Todas las formas de patearse la Rioja Alta en otoño

Esta comarca vinícola recibe a andarines de ciudad entusiasmados por el claustro de una abadía cisterciense, a senderistas sorprendidos por los bosques de la sierra de la Demanda y a quienes hacen el Camino. Escojan la ruta que escojan, todas confluyen en Santo Domingo de la Calzada, en cuyo centro histórico sobresalen dos paradores: uno, un antiguo hospital de peregrinos del siglo XII y otro, un convento del XVI

A la Rioja Alta, la región más occidental de La Rioja, se va a andar en todas sus modalidades. Plano en mano callejean los andorreros en busca del monasterio de Nuestra Señora de la Anunciación, toda una abadía cisterciense en Santo Domingo de la Calzada –su municipio más monumental–, y de las terrazas de El Espolón, la zona de bares de vinos de este pueblo con catedral. Los senderistas se desplazan a la sierra de la Demanda, en el entorno de Ezcaray, a por setas y a por las explicaciones del guía Juan José Arguisjuela, que transita por caminos antiguos para el ganado. También se ven paseantes que deambulan entre los viñedos de Finca La Emperatriz, una bodega que organiza visitas al aire libre. Y avanzan fatigosos los peregrinos, que pasan por la puerta del parador de Santo Domingo de la Calzada, un antiguo hospital del siglo XII fundado para acoger a los viejos devotos del Camino de Santiago y que, desde 1960, cura a los caminantes de ahora con hospitalidad y con menestra, bacalao y vino.

Dentro del parador

Dos paradores para un pueblo

El parador de Santo Domingo de la Calzada, un antiguo hospital de peregrinos fundado en el siglo XII (al fondo), se inauguró en 1960 y tiene 60 habitaciones. Se ubica en la plaza del Santo, donde se encuentra la catedral (derecha) de la localidad que, con 6.242 habitantes, cuenta también con el parador de Bernardo de Fresneda, ubicado a 400 metros.

Un albergue de lujo

El parador Bernardo de Fresneda se ubica en el convento de San Francisco, un monasterio restaurado por Juan de Herrera en 1559. Erigido en una localidad con mucho turismo y etapa fundamental para peregrinos del Camino de Santiago, abrió en 2003, cuenta con 47 habitaciones y tiene un claustro de planta rectangular visitable. En el salón Río Cabado sirven desayunos con productos regionales.

Visitable

La iglesia del convento de San Francisco, de estilo herreriano. El parador de Bernardo de Fresneda ocupa una parte del monasterio. Todos los monumentos de Santo Domingo de la Calzada se pueden visitar con una pulsera turística que cuesta 9 euros.

Más kilómetros en menos tiempo

Unos clientes puertorriqueños inician en el parador de Santo Domingo de la Calzada una de las 14 etapas del Camino de Santiago que los lleva desde Roncesvalles hasta Santiago de Compostela en bicicleta eléctrica. El hotel cuenta con un espacio para la limpieza y custodia de estos vehículos no contaminantes.

Cocina regional

Una parte del restaurante del parador de Santo Domingo de la Calzada, en el que se sirve menestra, patatas a la riojana o quesos de la Denominación de Origen Cameros.

Grupos, bienvenidos

Una zona común del parador de Santo Domingo de la Calzada, que está equipado con salones para acoger eventos de empresa y presentaciones. El hotel permanece abierto todo el año.

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Santo Domingo de la Calzada tiene 6.242 habitantes, una catedral y dos paradores. A cinco minutos andando del antiguo hospital de peregrinos se encuentra el parador de Bernardo de Fresneda, en el convento de San Francisco. En el de Santo Domingo de la Calzada, el principal por historia y por tamaño, se alojan ocho puertorriqueños que están realizando el Camino en bicicleta eléctrica en 14 etapas. Se oye un taconeo en el comedor a las ocho de la mañana. Son estos amigos que pertenecen a un club de MTB (mountain bike) caminando con el calzado propio de los ciclistas para engancharse a los pedales. Salen con la calma, a las 8.30 pasadas –los peregrinos a pie ya casi se han ganado el cielo a esa hora–. “Amamos España”, dice una de las boricuas. Normal, acaban de desayunar en un hotel de cuatro estrellas en La Rioja.

No toda esta región vinícola está cubierta de viñedos. En el entorno de Ezcaray, un pueblo que pasa de los 2.055 habitantes censados a los 25.000 en verano, asegura el guía Arguisjuela, arrancan caminatas por la boscosa sierra de la Demanda: 10 años lleva este ingeniero forestal conduciendo a senderistas por rutas de montaña, pero que transcurren en las partes más bajas, en los barrancos que forman los ríos, en los alrededores de las aldeas, algunas ya sin población. Salidas por la sierra que Arguisjuela convierte en una clase a la intemperie de Ciencias Medioambientales.

—Esto que parece un sendero es un antiguo canal de riego, así desviaban el agua del río. El paisaje es cultura, lo cuenta todo. El camino está así irregular porque las vacas mueven las piedras.

Arguisjuela no abruma. Deja al visitante que pulule, que toque el musgo que cubre una piedra, que escuche por dónde pisa, que se deje arropar por el túnel natural que forman los árboles, que interprete cómo era la vida hace un siglo; que se entretenga solo. La ruta comienza en Urdanta, una de las nueve aldeas que pertenecen al municipio de Ezcaray. A medida que avanza por un camino ascendente en paralelo al riachuelo Rehoyo, va contando que el bosque se ha regenerado solo después de que el hombre dejara de explotarlo para coneguir madera y pasto o va señalando la cadencia del chopo, del abedul, del arce, a la hora de adquirir los colores otoñales.

