Alex Honnold: “Siento miedo, como todos, pero lo controlo”
El escalador más universal, el primero en lograr en solo integral una ascensión al Capitán, en el parque de Yosemite, charla acerca de su increíble capacidad para medirse sin cuerda a las paredes
En apenas 10 años, Alex Honnold ha pasado de vivir en un coche o en una furgoneta a ser el protagonista absoluto del primer documental de escalada que gana un Oscar. Free Solo, la tremenda historia de la primera ascensión al Capitán, en el Parque de Yosemite, en solo integral (sin compañero, cuerdas o material que frenen una caída) se llevó la estatuilla en 2019. Nunca ha existido un esca...
En apenas 10 años, Alex Honnold ha pasado de vivir en un coche o en una furgoneta a ser el protagonista absoluto del primer documental de escalada que gana un Oscar. Free Solo, la tremenda historia de la primera ascensión al Capitán, en el Parque de Yosemite, en solo integral (sin compañero, cuerdas o material que frenen una caída) se llevó la estatuilla en 2019. Nunca ha existido un escalador tan universal como el estadounidense (Sacramento; 34 años), que atiende a EL PAÍS por teléfono desde su casa de Las Vegas, saluda en castellano y reconoce de entrada que ha pasado este último año persiguiendo su añorada rutina. “Y justo cuando parecía que podía salir de toda esta locura, llegó la pandemia y, de nuevo, tuve que poner todos mis planes, viajes y sueños en cuarentena, como todo el mundo. Incluso tuve que posponer mi boda… El recuerdo de los Oscar parece de otra vida, una experiencia muy bonita que me hace feliz cuando la recuerdo”, explica.
El 3 de junio de 2017, Alex Honnold se ajustó sus pies de gato en la base de la pared granítica del Capitán, en el valle californiano de Yosemite. Torció el cuello para atisbar el final de la misma, 900 metros arriba, hundió sus manos en la bolsa de magnesio, se sacudió el polvo blanco que impide que transpiren las manos y se dispuso a hacer historia. Tres horas y 56 minutos después se plantó en la cima: nadie antes había sido capaz de escalar en solo integral (free solo en inglés), sin nada que impidiese su muerte en caso de caída. La noticia fue un seísmo mediático. “No tengo en mente objetivos mayores que ese porque no conozco pared más icónica que El Capitán y me cuesta imaginar objetivos de ese tipo aún mayores, pero lo cierto es que sigo buscando retos que me motiven, y espero dar con ellos”, reconoce el atleta patrocinado por Black Diamond.
Para hablar con Honnold de retos es preciso congeniar con su forma de entender el alto rendimiento. Para el resto de escaladores y, por supuesto, para el público no iniciado, todo lo que hace éste chico coquetea con lo sobrenatural porque escalar sin cuerda de forma tan asidua es algo al alcance de muy pocos. Escasos días antes de que el mundo entrase en una de las fases más sombrías de la historia, Honnold, de viaje en la Patagonia argentina, volvió a hacer de las suyas: salió de la localidad de El Chaltén a la carrera, recorrió los 20 kilómetros de terreno de montaña que le separaban de la pared de la Aguja de la S, escaló en solo integral sus 900 metros en medio de la tormenta, desescaló por una vertiente más sencilla y regresó corriendo a la casilla de salida. Invirtió apenas 12 horas… “No, no, eso fue solo un entretenimiento, un bonito día, pero no fue nada importante, nada que fuese de un nivel especial (asegura en inglés que no fue world class) aunque lo pasé muy bien y espero poder repetir”, explica, sin que exista un atisbo de prepotencia en su discurso.
