Muguruza y Badosa, de poder a poder
Las españolas, tenistas de pegada e iniciativa, aseguran con el duelo de hoy (21.00) una finalista nacional en el Masters y recogen el testigo de Sánchez Vicario en 1993
En lo alto de un rascacielos del área financiera de Singapur, año 2015, a Garbiñe Muguruza se le plantea si los éxitos y la fama que está descubriendo —ya ha jugado su primera final en la hierba de Wimbledon y ha ganado el título de Pekín— la transformarán.
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En lo alto de un rascacielos del área financiera de Singapur, año 2015, a Garbiñe Muguruza se le plantea si los éxitos y la fama que está descubriendo —ya ha jugado su primera final en la hierba de Wimbledon y ha ganado el título de Pekín— la transformarán.
“¿Y por qué iba yo a cambiar?”, niega la española, entonces una efervescente sensación de 22 años que ha logrado una plaza en las semifinales de la Copa de Maestras, codeándose ya con las más fuertes del circuito. Luego llegará la revolución: primero Roland Garros y, ahora sí, Wimbledon en la vitrina y más tarde el ascenso a la cima del circuito como la número uno. Y hoy día, a los 28 y con un bagaje ya importante a las espaldas, “más madura”, vuelve exactamente al mismo punto. No en Singapur, pero sí en la Guadalajara mexicana. A 1.566 metros de altitud. Haciendo historia.
Seis años después, Muguruza (doble 6-4 a Anett Kontaveit) vuelve a figurar en el cartel de las semifinales del torneo maestro —completado por la estonia y la griega Maria Sakkari (7-6(1), 6-7(6) y 6-3 a Aryna Sabalenka)— y lo hace, además, junto a Paula Badosa. Ambas, por tanto, protagonizarán este martes (21.00, Tdp/DAZN) un doble acontecimiento para enmarcar, puesto que nunca se habían medido dos jugadoras españolas en un Masters y la última y única vez que había alcanzado una la final fue en 1993, cuando Arantxa Sánchez Vicario cedió en el Madison Square Garden de Nueva York contra la portentosa alemana Steffi Graf, coronada ese día tras cuatro sets.
“¿1993? ¡El año que yo nací!”, exclama la cinco del mundo, que previamente ha resuelto el duelo a cara o cruz contra la estonia Kontaveit, obligada a ganar sí o sí para lograr el pase porque Karolina Pliskova ha derrotado antes a Barbora Krejcikova y las cuentas aprietan. Pero ella vence, avanza junto a Kontaveit —clasificada de antemano, gracias a sus dos victorias previas— y las checas se despiden. “Es algo extraordinario y demuestra el nivel al que está el tenis español. Será divertido”, anticipa la caraqueña.
Aunque su carrera ha dado varios giros y ejerce ya desde la veteranía que le concede la cercanía a la treintena, Muguruza sigue siendo, en esencia, la misma chica de la torre de Singapur. Entonces firmó un pleno en la fase de grupos —contra Lucie Safarova, Angelique Kerber y Petra Kvitova— y se topó en las semifinales con la telaraña de Agnieska Radwanska, a posteriori campeona. Ahora, dice, se ve mejor preparada y lógicamente más hecha —“la experiencia es clave, sé cuándo debo ahorrar energía y estoy intentando ser menos emocional”—, y enfrente tendrá a una rival con la que comparte una similitud: ninguna es de medias tintas y a ambas les gusta pilotar los partidos.
Empuñadura diestra las dos, con planta ―1,83 ella, por el 1,80 de Badosa— y talladas en la escuela de Barcelona, acostumbran a gobernar los duelos desde la línea de fondo y en cuanto pueden enseñan los colmillos. “Si ves el resto de jugadoras españolas, ninguna juega como lo hace Garbiñe o como lo hago yo”, subraya la de Begur, que anoche, cuando cumplió 24 años, selló la fase de grupos con una derrota intrascendente contra Iga Swiatek (7-5 y 6-4), ahorrando baterías; “sinceramente, hoy estaba pensando en el partido de mañana y si hubiese podido, no hubiera jugado. He intentado probar cosas nuevas y no desgastarme”.
“En algún momento tenía que jugar contra Paula y si es aquí, mejor que mejor, porque es más especial. Estamos haciendo historia y esto será recordado. Estoy feliz por ella. Siempre ha tenido talento y está jugando de una forma increíble. En Tokio [donde coincidieron en los Juegos] pudimos conocernos más y parece que ha encontrado la forma de que todo encaje”, destaca Muguruza, que si progresa hacia la final cerrará de manera automática la temporada en el podio, como la número tres de la WTA. La última vez que ocupó dicha posición fue en julio de 2018.
“He crecido viendo a Garbiñe. Desde que tenía 17 años soñaba con ser como ella y ganar lo que ha ganado ella, pero aún no tengo su nivel”, exponía antes de que comenzara el torneo Badosa. “Estoy acercándome y de momento estoy aquí, lo cual es un honor para mí. Pero ella es un espejo. Cuando apareció rompió todos los esquemas. No era común un juego así en una española, tan dinámico y tan agresivo. Es alta, diferente. Mi favorita. Tiene un juego que me encanta”, le elogió la catalana, décima en el ranking.
De poder a poder, ambas siguen estos días los pasos de Arantxa y Conchita Martínez, que desfilaron por el Masters en 13 y 12 ediciones, respectivamente. La barcelonesa y la aragonesa —hoy presenciándolo todo en primera línea, desde el banquillo de Muguruza— coincidieron por última vez en el Masters de 2000 y ahora convergen Muguruza y Badosa, en busca de aquello que solo consiguieron dos tenistas nacionales en el formato individual: Manolo Orantes (1976, en Houston, contra Wojtek Finak) y Alex Corretja (1998, en Hannover, contra Carlos Moyà).
En México, pues, manda la fiesta a la española.
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