El guía Juan José Arguisjuela al lado del riachuelo Rehoyo, en las inmediaciones de Urdanta, una aldea desde la que arrancan caminatas por zonas boscosas en la sierra de la Demanda.César Manso

Los grupos que forma Arguisjuela no sobrepasan los ocho senderistas y, por lo que cuesta un menú del día, los lleva por callejas (como se conocen a estos senderos escondidos en la zona) en las que cuesta encontrarse con alguien, a solo 10 minutos en coche de Ezcaray. “La gente se despreocupa, no tiene que ir con un mapa o mirar una app de rutas. Se les organiza el paseo”, afirma Arguisjuela, a los pies del pico de San Lorenzo (2.272 metros), el más alto de La Rioja. Y se les da barra libre de información.

Un plato de judías después de la caminata

Ezcaray es de los pocos pueblos de La Rioja que fija población, asegura este guía, uno de sus residentes. Queda algo de ganadería, pero vive del turismo –del senderista, del aficionado a los deportes de nieve (la estación de esquí de Valdezcaray está cerca) y del amante de comer y beber– y vive también de tres empresas de muebles que se han convertido en exitosas fábricas de butacas y asientos para estadios y que venden al extranjero.

Dos visitantes se asoman al mirador al Ebro conocido como Puerto Occidental, a la salida de la iglesia de Santa María la Mayor, en San Vicente de la Sonsierra.César Manso

Santo Domingo de la Calzada y Ezcaray, separadas por 13 kilómetros, van de la mano. El que va a comer caparrones con sus sacramentos (alubias rojas con productos del cerdo) a la sierra de la Demanda también visita el cristo yacente de Gregorio Fernández en la abadía cirterciense, a 250 metros del parador de Santo Domingo de la Calzada, que contribuye, junto con el de Bernardo de Fresneda, a “generar negocio, a impulsar la economía y el turismo”, afirma la directora de ambos hoteles, Pilar Iglesias, una zamorana asentada desde hace tres años en la región, que destaca el carácter amigable del riojano: “Acoge muy bien a la gente de fuera”, dice.

Marta, Miguel y Beatriz recomiendan

La ruta del acebal de Valgañón permite ver las bolitas rojas que empiezan a brotar de los acebos en otoño. Exige subir una cuesta, que se compensa con un bocata y un refresco en el tremendo prado verde que espera arriba. También se puede hacer en bicicleta.

Marta Albacete

Jefa de Recepción 32 años en Paradores

35 kilómetros de vía verde desde Haro hasta Ezcaray para montar en bici en medio de viñedos y campos de cereal. Se cubre en dos horas. Me gusta llevar a mis hijos como entrenamiento, luego subo solo hasta la estación de esquí de Valdezcaray, más exigente.

Miguel Tejeira

Jefe de comedor 23 años en Paradores

La ermita de la Virgen de Santa Bárbara, ubicada en un alto, y un solitario banco de piedra ejercen como un observatorio de Ezcaray y del valle del Oja. Un poco antes de subir a la cima hay un merendero cercado para que no entren las vacas. Es fácil cruzarse con ellas.

Beatriz Muñoz

Camarera 4 años en Paradores

Hace poco que comenzó la vendimia, una época propicia para visitar una bodega. No resulta fácil sorprender a quien ya ha estado en más de una. En Finca La Emperatriz, Arancha Gutiérrez, la responsable de enoturismo, sale al encuentro de los clientes, una forma de anunciar que la visita va a transcurrir al aire libre. “Entre los viñedos siempre pasa algo”, dice Gutiérrez al paso por un solitario nogal en el que habita un cuervo. Las hojas van tornándose rojas, la sierra de la Demanda vigila desde un flanco, en el otro se erige la cordillera Cantábrica. Las barricas son para otro día.

Viñedos en Finca La Emperatriz, una bodega visitable que se encuentra a siete kilómetros de Santo Domingo de la Calzada. Al fondo, el monte de San Lorenzo, el más alto de la sierra de la Demanda.César Manso

El enoturismo –ya maduro– ha entendido que la distinción se logra más por lo que pasa en el campo que por lo que sale de él. Hay, no obstante, tiempo para la cata en Finca La Emperatriz, incluso para acompañarlo de productos de la zona –”el cliente del parador aprecia mucho esta visita”, afirma Gutiérrez–, pero todo se eleva por ese rato en el que simplemente se deambula.

El vino se apodera del paisaje cuando se va hacia el norte de la Rioja Alta. En San Vicente de la Sonsierra, en la comarca de Haro, se erige la iglesia de Santa María la Mayor. Dentro aguarda Javi Pangua, un voluntario del pueblo que tiene la llave y el conocimiento de su retablo de estilo renacentista manierista de 16 metros de alto. Basta un mínimo interés –ponerse a leer una cartela o sacar el teléfono– para que Pangua se acerque al visitante y con sus explicaciones esta obra cobre vida, algo que casi logró Juan de Beaugrant cuando lo terminó, en 1550. Fuera espera un mirador al Ebro y a toda la región y a un puente medieval que lo cruza. Un descanso para el caminante.

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