Penélope Cruz hasta hace de Raffaella Carrà

La actriz canta, baila y encarna en italiano a una ‘mamma’ en ‘L’immensità’, de Emanuele Crialese. ‘The Whale’, de Darren Aronofsky, propone un extraordinario y descarnado retrato de la obesidad y la soledad

Penélope Cruz llega a la proyección de 'L'Immensità', en el festival de Venecia.Foto: TIZIANA FABI (AFP) | Vídeo: EPV

La cámara siempre ha amado a Penélope Cruz. La cuida, la disfruta, la admira. Tras tantas aventuras juntas, ambas se conocen de sobra. Y, aun así, siempre descubren algo nuevo. Tal vez por eso, en el arranque de L’immensità, el foco se acerca a milímetros del rostro de la actriz, en busca de algún destello escondido. Aunque la auténtica revelación llega unas secuencias más tarde: suena Prisencolinensinainciusol, de Adriano Celentano. Y la intér...

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La cámara siempre ha amado a Penélope Cruz. La cuida, la disfruta, la admira. Tras tantas aventuras juntas, ambas se conocen de sobra. Y, aun así, siempre descubren algo nuevo. Tal vez por eso, en el arranque de L’immensità, el foco se acerca a milímetros del rostro de la actriz, en busca de algún destello escondido. Aunque la auténtica revelación llega unas secuencias más tarde: suena Prisencolinensinainciusol, de Adriano Celentano. Y la intérprete baila desenfrenada en la piel de Raffaella Carrà.

Pocas extranjeras se atreverían a encarnar a tamaño mito de la música italiana. Y, más en general, a convertirse durante una hora y media en una mamma en Roma, con cambio de idioma incluido. El año pasado, Cruz trajo a la Mostra de Venecia dos papeles, y se llevó una copa Volpi a la mejor actriz. En esta edición repite doblete —protagoniza En los márgenes, de Juan Diego Botto—. Está claro que el festival, e Italia, la han adoptado. Sin embargo, L’immensità, de Emanuele Crialese, no fue recibida con los brazos tan abiertos.

“Ha sido una suerte haber estudiado francés antes que inglés. A los 18 me empezaron a llamar de Italia y aprendí la lengua. Da mucho más trabajo, pero ayuda para acercarte a un personaje y su manera de comunicar. Me siento afortunada de actuar en cuatro idiomas. Aunque la única vez que quizás pude perder el acento del todo fue en No te muevas [de Sergio Castellitto]. Pero fue un trabajo de cinco meses de llorar y querer estrangular al profesor y él a mí”, afirmó Cruz ante la prensa. Para sus respuestas, le bastó desplegar el español y el inglés. Y no hubo lágrimas. Solo aplausos y sonrisas.

Penélope Cruz en un fotograma de 'L'Immensità', de Emanuele Crialese.

L’immensità se centra en una chica a la caza de su lugar en el mundo. La llaman Adriana, pero ella se siente Andrea (nombre masculino en Italia). Y el vínculo con su madre, además de la pasión de ambas por danza y música, parece el único oasis de una vida que no la entiende. “Las dos están atrapadas. En un cuerpo, un matrimonio, sí mismas... No tienen escape, plan B. El único es la televisión, que les conecta con soñar, bailar, con otro mundo, algo más cerca de lo que creen que son”, dijo Cruz respecto a su personaje. Y sobre la recurrencia con la que cría hijos en la pantalla, agregó: “He representado a tantas madres… cinco solo con Pedro Almodóvar. Tengo un instinto maternal muy poderoso. Desde los cinco años ya decía: lo seré lo antes posible. Y me fascina mucho lo que sucede dentro de cada familia”. Aunque la actriz subrayó que el filme también habla de “violencia doméstica”.

De izquierda a derecha, Darren Aronofsky, Brendan Fraser y Samuel D. Hunter antes de la rueda de prensa de 'The Whale', en Venecia. Joel C Ryan (Joel C Ryan/Invision/AP)

Toda la jornada de concurso en la Mostra, en el fondo, estuvo dedicada a los hijos. Recuperar a su pequeña Ellie es lo único que le queda a Charlie, un hombre en la fase final de su hundimiento. Pero, de paso, The Whale, de Darren Aronofksy, ofrece a los espectadores uno de los retratos más descarnados e incómodos de la soledad, la obesidad y el derrumbe que se recuerden. Con emoción y arte, con verdad, sin condescendencia. Y Brendan Fraser muestra un tamaño y una interpretación enormes, a la que muchos ya asignan premios.

Les enfants des autres, de Rebecca Zlotowski, en cambio, parte de un enfoque distinto: Rachel aprende a encariñarse con la hija de su nueva pareja a la vez que reflexiona sobre su maternidad. ¿Puede querer de verdad al hijo de otro? ¿Y por qué entonces desea uno propio? Una perspectiva original, y hoy cada vez más actual. Tanto que al parecer está inspirada en la relación entre la directora y su compañero de profesión Jacques Audiard. Pero la sigue un desarrollo previsible, inocuo. Y eso que describe la revolución más arrolladora de la vida.

Algo parecido lastra L’immensità. Nada disgusta, pero nada tampoco asombra. Ni el guion, ni la dirección, ni las interpretaciones. “Es la película que siempre he querido hacer”, ha repetido Crialese. La prensa italiana, de hecho, lleva días interrogándose sobre sus tintes autobiográficos. De tanto esperar, sin embargo, es probable que el cineasta haya llegado tarde. Porque, mientras, adolescentes en crisis de género e identidad, madres compasivas y padres violentos ya han llenado otras historias. Las coreografías familiares a lo Raffaella Carrà y algunos momentos íntimos entre madre e hijos destacan como lo mejor del largo. Pero es improbable que haga mucho rumore en el palmarés.

The Whale, al revés, se reserva un sitio en la noche final del certamen. Quizás, incluso en más galas de la temporada. “Muchos de nosotros han perdido tanto estos años. Y ha habido un corte en las conexiones humanas. Esta obra habla de meterse en la piel de los otros y es lo que necesita el mundo”, afirmó Aronofsky. Aunque, para el creador, el confinamiento también sirvió de inspiración: “No me parecía responsable hacer un gran filme. Pero para este solo necesitaba a cinco actores. Y pensé:Vamos a ver qué sucede si me limito a un apartamento y un personaje poco móvil”.

Fraser, en un fotograma de 'The Whale'. AP

Lo que ocurrió fue The Whale, adaptación de la obra teatral homónima y casi autobiográfica de Samuel D. Hunter. Y el regreso de Aronofksy a Venecia, donde triunfó con El luchador y Cisne negro, pero también se estrelló: su Madre es la película más abucheada de la historia reciente del festival. Esta vez, solo ha habido aplausos.

La pantalla se vuelve cuadrada. Y tan solo muestra un espacio: la casa de Charlie. El espectador, de inmediato, está atrapado. Igual que el protagonista, encerrado en sus errores y en una tragedia que le llevó a comer hasta construirse una cárcel de 260 kilos. “Es casi poético que el trauma que sobrelleva se manifieste a nivel físico”, defendió Fraser. Aunque su mente viaja con absoluta agilidad, y lleva consigo al público a lugares profundos, ocultos dentro de cada uno. Como dijo Aronofksy: “No se puede juzgar a un libro por una portada, a un personaje por la primera impresión”. Él mismo reconoció que era un pensamiento obvio. Probable. Pero, aun así, quiso compartirlo con todo el mundo. Por algo será.

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