Santa, autoritaria, baluarte de los pobres e implacable antiabortista: el festival de Venecia descubre a otra Madre Teresa
La película ‘Mother’, de Teona Strugar Mitevska, muestra en el certamen un retrato más real de la monja, fruto de 15 años de investigaciones, viajes y entrevistas
El ser humano no para de equivocarse. Cosas de la vida terrenal, la perfección solo pertenece a los santos. O ni eso: resulta que hasta la inmaculada Madre Teresa de Calcuta caía en fallos, excesos y contradicciones. La monja ya no está aquí para confirmarlo ―o desmentirlo―, pero la cineasta Teona Strugar Mitevska lo sostiene con cierta seguridad: lleva 15 años investigando a su figura, ...
El ser humano no para de equivocarse. Cosas de la vida terrenal, la perfección solo pertenece a los santos. O ni eso: resulta que hasta la inmaculada Madre Teresa de Calcuta caía en fallos, excesos y contradicciones. La monja ya no está aquí para confirmarlo ―o desmentirlo―, pero la cineasta Teona Strugar Mitevska lo sostiene con cierta seguridad: lleva 15 años investigando a su figura, hablando con quien la conoció y trabajó con ella. Y con todo eso filmó Mother, que inauguró la sección Horizontes del festival de Venecia.
Alberto Barbera, director artístico del certamen, lo presentó como “un retrato no convencional”. En efecto, el largo descubre a una mujer comprometida con su misión de ayudar a los pobres a toda costa: incluida la de su entorno. Bondadosa, altruista, enérgica. También severa, autoritaria, inflexible. Y duramente antiabortista. Una sorpresa para muchos. Aunque ya habían surgido voces críticas contra la gestión económica de su orden, y acusaciones de ser amiga de dictadores o no dar cuidado profesional a los enfermos. Quizás la luz tan cegadora de Madre Teresa impidiera ver sus sombras. Aunque las que descubre Mother no pretenden cancelar su mito: la santa, simplemente, era real.
“Todas las dudas planteadas en la película vienen de su diario, que cubre sus periodos oscuros. La verdad, o la realización, nunca es unidimensional. Hay que cuestionar para saber”, apunta la cineasta. La creadora macedonia empezó a investigar a su compatriota ―aunque muchos la crean india, Madre Teresa nació en Skopje― por una serie que le encargó la televisión nacional de su país. Entonces, pudo entrevistar a las últimas cuatro monjas que habían colaborado con la santa. De una filmación, así, surgió otra. “En ese momento, descubrí a la persona verdadera. De golpe, ante mí se alzaba una mujer sorprendentemente moderna: ambiciosa y audaz, una directora ejecutiva, una rebelde, una Robin Hood”, agrega. Siguió leyendo, buscando, investigando y hasta viajando. Pero el núcleo del proyecto nunca cambió: “Las complejidades de su carácter, las anécdotas de las cuatro hermanas y su diario, que revela sus pensamientos íntimos y dilemas más profundos sobre temas fundamentales como el amor, la maternidad, la fe o la ambición”.
De todo ello hay un poco en Mother. La película narra una semana en la vida de Madre Teresa, en agosto de 1948, en Calcuta. Es decir, justo antes de que arranque la leyenda: acaba de pedir permiso al Papa para dejar su monasterio y crear su propia orden. Mientras espera el sí que necesita para socorrer a millones de marginados, se pasa el día ayudando a todos los que pueda. Su entrega a la misión se muestra igual que su fe: ciega. Demasiado importante lo que hay en juego como para admitir concesiones: a sí misma, por supuesto, pero tampoco a su equipo. A la familia solo se le visita una vez cada 10 años: ni la muerte de algún ser querido merece una excepción. Cualquier apego que no sea hacia Dios queda prohibido. El filme insinúa que ella misma pudiera sentir, y reprimir, pulsiones en ese sentido. A una monja le reordena el cuarto, porque recolocarlo a propio antojo también es una pasión vetada. A otra le obliga a devolver una nueva máquina para echar cuentas más rápidamente. “Tenemos que ser precisas”, avisa.
“La secuencia en que rechaza usar esa máquina para mí encierra su esencia. Alguien centrada en lo que cuenta de verdad, consciente de que distracciones externas pudieran desviar su misión. Era la general de un ejército de mujeres, de las que esperaba devoción absoluta, nada menos de lo que se exigía a sí misma. Instituyó un sistema de rotaciones: cada hermana cambiaba de puesto cada dos o tres años, con tan solo una semana de preaviso. No le preocupaban las opiniones de los demás”, agrega la directora. Lo sufre sobre su propia piel una de las monjas en la película. Convoca a la madre superiora entre lágrimas y confiesa un desliz: se ha quedado embarazada. Dice que es amor, se desespera, suplica ayuda. Pero la santa ni se inmuta. Al revés, la aísla. Tanto que la joven, desconsolada, se resuelve a abortar. “Solo lo sabremos tú, yo, y el doctor”, le propone a Madre Teresa. “Y Dios”, responde la implacable santa. El único momento de la película en que sonríe de verdad es cuando el Vaticano al fin le otorga el visto bueno.
“Una hermana nos contó que cada vez que Madre Teresa entraba en un cuarto recolocaba los muebles: era una filosofía de desapego. En las reglas de su orden, insistió en que las monjas no poseyeran nada”, señala Strugar Mitevska. En otra entrevista, una joven monja española le contó que sumarse a la causa de la santa le había dado “libertad”. De las expectaciones de que tuviera casarse con alguien; de afeitarse, algo que odiaba; de tener que llegar a compromisos con ciertas imposiciones de la sociedad. “Lo que me hizo pensar: ‘¿Cuántas mujeres hace 10 años, o más aún hace 100, encontraron libertad dentro de la iglesia? Es una idea controvertida, pero puedo entenderla”.
De ahí que parte de la dureza de Madre Teresa tal vez surgiera como respuesta a la sociedad patriarcal. “Soy una mujer en un sistema regido por hombres”, apunta en el filme. “Hombres, hombres, hombres”, se lamenta en otro momento. Hasta la santa perdía los estribos ante tanta desigualdad. La misma que impulsó a la propia directora a prorrogar tanto este proyecto: “He tenido que cumplir 50 años para tener el valor de un Xavier Dolan [cineasta canadiense] de 18. Esa es la ironía ―y la tragedia― de las mujeres de mi generación: la falta de confianza para ser, hacer, osar". Gracias a Madre Teresa, la cineasta ha abrazado la fe más importante: en sí misma.