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Del tirador a la ciudad
Coordinado por Anatxu Zabalbeascoa

Diseñar con las comunidades, no para ellas

La revitalización de áreas urbanas y rurales vulnerables a manos del colectivo mexicano C733 se hace con el Premio Obel gracias a seis obras en 36 meses

Calles del centro de San Blas, Nayarit (México), en una imagen cedida por la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano de México.

El Premio Obel busca reparar el mundo. Impulsado desde la fundación danesa que lleva ese nombre, este reconocimiento internacional destaca proyectos arquitectónicos, urbanísticos, biológicos, tecnológicos o paisajísticos que ya han comenzado a transformarlo: el Water Graden, ideado por Junya Ishigami en Japón, sirvió para anunciar el galardón hace seis años. La comunidad levantada en Bangladés por Anna Heringer dejó claro que la colaboración con el ciudadano podía ayudar a dar vivienda a quienes no la tienen. La ciudad idea de 15 minutos de Carlos Moreno implementada en París premió la recuperación de la movilidad de barrio para expulsar los coches de los centros urbanos. Otras ediciones encumbraron el hormigón libre de carbono de Seratec o la recuperación de la diversidad marina.

Casa de Cultura de San Blas, Nayarit (México), en una imagen cedida por la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano de México.Luis Perez

¿Por qué quiere una fundación mejorar el mundo? Henrik Frode Obel (1942-2014) fue un empresario danés que amó el mundo. Proveniente de una familia de productores y empresarios del tabaco, él decidió explorar el planeta por su cuenta y, muy joven, partió de Aalburg, al norte de su país. Durante casi toda su vida vivió fuera de Dinamarca en varios países del globo. En Madrid, creo la empresa Madrid Pest Consultant, para lidiar con las plagas urbanas, que luego compraría Rentokil. Fue en España, y de la mano de su amigo Jørn Utzon, donde comenzaría a interesarse por la arquitectura. Dedicaría su fortuna a restaurar edificios y decidiría dejarla al servicio de mejorar el mundo. Con esa base, se creó el Premio Obel que, en esta sexta edición, ha recaído en las seis obras, concluidas en 36 meses, ideadas por el colectivo de arquitectos C733 que lideran Gabriela Carrillo, Carlos Facio y José Amozurrutia (del estudio TO), Eric Valdez (de Labg) e Israel Espin.

El polideportivo Solidaridad Helios, en Ciudad Acuña, Coahuila (México), en una imagen cedida por la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano de México.

Un jurado compuesto por Kjetil Trædal Thorsen del estudio danés Snøhetta; XU Tiantian de DnA _Design and Aechitecture; Wilhelm Vossenkuhl, profesor emérito de la Universidad Ludwig-Maximilians de München; Sumayya Vally del estudio de Johannesburgo Counterspace; Louis Becker del despacho de arquitectura danés Henning Larsen Architects; Aric Chen, del Nieuwe Instituut de Rotterdam; y Nathalie de Vries, del estudio holandés MVRDV, lo resume con sencillez: “El enfoque está en diseñar con las comunidades, en lugar de simplemente para ellas. Esto subraya la importancia de una arquitectura inclusiva y orientada a la comunidad para abordar las vulnerabilidades urgentes y crecientes tanto de las personas como del planeta”.

Así, al diseñar juntos, con un grupo fluctuante de ciudadanos, y al emplear sus propias destrezas para levantar los lugares compartidos, entre todos lograron reunir un equipo multidisciplinario de consultores, y lograron reducir un proceso que antes podía llevar años a tan solo unos meses, algo prácticamente inédito en los estándares actuales de la industria arquitectónica.

Ecoparque Laguna de Balacar, en Quintana Roo (México) en una imagen cedida por la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano de México.Luis Perez

Lo terminado en México es un comienzo. Las calles peatonales, el mercado o el Ecoparque de Bacalar, en Quintana Roo; la clínica y la nueva escuela elemental de Ayoxuxtla, en Puebla; la plaza, el centro deportivo o la nueva biblioteca de Xpujil, en Campeche; el Mercado Guadalupe de Tapachula, en Chiapas; o la casa de música de Nacajuca, en Tabasco son, más allá de un logro cívico, un legado: un faro que apunta al trabajo en equipo. Estas intervenciones evidencian la involucración del ciudadano en la construcción de un barrio e indican la posibilidad de que las instituciones estatales tiendan un puente entre las necesidades reales y las soluciones rápidas, capaces de ayudar no solo a sobrevivir sino también a vivir mejor a quien carece de mucho. Los arquitectos han trabajado de forma colaborativa entre ellos, con diversos grupos de ciudadanos y junto a la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano de México (SEDATU) en estos 36 proyectos de revitalización de áreas vulnerables por todo el país ideados, diseñados y construidos en menos de tres años: 36 proyectos en 36 años tan humildes como audaces y por eso transformadores.

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