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‘Rondallas’: un amable duelo colectivo a ritmo de folclore gallego

Daniel Sánchez Arévalo escribe y dirige este drama con un logrado tono agridulce sobre cómo superar la pérdida en comunidad y con música

Javier Gutiérrez, en 'Rondallas'.

Pocas cosas se antojan más impropias para un duelo que las panderetas, las gaitas y los cascabeles de las rondallas populares. Pero es precisamente ese destemple musical el encanto de ...

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Pocas cosas se antojan más impropias para un duelo que las panderetas, las gaitas y los cascabeles de las rondallas populares. Pero es precisamente ese destemple musical el encanto de Rondallas, sexto largometraje de Daniel Sánchez Arévalo, un drama amable y sentimental sobre cómo una localidad pesquera gallega supera el duelo del naufragio de un barco del pueblo reviviendo a su equipo de rondallas.

Con la tradición folclórica de esas bandas multitudinarias que tocan instrumentos de cuerda, percusión y gaitas de fondo, Sánchez Arévalo construye una película coral que, con un tono afable bien medido y estructurado, aborda asuntos tan dispares como la salud mental y la depresión juvenil, el marisqueo furtivo o el alcoholismo. Las películas de Sánchez Arévalo (AzulOscuroCasiNegro, Gordos, Primos, La gran familia española, Diecisiete) se caracterizan por ese cruce entre comedia y drama, y Rondallas incide en explorar un cine agridulce en sus emociones, realista en su fondo, para hablar de vacío, familia y comunidad.

Así, Rondallas avanza haciendo equilibrios con su tono. Propone un zigzag entre la sonrisa y la lágrima que persigue (y en gran medida consigue) a través de unos personajes que juegan al estereotipo, pero ofrecen personalidad y matices propios. Los dos pescadores supervivientes del naufragio que interpretan Javier Gutiérrez y Carlos Blanco podían caer en esos tópicos pero no ocurre. Bajo su actitud taciturna (Gutiérrez) y de borracho (Blanco), hay dos grandes intérpretes que hacen de contrapeso de las dos tonalidades de la película. La verdad tranquila que transmiten ambos se suma a la de María Vázquez y Tamar Novas, sus afinadas parejas de baile.

La idea de comunidad es importante en una película que apela al confort de las emociones a través de una utopía tradicional que tiene algo de fetichismo de pueblo: la imagen de una banda popular, con su tosquedad musical y coreográfica a cuestas, pero con su feliz mezcla de niños, jóvenes y ancianos.

Esa idea de grupo (expresada en un tablero de fichas de colores en un bar, en las reuniones de vecinos o en los planos generales de la explanada donde el pueblo ensaya sus números musicales) se erige como símbolo de lo que une a una comunidad marcada por la desgracia. Sánchez Arévalo trasciende lo local y lo hace sin necesidad de hurgar en exceso en las heridas de sus personajes, otorgándole el peso del dolor al duelo de una hija, por encima del de una esposa o un amigo. Le preocupan los personajes, pero más el conjunto, el fuego de lo común. Es esa calidez el gran mérito de una película capaz de transmitir el silencio y la ausencia a golpe de panderetas, gaitas y cascabeles.

Rondallas

Dirección: Daniel Sánchez Arévalo.

Intérpretes: Javier Gutiérrez, María Vázquez, Judith Fernández, Tamar Novas, Carlos Blanco, Marta Larralde, Fer Fraga.

Género: comedia, España, 2025.

Duración: 112 minutos.

Estreno: 1 de enero.

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