Descorchados

La amenaza de implosión de hace unos meses permanece desactivada por la expectativa europea tras una liga para olvidar del Real Madrid

Casemiro y Benzema celebran el gol del primero en La Rosaleda.JAVIER SORIANO (AFP)

El Madrid llegó a Málaga arrastrando los polvos de la Champions, al menos Zidane, que todavía no está al tanto de las últimas teorías, la más sólida de todas: puede que fuese penalti, pero eso no se pita en el minuto 93. Ésta es una rama de la ciencia futbolística que viene teniendo éxito desde hace años para referirse al Madrid: cosas que son pero no deberían ser.

Zidane se queja, en fin, de polémicas que a muchos madridistas están rejuveneciendo una década. Y se ve que al Madrid una década no, pero sí al menos una temporada, por lo demostrado en Málaga. Arruinó al rival jugando como e...

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El Madrid llegó a Málaga arrastrando los polvos de la Champions, al menos Zidane, que todavía no está al tanto de las últimas teorías, la más sólida de todas: puede que fuese penalti, pero eso no se pita en el minuto 93. Ésta es una rama de la ciencia futbolística que viene teniendo éxito desde hace años para referirse al Madrid: cosas que son pero no deberían ser.

Zidane se queja, en fin, de polémicas que a muchos madridistas están rejuveneciendo una década. Y se ve que al Madrid una década no, pero sí al menos una temporada, por lo demostrado en Málaga. Arruinó al rival jugando como el año pasado, ahogándolo con la pelota y disfrutando en momentos insólitos de un fútbol tranquilo y feliz. Todo ello acabó en la jugada del segundo gol: un amago de Benzema, que parece que va a disparar y hace un cambio de pierna para dejar a Isco solo, el pase del malagueño y Casemiro a puerta vacía. Un juego descorchado.

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Isco había abierto el partido con una falta como la que disparó contra Italia con la selección. Hasta ahí persiguió el recuerdo de la Juve al Madrid. También Vallejo, más ordenado, menos nervioso, lo evocaba; si el miércoles pareció haber salido al campo con la camisa por debajo de la camiseta, de pura excitación nerviosa, ayer hasta se cruzó en el camino de Navas en un centro que casi le cuesta la cabeza. Jugó Theo, que no consigue hacer otra cosa que correr de arriba a abajo: es como tener un hipódromo en la banda, ajeno a todo. Y un poco Ceballos, al que se extraña como a un amor reciente, algo que está a punto de suceder y nunca pasa.

Pero el partido, especialmente en el segundo tiempo, lo llevaron entre Isco y Benzemá. El francés es como si ya se hubiese resignado a no marcar, y eso le quitase un peso de encima. No hay puntería y parece que ya ni siquiera hay ganas de tenerla; lo que sigue habiendo es un particular universo moral cerca del área en el que todas las decisiones son correctas y enganchan al resto de compañeros.

Es curioso este juego. La amenaza de implosión de hace unos meses permanece desactivada por la expectativa europea tras una liga para olvidar. Y sin embargo, pese a la dificultad de la machada (tres Copas de Europa seguidas) la sensación es que el Madrid podría permitirse un año sin títulos sin abrir una de esas crisis legendarias con las que amenizar el verano. También es verdad que las sensaciones, a las que ya se dedicaron en su momento un artículo, son esas cosas que se tienen antes de los resultados.

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