Estos últimos años, Honnold ha realizado incursiones en el mundo del alpinismo, sin dejar de lado su vertiente de escalador en roca. Muchos han querido ver en ese gesto el deseo de cambiar de registro, algo que el norteamericano desmiente con rotundidad: “Mi futuro no pasa por la Patagonia, pero me gusta hacer un par de viajes a montañas mayores aunque solo sea para recordarme lo mucho que me gusta la escalada deportiva, la roca. Todo esto del alpinismo me gusta, me inspira, pero me ayuda, sobre todo, a apreciar lo que tengo en casa. Creo que no amo lo suficiente las grandes montañas como para ser un alpinista, pero me gusta medirme a ellas de vez en cuando. Lo que me gusta es la escalada pura en roca, no me veo en el Meru[6.660 metros, Himalaya indio], por poner un ejemplo”, zanja.
Free Solo desató una avalancha de conjeturas sobre el poder de la mente de un tipo que parece no tener miedo, que aparenta haber nacido sin la posibilidad de sentir los rigores del terror. ¿Cómo no perder los nervios cuando sabes que si tu pie izquierdo patina en el paso más complicado de la vía, a 700 metros del suelo, te vas a hacer picadillo? Si Honnold no sintió miedo en un instante preciso que hubiera desquiciado al más templado, es porque toda su vida ha sido un camino para convertirse en la mejor versión de sí mismo como escalador. “Todo el mundo tiene miedo, y yo también, por supuesto. Cuando me siento en peligro, experimento el mismo miedo que puede sentir cualquier otra persona. Cuando veo en cierta prensa que yo no puedo sentir el miedo considero que es una forma de atajar de forma simple algo que no entienden. Pero cualquiera que escala de forma regular sabe lo que es sentir miedo en una pared, porque lo cierto es que existen riesgos y consecuencias graves. En mi caso, he pasado tanto tiempo escalando, practicando, acostumbrándome a hacerlo sin cuerda, a relacionarme con mis miedos para aprender a sentirme cómodo, que puedo decir que ha sido un proceso largo y complicado. Por eso cuando la gente simplifica y dice ‘Alex no tiene miedo’ es una apreciación simplista”.
“Creo que ocurre a menudo”, prosigue, “cuando las personas se enfrentan a algo extraordinario, tienden a atajar creyendo que es un don llegado del cielo, antes que considerar todo el ingente trabajo que hay detrás y que no se ve a simple vista. Llegar donde he llegado supone un elevado nivel de responsabilidad personal, la misma que podrían asumir muchos otros escaladores para llegar al mismo sitio. Es más fácil pensar que uno no tiene un don antes que admitir que uno es demasiado vago como para ponerse a trabajar duro”.
Cabe preguntarse cuántas veces habrá tenido que responder al asunto del miedo; resulta fácil imaginar su hartazgo, por eso se agradece su tono sereno, un punto ofendido, pero siempre amable. Honnold dejó sus estudios de ingeniería para ser un escalador a tiempo completo. Sus amigos destacan su ironía y su capacidad de adaptación. En algún momento, reconoce, “he pensado en como sería mi vida de ingeniero. Puedo verme en esa vida, pero no creo que me gustase…”.
Respecto a su figura, la opinión del público se divide en dos corrientes: la admiración y la aversión. Honnold entiende perfectamente dicha dicotomía: “En parte es normal que a la gente le parezca una locura lo que hago porque carecen de un contexto: no han visto a nadie escalando con cuerda, no conocen las raíces de esta actividad, no están familiarizados con la realidad de la cultura y de la historia de la escalada. Si lees, o escuchas por vez primera que alguien escala sin cuerda, en solo integral, es normal que parezca una locura, pero cuanto más profundizas en las raíces de esta actividad mejor entiendes cómo esto encaja en la historia de la escalada y es mas fácil de entender el solo integral. No sé qué ocurre en España, pero en Norteamérica la sociedad huye de los riesgos, no está bien visto asumir peligros y la gente tiene opiniones muy severas respecto a los que sí los asumen y ponen sus vidas en situaciones delicadas”, analiza.
