“Freddy Rincón era un talento superior, bueno para cualquier época”
Jorge Valdano, el ‘Tren’ Valencia, Marcos Senna y otros excompañeros recuerdan a la leyenda colombiana fallecida en un accidente de tráfico
Eran los noventa y el Milán de Arrigo Sacchi gobernaba el fútbol europeo. Al otro lado de mundo, Pacho Maturana llevaba a cabo su propia revolución Caribe. La máxima expresión de ese movimiento artístico que trasladó el ritmo del vallenato a un campo de fútbol fue un jugador pausado, con una zancada prodigiosa, boya sobre la que impactaban los rivales antes de salir disparados en cualquier dirección. Freddy Rincón, ...
Eran los noventa y el Milán de Arrigo Sacchi gobernaba el fútbol europeo. Al otro lado de mundo, Pacho Maturana llevaba a cabo su propia revolución Caribe. La máxima expresión de ese movimiento artístico que trasladó el ritmo del vallenato a un campo de fútbol fue un jugador pausado, con una zancada prodigiosa, boya sobre la que impactaban los rivales antes de salir disparados en cualquier dirección. Freddy Rincón, fallecido este miércoles a los 55 años por las secuelas de un accidente de tráfico en Cali, se atornillaba en el centro, en el territorio del cinco, y desde ahí dominaba el mundo entero. Los rivales pasaban por ahí desprevenidos, listos para que les robara la bola, y los compañeros para dársela y que iniciara el ataque con un caricia. Rincón nunca se dio una carrera de más en balde.
Jorge Valdano estaba en la grada la tarde en la que marcó el gol del empate frente a Alemania en el Mundial de Italia, en 1990. Lo celebró como un hincha más porque le pareció justo, Colombia había jugado mejor durante todo el partido. Valdano, cuatro años después, buscó un sustituto para Luis Enrique en el Real Madrid y pensó en Rincón. Aquello no terminó de salir bien. “Siempre me quedó la frustración de que el madridismo no disfrutara de su talento. Fue víctima del momento institucional de división [la caída del presidente Ramón Mendoza] que acabó conmigo y acabó con él”, dice por teléfono.
Sus compañeros en el Madrid se quedaban asombrados con él en los entrenamientos. “Era un jugador de un talento superior y con el físico más imponente que he visto en mi vida. Por eso era bueno en esa época, pero también lo hubiera sido en esta”, continúa Valdano. Ese año, 1995, subió al primer equipo un joven llamado Álvaro Benito, llamado a continuar la senda de los Butragueño y compañía. Una lesión de rodilla lo apartó del fútbol de élite, pero estuvo el tiempo suficiente para observar de cerca a Rincón: “Era una bestia, tenía un potencial físico y técnico extraordinario. No se trasladó eso a la competición, fue extraño. Adaptarse al Real Madrid no es sencillo”, recuerda Benito.
Acabó al año siguiente en Brasil, donde ya había jugado al principio de su carrera. Encajó a la perfección en el ritmo pausado del fútbol sudamericano. Aunque tenía planta de salsero, Rincón prefería el vals. Se convirtió en el capitán del Corinthians, donde se repartió la franja central con Vampeta, un tractor. Ganaron el torneo local con Vanderlei Luxemburgo y al año siguiente, con Oswaldo de Oliveira, repitieron título y sumaron la copa Intercontinental. Rincón levantó el trofeo de mejor equipo del mundo. “Era un líder, jugador total. Con balón y sin balón”, recuerda Marcos Senna, que ese año acababa de fichar por el equipo de Sao Paulo. Senna era un ocho, un mediapunta regateador al que le gustaba dar el último pase. De Oliveira, sin embargo, lo puso al lado de Rincón, a defender, el día que le faltó Vampeta.
En ese partido, Senna corría de un lado a otro, sin sentido. Sufría el síndrome del novato. Rincón le agarró por los hombros y le dijo: “Chico, estate quieto”. “Me enseñó que en el fútbol es más pensar que correr”, recuerda Senna al otro lado del teléfono. Nunca más se movió de esa posición y más tarde sería campeón de Europa con la España de Luis Aragonés. Rincón no triunfó en la liga española, pero le dio a Senna un consejo vital para que él sí lo hiciera.
Al igual que Valdano, el Víctor Toro Medina, un jugador de la Guajira colombiana que jugó en Millonarios, está convencido de que Rincón sería hoy día un jugador dominante. “Ha sido el más completo de la historia de nuestro fútbol. ¡Se adelantó a su tiempo! Iba y volvía de su área a la contraria en los ochenta, cuando eso no existía. Era un centrocampista box to box”, destaca. Cuando las piernas no le daban para tanto, montó una garita en el centro de la cancha y desde allí regulaba el tráfico. Hace unos años lo incluyeron en el salón de la fama del Corinthians.
Como buen ídolo latinoamericano, tenía también algo de antihéroe. En eso se asemeja al icono de la música vallenata Diomedes Díaz o a Maradona. Brasil lo detuvo en 2006 por haber ejercido supuestamente de testaferro en Panamá de un narcotraficante al que conocía de la infancia. Cali es la capital mundial de la salsa y el baile, por encima de San Juan o Nueva York, pero también la ciudad más cercana a hectáreas y hectáreas de cultivo de coca. De ahí son algunos de los narcotraficantes más conocidos, como Miguel Rodríguez Orejuela. La cultura traqueta, como se le llama al narcotráfico, permeó en esos años todas las capas de la sociedad, incluido el deporte. La Interpol emitió una orden de busca y captura en 2015 contra él por la misma acusación, aunque un juez de Panamá archivó el caso meses después por falta de pruebas.
Si en los clubes a veces había flaqueado, con la camiseta amarilla de Colombia siempre cumplió. “Se transformaba al ponérsela”, dice Adolfo ‘Tren’ Valencia, emocionado por la perdida de un amigo querido. En los últimos años, se habían visto a menudo en la finca de otro delantero, Faustino Asprilla. Allí organizaban partidos entre futbolistas retirados de Cali y de Medellín, las dos ciudades que más jugadores han aportado históricamente a la selección. Se juntaban René Higuita, Tréllez, Aristizabal, Iguarán. Al acabar, preparaban un asado y se echaban unos tragos mientras recordaban sus carreras de jugadores nada convencionales. Frente a los rígidos Matthäus o Klismann, eran seres venidos de otro planeta. La mayoría se marchaba de la finca al acabar la tarde, salvo el anfitrión, Asprilla, Valencia y Rincón: “Nos amanecía. En algún lugar siempre estaremos así, los tres echándonos cuentos”.
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