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Coordinado por Juan Carlos Galindo

Ivy Pochoda: del squash y el griego clásico a la maestría en la novela negra

La autora estadounidense marca un estilo muy distinto dentro del género al tiempo que lucha para que se vea a las mujeres mucho más allá de su papel de víctimas

La novelista estadounidense Ivy Pochoda, el pasado 1 de abril en el Quais du Polar de Lyon.Paolo Bevilacqua

Nada o casi nada prefiguraba la sólida carrera que Ivy Pochoda ha desarrollado en el género negro con solo cuatro novelas. Ni sus estudios de griego clásico en Harvard, ni su carrera profesional en el mundo del squash (varias veces campeona de Estados Unidos, salón de la fama de su universidad por su desempeño con la raqueta), ni siquiera su primera novela, The Art of Disappearing, para la que ella había imaginado otras glorias literarias. Y, sin embargo, la escritora estadounidense fue una de las estrellas invitadas hace unos días al Quais du Polar de Lyon, ...

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Nada o casi nada prefiguraba la sólida carrera que Ivy Pochoda ha desarrollado en el género negro con solo cuatro novelas. Ni sus estudios de griego clásico en Harvard, ni su carrera profesional en el mundo del squash (varias veces campeona de Estados Unidos, salón de la fama de su universidad por su desempeño con la raqueta), ni siquiera su primera novela, The Art of Disappearing, para la que ella había imaginado otras glorias literarias. Y, sin embargo, la escritora estadounidense fue una de las estrellas invitadas hace unos días al Quais du Polar de Lyon, el mejor festival de novela negra de Europa.

Pochoda (Brooklyn, 46 años) tiene muy claro cuál es su camino, qué puede aportar su literatura a un género que se aparta poco a poco de la visión dogmática, reduccionista y esencialmente masculina de la mujer que le ha caracterizado desde la explosión del hard boiled de los años treinta en Estados Unidos. “Es esencial abordar a las mujeres fuera de la violencia, de la brutalidad; fijarse en la parte humana, en la vida, las pasiones, los intereses. Creo que a veces nos centramos demasiado en la violencia y nos olvidamos de la persona que la sufre. Y creo que las mujeres en la novela negra muchas veces son solo un cadáver para las estadísticas o la manifestación física de algo que un criminal muy molón ha hecho. Todavía hay demasiadas historias, aunque es verdad que está cambiando, en las que las mujeres se limitan a su carácter de víctima. Se trata de entender su vida al completo. Así que mis libros no están tan preocupados por el hecho violento como por toda la existencia, la vida que hay alrededor”, comenta, siempre rápida y certera en sus respuestas, elevando la voz por encima del bullicio del Palais de la Bourse de Lyon.

Podríamos considerar Esas mujeres (Siruela) como el compendio de todo el magma creativo de Pochoda. Ahí están las múltiples voces que tanto caracterizan su obra y que vienen de su educación clásica; ahí se mira a la mujer maltratada o asesinada y se trata de saber quién es, contar su historia; ahí se dignifica a la madre, también víctima, de una mujer desaparecida y su búsqueda de la verdad y, además, todo ocurre en una pequeña comunidad. Así explica ella cómo se une todo: “En Visitation Street [segunda novela, publicada en España por Malpaso] y en Esas mujeres hay personas que han desaparecido en comunidades pequeñas en las que cada uno va a tener una perspectiva de lo que ha pasado. La imagen que puede tener un policía no va a ser la de una madre. Ninguna está equivocada, son distintas, simplemente. De una u otra manera casi todos los lectores van a encontrar identificación en algunas de esas miradas”.

Las ciudades desempeñan un papel esencial en toda esta construcción. Asegura Pochoda que no tiene nada que ver escribir en su Brooklyn natal, donde vivió la gentrificación de la que habla en Visitation Street, con hacerlo en Los Ángeles, ciudad en la que vive ahora y donde transcurren sus últimas novelas. “Siempre digo que si quieres que tu barrio se gentrifique solo tienes que escribir una novela situada allí”, bromea sobre su gusto por elegir lugares que han empezado a experimentar esos cambios. Nunca, admite, ha dejado de buscar ese Brooklyn en el que creció, en el que su madre ha vivido durante 44 años.

Entre los múltiples personajes que pueblan las páginas de Esas mujeres, todas con su discurso y su fuerza, destaca la figura de Essie, una policía de cuerpo pequeño y mente enorme, con altas capacidades y un objetivo en la vida: resistir. “Quería poner a una mujer en un mundo de hombres, una mujer pequeña que ve todos los días distintas manifestaciones de lo que es ser una mujer en un mundo así sin ser necesariamente violada o asesinada, sino solo exhausta con el sexismo diario”, explica.

Vivir al lado de la bestia

“La negación, esa es la clave de este libro”, comenta sin esquivar el tema más complejo, el de las mujeres que viven con el monstruo y deciden mirar hacia otro lado. “Escribí sobre esto porque es una traición a la justicia y la humanidad que estos señores maten durante tanto tiempo porque nadie levanta la voz. No sé, lo pienso mucho y no lo entiendo. Es como la novia de Ted Bundy, que lo denuncia como el asesino en serie que todo el mundo busca y la policía le dice: ‘No te preocupes, no es él’. Y yo pensé: cómo vuelves a cenar ese día con él después de eso, después de que el sistema te haya dado la espalda”. Pochoda conoce bien el mundo del crimen en Estados Unidos, pero no es el asesino en serie quien le interesa. Ella mira y hace que el lector mire a otro lado. Lo mismo ocurre con la policía. “Cada vez más, especialmente con la violencia policial en Estados Unidos, es importante no glorificar a la policía. La policía no es mala, no todo el tiempo, pero no es la misión del género arreglar la brutalidad policial, eso les corresponde a ellos; nosotros tenemos que reflejarlo. Y eso implica hablar también de problemas sociales”.

En ese camino literario que pisa con tanta seguridad, Pochoda ha relacionado la novela negra con su formación clásica. “Me encantan los coros, me encanta cuando hay varias voces que dirigen la acción y creo que eso viene de las toneladas de dramas clásicos que he leído. Hay mucha violencia y violencia contra la mujer y ejercida por la mujer y creo que mi nuevo libro [Sing Her Down, se publica en mayo en Estados Unidos] usa ese tipo de violencia. Creo que, si bien hay gente que igual no se da cuenta, mis libros están organizados como dramas griegos”, aclara.

El squash le impuso a la joven Pochoda una disciplina que no ha dejado de usar en la soledad de la escritura. “Ahí estás tú solo, no tienes a nadie más, tienes que entrenar, mejorar, y si tienes un mal día es cosa tuya: tienes que seguir a pesar de todo. No puedes controlar que la gente compre tu libro, que se convierta en un best-seller, pero sí puedes intentar que sea lo mejor posible. Con el squash ocurre algo parecido: puedo no ganar un montón de dinero, pero si juego unos cuantos buenos partidos, habré hecho un buen trabajo”, remata enérgica.

Pochoda no hace series de novelas pero algunos de sus personajes saltan de un libro a otro, de manera discreta unas veces, de forma más evidente otras. Pertenece a la tribu criminal, con orgullo, y se reconoce, por ejemplo, en el Mystic River de Dennis Lehane, uno de sus padrinos. También recibe las loas de otras grandes figuras del género como Michael Connnelly o Laura Lippman. “Son mis amigos, así que más les vale”, bromea antes de explicar cómo funciona el grupo, cómo se apoyan y se divierten. Están escribiendo una página en la historia del género negro, aunque en el caso de Pochoda no fuera la idea inicial.

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