro por jugadores históricos durante casi dos décadas, hasta cinco jugadores llegaron a Nueva York con opciones de escalar hasta el número 1 mundial. Tras una época de marcas inmensas y récords coleccionados por un grupo reducido de jugadores, el frente se ha abierto como algunos casi ni recordábamos.
Ha sido emocionante ver la perseverancia de Rafa Nadal, tan limitado por los contratiempos como persistente por intentar salir de ellos. Con apenas un partido en los 50 días previos al torneo, su tesón le ha llevado a pisar los octavos de final con un corazón empleado desde el primer momento. Quizá no tuviera la mejor preparación, con una falta clara de partidos, tal vez haya carecido de tranquilidad, como él mismo ha reconocido, pero se ha entregado hasta donde le ha permitido el cuerpo.
Su marcha en la cuarta ronda nos ha dejado un panorama tan atípico como emocionante en Flushing Meadows. Un jovencísimo Carlos Alcaraz, la gran ilusión de futuro del tenis español, y el noruego Casper Ruud, vigente subcampeón de Roland Garros y curtido en la academia de Rafa, son los únicos jugadores que podrían privar al balear de regresar al número 1.
Aunque ambos necesitan llegar a la final para tener opciones, y ganar el título si se enfrentan en el partido definitivo, la situación deja un panorama ilusionante para nuestro deporte. La realidad es que Alcaraz, con apenas 19 años, depende de sí mismo para alcanzar la cima del circuito. Y puede hacerlo siendo el más joven de la Era Abierta en conseguirlo.
De Carlos impresionan tantas cosas que resulta complicado hacerle justicia en unas líneas. Su agilidad en la pista está a la altura de los mejores, la fuerza de sus golpes deja en silencio al público en los estadios y la variedad de sus jugadas confunde a los rivales, muchas veces perdidos en pista al intentar frenar los impulsos del murciano.
Semanas atrás Carlos reconoció haber sufrido con esta jerarquía que está consiguiendo. Ser uno de los principales cabezas de serie en los torneos, afrontar cada competición desde una posición de gran respeto, es una responsabilidad enorme para un jugador tan joven. En este US Open, donde ya figura como uno de los principales candidatos al trono, tiene una oportunidad estupenda para dar un paso al frente y acostumbrarse al precio de su talento. Como decía Billie Jean King: la presión es un privilegio.
La confianza que transmite en sí mismo es algo que sorprende a quienes hemos jugado. Es capaz de sonreír en momentos donde la tensión te atenaza el cuerpo, pero parece gozar en el fragor de esos partidos. Esa capacidad de disfrutar el sufrimiento, vital para ser el jugador con más victorias de la temporada, está al alcance de muy pocos. Y lo vemos en gran parte de sus encuentros.
Gane o no en Nueva York, Alcaraz ha logrado algo más complicado que la conquista de un trofeo: el respeto de todos siendo apenas un recién llegado. Ocupar el número. 1 es un hito muy complicado, fuera del alcance de casi todos. El camino para serlo, un trabajo que Carlos ya ha dominado.
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