Real Madrid y Liverpool juegan la final de las finales

El conjunto blanco y el ‘red’, dos clubes míticos hoy muy equilibrados, dirimen en París, cuna de la Champions League, el partido decisivo más repetido de la Copa de Europa

La plantilla y el cuerpo técnico del Real Madrid escucha al entrenador, Carlo Ancelotti, el viernes en el Stade de France, París.Foto: KIRSTY WIGGLESWORTH (AP) | Vídeo: EPV

No habrá, por ahora, finales más referidas que aquellas en las que se retaron Liverpool y Real Madrid, que hoy dirimen su tercer asalto en la ciudad que alumbró la Copa de Europa. La final más repetida de la historia entre dos entidades que sumarán 27 presencias en la estación previa a la cumbre (17 los blancos, 10 los reds). En el cartel de este sábado (La 1 y Movistar, 21.00), nada más oportuno que la ilustre París como escenar...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

No habrá, por ahora, finales más referidas que aquellas en las que se retaron Liverpool y Real Madrid, que hoy dirimen su tercer asalto en la ciudad que alumbró la Copa de Europa. La final más repetida de la historia entre dos entidades que sumarán 27 presencias en la estación previa a la cumbre (17 los blancos, 10 los reds). En el cartel de este sábado (La 1 y Movistar, 21.00), nada más oportuno que la ilustre París como escenario de abolengo para dos instituciones mitológicas. Si los ingleses concibieron el fútbol, fue Francia quien consagró la Copa de Europa y el Real Madrid quien desde 1956 hasta la fecha más fulgor ha procurado al campeonato de clubes por excelencia. Y nadie representa mejor al fútbol inglés que el legendario Liverpool de las seis Orejonas, a una del Milan, a siete del regio Madrid y una por encima del Bayern. Nadie ha patrimonializado la Copa como el Real, y casi nadie como su adversario.

Inglaterra, París, Madrid. Los tres ejes vertebradores de la Copa. Una valentonada inglesa prendió la mecha cuando el 13 de diciembre de 1954 el Wolverhampton Wanderers del gran Billy Wright venció por 3-2, en su estadio del Molineux, en un amistoso contra el mágico Honved de Budapest del inmortal Puskas. El Wolves fue proclamado por la prensa local como el mejor club del mundo. El diario L’Équipe recogió el guante y reglamentó el órdago lanzado por los ingleses, del que hizo bandera como ninguno Santiago Bernabéu. Inglaterra demoró un curso su entrada en el torneo global y su primer título no llegó hasta 1968 —Manchester United, un año después del escocés Celtic de Glasgow—.

Tal es el prestigio de Madrid y Liverpool, en gran parte por el fetichismo de la Copa de Europa, que ambos presentan una hoja de servicios abrumadora. No es casual que sea un madridista como Carlo Ancelotti quien pueda convertirse en Saint-Denis en el técnico con más entorchados. De lograr su cuarta Copa dejaría atrás a otro realísimo como Zinedine Zidane y a Bob Paisley, divisa eterna del exclusivo Boot Room del Liverpool. Aquel cobertizo de las botas que servía de mesa redonda para las deliberaciones de Bill Shankly, el propio Paisley, Reuben Bennett, Tom Saunders, Joe Fagan, Ronnie Moran, Roy Evans... todos instructores del encepado club del Mersey.

Al margen de la contabilidad de los títulos, la mística hila a estos dos equipos. Dos entidades resistentes como pocas cuando hubo sequía de éxitos. O cuando, en el caso de los reds, llegaron las tragedias (Heysel, Hillsborough).

El Liverpool nunca caminó solo, como el Madrid nunca dejó de volver. Las épicas remontadas del Real se han debatido sin éxito hasta en el más allá. Pero, con permiso del United y su doble latigazo terminal al Bayern en 1999, no hubo final más heroica que la de 2005. En Estambul, con la banda sonora del You’ll never walk alone en vena, resucitó el equipo de Anfield para rebasar tres goles de desventaja al descanso. Fue ante el Milan que entrenaba Ancelotti, blasón de la anormal normalidad blanca de esta temporada. De prodigio en prodigio hasta el París del PSG, tras el paso por Londres y un sector de Mánchester.

Si no es casual la cima a la vista de Ancelotti como técnico del Real, tampoco resultará adventicio que hasta nueve jugadores blancos entren en el olimpo de aquellos que han conquistado cinco Copas. De conseguirlo, Carvajal, Isco, Bale, Benzema, Marcelo, Modric, Casemiro, Kroos y Nacho se añadirían a otros seis madridistas que lo lograron sin cambiar de camiseta y se quedarían a una del infinito Gento. Mucho que rebobinar entre Liverpool —el último que derrotó a los merengues en una final (1981)— y Real Madrid —que fundió a su oponente en 2018—. En esta ocasión, el cuadro de Jürgen Klopp se presentará al partido del siglo por los siglos (el siguiente estará a punto de llegar) con un portero.

En el bando liverpuliano, todos confían en que esta vez no se lastime Salah a la media hora. El Liverpool, como reconoció el viernes el preparador alemán, se ve entero, incluso con la participación de los renqueantes Thiago y Fabinho. Klopp, al estilo de sus gloriosos antepasados en el cargo, ha logrado cuajar un equipo mosquetero, en el que computa más lo gregario que los solistas. Los hay, y muy buenos, como Van Dijk, Salah y Mané, pero la marcha general es lo que da volumen a este Liverpool. Es probable que los expertos solo alistaran a los dos primeros mencionados en una alineación titular del Madrid de Benzema, Modric, Vinicius... en el Real, con todos los futbolistas al grito de ¡presente! en París, proliferaron las divinidades.

Con unos 100.000 aficionados llegados a la capital francesa —mayoría roja, la afición blanca es mucho más remisa a desplazarse sin entrada— en Saint-Denis, con aforo para 80.000 espectadores, ese estadio que inauguró en enero de 1988 Zidane con un gol a España, habrá mucho que contar. Desde ya, la final por excelencia entre las 67 selladas con tan solo 22 equipos entronizados. Casi nada. La final de las finales.

Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Sobre la firma

Más información

Archivado En