El ‘Libro de Estilo’ impone “ucranio”, los periodistas prefieren “ucraniano”
El uso del gentilicio es dispar en los textos y los ‘podcasts’ que publica EL PAÍS
Cristian Segura se instaló hace ya casi tres años en Kiev para contar en EL PAÍS la guerra de Ucrania, cobertura por la que se le acaba de conceder el premio Julio Anguita Parrado. Acudí a él esta semana para que me ayudara con una pregunta de los lectores que se repite desde la invasión: ¿por qué el periódico sigue usando el gentilicio “ucranio” y no “ucraniano”, el más extendido?
Se trata de una imposición del Libro de Estilo, donde se justifica con tres razones: “Su mayor brevedad, su mayor antigüedad en español (está en los diccionarios desde 1855, y ucraniano solo desde 1984) y su analogía con otros gentilicios de la zona usados en EL PAÍS (estonio, armenio, pero no estoniano, armeniano)”. Otros defensores que han revisado esta cuestión ya explicaron que obedece a una decisión de estilo, puesto que las dos acepciones son correctas.
El lector Andrés Redondo pide ahora que se reconsidere, porque esta particularidad del periódico “resulta cada vez más anacrónica y desconectada del uso real del idioma”. Lo que me convenció para abordar aquí este asunto tan tratado es que Redondo introduce un matiz: la disparidad entre lo que se publica en los textos y cómo hablan los periodistas que los escriben. “Ucraniano’ es, sin duda, la forma mayoritaria y natural en español, como se puede constatar tanto en el habla cotidiana como en los propios podcasts de su medio, donde se emplea espontáneamente, salvo cuando se hace un esfuerzo deliberado por evitarlo”, afirma.
—Considero que ucranio es una marcianada—, dice Cristian Segura.
No solo le da la razón al lector, sino que el periodista esgrime rápidamente varios argumentos a favor de modificar el manual de la Redacción. Entre ellos, coincide en que “ucraniano” se ha convertido en la fórmula común en la sociedad y añade que es la única en el ámbito diplomático, además de ser la acepción con la que se identifican los ciudadanos de Ucrania que hablan castellano y la que reclama insistentemente su Embajada en España. Él admite que cumple las normas del Libro de Estilo al escribir, pero cuando graba podcasts no le sale de forma natural. “Me resulta incómodo”, añade.
Lo mismo le ocurre a Óscar Gutiérrez, uno de los enviados especiales a Ucrania que desde 2022 sube a los escenarios para narrar su experiencia en el frente. “Tengo que forzar la máquina para decir ‘ucranio”, asegura, aunque cada día escriba o edite piezas en las que usa con soltura este gentilicio. “El lenguaje oral tiene que ver con el hábito”, reflexiona.
Por eso, él se inclina por cambiar la norma, como les ocurre a todos los periodistas consultados en la sección de Internacional. Desde la redactora jefa, Lucía Abellán, y el jefe de sección, Luis Doncel, a redactores como Sara Velert, Francisco Peregil, Gloria Rodríguez-Pina o Ignacio Fariza, todos consideran que el gentilicio utilizado se ha convertido en una rareza del periódico que nadie más usa.
Desde el inicio de la guerra, el exilio ha multiplicado por 200 las personas con pasaporte de Ucrania establecidas en España. El pasado 31 de diciembre eran 313.221, según el Gobierno. Margaryta Yakovenko, redactora en EL PAÍS Semanal, ya no forma parte de esa estadística porque obtuvo la nacionalidad española. Pero ella, como su familia y todos los compatriotas a los que conoce, siempre se ha identificado como ucraniana. “Cuando aprendí español, nadie me dijo que se podía decir de dos maneras”, añade. Por eso, ella aboga por cambiar de gentilicio.
Otra de las secciones involucradas en el vocabulario de la guerra es la Unidad de Edición. Su redactora jefa, Ana Lorite, añade a los argumentos anteriores las repercusiones en la corrección de los textos. “Como nadie más usa ‘ucranio’, es habitual que en los entrecomillados aparezca ‘ucraniano’ y eso nos crea un problema”, explica.
La entrevista al ministro de Exteriores, José Manuel Albares, publicada hace una semana, apenas unos días después del choque en el Despacho Oval entre Donald Trump y Volodímir Zelenski, resulta un buen ejemplo. Al ser interpelado por Ucrania, el ministro responde hablando del “pueblo ucraniano”. No se puede modificar la manera de expresarse de un entrevistado y de haber mantenido en las preguntas el otro gentilicio, el texto sería incoherente.
EL PAÍS es desde hace muchos años un medio que se lee, se ve y se escucha y por eso cualquier norma de estilo debería ser consistente en todos los formatos. Estas reglas que unifican la expresión del periodismo solo son útiles si están consensuadas por la Redacción que debe aplicarlas y no dificultan la tarea como ocurre en este caso. Creo que la petición resulta legítima y no parece que tenga sentido enrocarse en un léxico que no usa casi nadie más. Ni siquiera los lectores que comentan las noticias de Ucrania.
Este caso recuerda a lo que ocurrió en otro contexto de guerra, tras el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York en 2001 y la posterior invasión de Afganistán. Entonces, todavía se denominaba los talibán a la milicia integrista de este país. La palabra forma en pastún, un dialecto persa, el plural de talib, que quiere decir estudiante de una escuela religiosa. EL PAÍS fue entonces muy beligerante en defender esta denominación, pese a que en la calle se extendía el uso de “los talibanes”. Hasta que el académico Fernando Lázaro Carreter abogó en una de sus columnas por el plural a la española. Solo entonces se cambió el Libro de Estilo.
Lejos de esperar a que otro experto nos saque los colores, al preguntar a la dirección sobre una posible modificación del manual, cuya última edición impresa es de 2021, me he encontrado con que ya está en marcha. La Unidad de Edición prepara una revisión de algunos de los términos incluidos en el diccionario del libro. La directora, Pepa Bueno, confirma que en la larga lista de peticiones figura “ucranio”.
Para contactar con la defensora puede escribir un correo electrónico a defensora@elpais.es o enviar por WhatsApp un audio de hasta un minuto de duración al número +34 649 362 138 (este teléfono no atiende llamadas).