La falta de información, la ausencia de fundamentos a la hora de juzgar su figura puede resumirse en la forma en la que Honnold se relacionó con la vía del Capitán: “Tenía mucha confianza porque había trabajado mucho la línea. Una de las cosas que el documental Free Solo hace bien es mostrar lo importante que fue la preparación, el entrenamiento, y recordar que eso fue lo que hizo que alcanzase el éxito. Muchos escaladores o montañeros creen que no es preciso entrenarse, quizá porque la escalada es un deporte relativamente nuevo y es cierto que hasta ahora se han logrado éxitos impresionantes sin una base de entrenamiento científico, pero también es cierto que cada vez nos fijamos más en ejemplos como los de Ueli Steck o Kilian Jornet y esto hace que muchos escaladores empiecen a entender que ciertas actividades son imposibles sin un entrenamiento serio. Por otro lado, es algo consustancial a un deporte joven: no necesitas entrenarte mucho para escalar a un nivel aceptable. Todo esto va a cambiar, creo, con la irrupción de la escalada en los Juegos, al igual que vamos viendo que el nivel en todos los deportes de montaña crece cada año. Yo mismo, este invierno charlé algo con Scott Johnson [el gurú del entrenamiento para alpinistas] para aprender algo más acerca del entrenamiento aeróbico y he leído mucho sobre lo que entrena un himalayista como David Goettler y es muy inspirador”, revela.
Lógicamente, Honnold llegó al entrenamiento sistemático desde el miedo: “Recuerdo cuando empecé a escalar sin cuerda [ríe]. Entonces, todo me parecía mucho más extremo, todo mucho más tenso, mucho más aterrador. Recuerdo escalar vías fáciles sin cuerda, pero pensar que si me caía me iba a matar… todo era tan tenso… ahora, me río al pensar en ello porque he alcanzado un nivel de serenidad que me permite disfrutar de la experiencia de forma plena. Los sentimientos siguen siendo intensos, tan intensos como al principio, pero ha cambiado una cosa: ahora los sentimientos positivos pueden sobre los negativos. Por eso sigo escalando sin cuerda y porque me aporta más emociones que hacerlo con la cuerda. Lo atractivo de la escalada es la combinación del reto físico con el reto psicológico. Escalar es como resolver un puzle pero para hacerlo no solo hay que tener habilidades físicas sino mentales, para controlar las emociones, para sobreponerte al miedo”.
Entonces, ¿se aburre cuando escala con cuerda? ¿Qué significado tiene encordarse a un compañero, lo que es la esencia de la escalada en pared? “Me encanta escalar con la cuerda. Si tuviera que escoger una sola opción para el resto de mi vida, escogería escalar con cuerda porque me encanta ponerme al límite y caer, fallar, pero que no pase nada, y me encantan los movimientos de la escalada deportiva. Escalar sin cuerda es un plato especial del menú, pero no deseo probarlo siempre, es algo que deseo en mi vida de escalador pero no es la única opción, tan solo un añadido un tanto especial. Lo que tengo claro es que adoro escalar y parece lógico decir que cuantos mas metros escale, mejor, de ahí que haga esos encadenamientos en Yosemite, por ejemplo. De hecho, la semana que viene he quedado con Tommy Caldwell para hacer un encadenamiento de vías, pero me da miedo porque creo que lo que plantea es una burrada… de hecho ya medimos en kilómetros lo que vamos a escalar, en vez de metros [ríe]”.
Toda la intensidad de su pasión resuena en su discurso. La escalada es el eje de su vida y al margen de eso reconoce que lo que más le motiva es el trabajo de su fundación, dedicada a promover el acceso a la energía solar en las zonas más desfavorecidas del planeta. Los que le aprecian se preguntan cuándo dejará de escalar sin cuerda: “Cabe esa posibilidad, por supuesto. Lo dejaré cuando considere que he perdido la pasión, que ya no siento la excitación del reto o si me da miedo enfrentarme a la pared. Nunca he sentido la obligación de escalar en solo integral. Si no hay placer, lo dejo”.