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‘Die My Love’: Lynne Ramsay fanfarronea con la maternidad con Jennifer Lawrence

La directora hace cine a borbotones. Nunca fluye. Su fragmentado modo de narrar le suele venir bien para crear desasosiego y, al momento, explosiones de júbilo

Jennifer Lawrence, en 'Die My Love'.

En uno de esos planos que un día fueron bonitos —cuando lo compuso el primero de los cineastas o, a lo sumo, el primero y el segundo—, y que ahora no pueden resultar más remilgados, cargantes y derivativos, una mujer pasea por un campo y acaricia con su mano las espigas de trigo, o las flores, o las hierbas altas, en un encuadre que corta las partes de arriba y de abajo de su cuerpo y en el que refulge la luz del sol.

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En uno de esos planos que un día fueron bonitos —cuando lo compuso el primero de los cineastas o, a lo sumo, el primero y el segundo—, y que ahora no pueden resultar más remilgados, cargantes y derivativos, una mujer pasea por un campo y acaricia con su mano las espigas de trigo, o las flores, o las hierbas altas, en un encuadre que corta las partes de arriba y de abajo de su cuerpo y en el que refulge la luz del sol.

Con Gladiator se hizo célebre la estampa, pero apostaríamos unos cuantos dedos a que Terrence Malick ya lo había filmado en Días del cielo, y lo volvería a rodar hasta el desmayo en El árbol de la vida. En el de Die My Love, sin embargo, hay una jugosa novedad: el personaje lleva un enorme cuchillo entre sus dedos. El simbolismo melancólico y trascendente vira así hasta una dimensión violenta, extraña, casi demente. Lynne Ramsay, su polémica directora, nunca fue de acariciar nada, y menos a los espectadores. El plano es una declaración de intenciones de su estilo. Ni una concesión. Cuchillo entre los dientes para reflejar una existencia volcánica: la de una joven madre que se hunde en la locura precisamente por serlo.

Ramsay hace cine a borbotones. Nunca fluye. Su fragmentado modo de narrar le suele venir bien a unas películas que no admiten la lógica de los comportamientos de sus criaturas. El objetivo es crear desasosiego y, al momento, explosiones de júbilo. Casi hasta confundirse unos con otros. El tema de Die My Love, siendo directos y francos, es la depresión posparto, pero a Ramsay nada le interesan la psicología ni la sociedad. Ni siquiera su personaje, al que maltrata de principio a fin. Solo le afecta su propia arrogancia para crear imágenes impactantes. Las logra, pero ¿a costa de qué? Las rugosas Ratcatcher (1999) y Morvern Callar (2002) pusieron en el mapa cinematográfico a esta escocesa de 55 años, cuando apenas llegaba a la treintena de edad. ¿Cine social? Mucho más que eso: navajazos de crueldad con una enorme potencia visual. Eso sí, con apuntes de una peligrosa gratuidad, refrendados más tarde en Tenemos que hablar de Kevin (2011), un magnífico compendio de las inmensas posibilidades de la puesta en escena y el montaje, de la imagen, el sonido y las músicas, aunque también un dislate acerca de la maldad y la maternidad, con un psicologismo de barraca de feria que llegaba a lo despreciable en el maltrato de sus criaturas.

Mucho de esto último, y también de lo primero, hay en Die My Love, protagonizada por una espectacular Jennifer Lawrence, en un papel de una enorme fisicidad sin demasiado diálogo, que la actriz estadounidense borda junto a un también estupendo Robert Pattinson. Ahora bien, esta vez hay algo más con lo que cabrearse (sí, el cine de Ramsay puede cabrear, y para eso también se ha de tener talento): la película, basada en Matate, amor, novela de 2012 de la argentina Ariana Harwicz, se mira tanto en otro trabajo mayúsculo que, por comparación, deja al de la escocesa en poco o nada.

Si alguien no ha visto Una mujer bajo la influencia (1974), de John Cassavetes, podrá decir mil cosas acerca de Die My Love, pero solo serán paparruchas. Ramsay puede pensar que la homenajea, pero solo la saquea (incluso copia la secuencia de la comida posterior a su estancia “en el manicomio”). Y su labor es mucho más extravagante, tramposa y fútil. Nunca tiene la densidad dramática de Cassavetes.

Lo que sí hay es vacuo esteticismo y cargante visceralidad. Imágenes, sonidos y músicas que, desgajadas del conjunto, tienen, cómo no, cierto (o inmenso) lirismo, gracias a una gran selección de canciones que siempre suenan desde dentro del relato, a su inventiva para la dirección, y al prodigioso trabajo de Seamus McGarvey, su director de fotografía. Pero hablar de la maternidad, sus miedos y sus dificultades con esta sarta de descuidos, explicitudes, bailes, abrazos, constantes ladridos de perro, fornicaciones y gritos, es simplemente fanfarronear con el arte y con el ser humano.

Die My Love

Dirección: Lynne Ramsay.

Intérpretes: Jennifer Lawrence, Robert Pattinson, Sissy Spacek, Nick Nolte.

Género: drama. EE UU, 2025.

Duración: 118 minutos.

Estreno: 14 de noviembre.

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