Benjamín Prado cree que el poeta y el cocinero tienen mucho en común. “Él elige ingredientes, yo elijo palabras. Los dos tenemos la intención de cambiar las percepciones de quien come, de quien lee”, asegura el escritor. Pablo Neruda es, para el madrileño de 57 años, un autor que potencia esa conexión. “Descubrió que se pueden hacer grandes odas no al océano, no al crepúsculo, sino a una cebolla, a un caldo de congrio, a unas tijeras o a unos calcetines”, agrega. Con esa misma convicción Prado se ha reunido con el chef vasco Diego Guerrero para escribir un poema mientras el cocinero guisa un calamar con una receta original en la que no usa más ingredientes que salmuera y aceite de oliva. Presentaron el resultado el pasado miércoles con una fiesta en Dspot, el estudio creativo de Guerrero en la capital.
“Él tenía que escribir un plato y yo tenía que construir un poema que hablara de esa relación entre la cocina y el taller del poeta”, explica Benjamín Prado. Esa creación, titulada Comer un poema o escribir un plato, es la primera de una serie de experiencias, en colaboración con Cervezas 1906, titulada Historias para una inmensa minoría, en las que el escritor dialogará con artistas de otras disciplinas.
En la cocina de Guerrero dieron rienda suelta a su talento. “Hemos entendido que hay muchas cosas parecidas en nuestros procesos, sobre todo la creatividad, cómo intentamos llegar a la esencia de las cosas para provocar sensaciones. Conmover a las personas que quieren dejarse conmover”, relata Guerrero, que abrió su primer restaurante DSTAgE en Madrid en 2014,con dos estrellas Michelín, tras una década a cargo de la cocina del Club Allard, un referente gastronómico de la capital.
Inmensa minoría
Las personas que se dejan conmover, “que quieren probar cosas nuevas, entre ellas, la sensación de que se convierte en alguien nuevo precisamente por ir por otros caminos y probar otras cosas” es lo que Prado llama “una inmensa minoría”. Ese es precisamente el lema de Cervezas 1906. “Una inmensa minoría es una cantidad de gente que no se mide con números, que se mide con ideas. No es un lugar vetado ni elitista”, concluye Prado.
La sorpresa es parte esencial de esa ambición por conmover. “Cuando alguien se come un calamar y ve que ese producto puede ser otra cosa o lee dos palabras y se da cuenta de que al unirlas crean una tercera cosa”, relata Prado. Versos y utensilios se movían mientras Guerrero cocinaba la receta de calamar con muy pocos ingredientes, un plato original que abre el menú de su restaurante. “Mientras trabajaba, le miraba las manos. La manera en que maneja las cosas es de una delicadeza máxima. Es de manos de pianista”, recuerda Prado.
El invento sabe a calamar sin tener su forma ni su textura. Sabe a mar dentro de una cuchara, como cuenta Prado en el poema. En la pieza que ha escrito da con otra conexión entre cocina y lírica. “La tinta hace invisible al calamar / visible al poema”, recita. “Pero los dos cuentan la misma historia / y los libros cerrados / y los platos vacíos / y la gente brinda / son su final feliz”, continúa el poeta, que reivindica la lentitud en una sociedad que va deprisa. “Que uno se siente tranquilamente a experimentar cada cosa, a beberse una buena cerveza y percibir un sabor distinto o a leer un poema y tomárselo con calma. En este mundo apresurado reivindicar la lentitud del placer es casi revolucionario”.
Comer un poema o escribir un plato
Diego Guerrero y Benjamín Prado
Tú pretendes que el mar quepa en una cuchara;
yo que dentro de un verso se cocine el idioma.
Tú consigues que existan viajes para el olfato,
música en el sabor,
bandejas como islas donde rompen las olas;
yo imagino un manjar para el oído,
en que cada palabra saboree sus letras
y siga con los ojos a aquellos que la miran,
igual que los retratos de un museo.
La tinta hace invisible al calamar
y visible el poema;
pero los dos cuentan la misma historia,
y los libros cerrados
y los platos vacíos
y la gente que brinda
son su final feliz
Abres una cerveza
y encuentras dos mensajes:
vivir calma la sed
y nadie está tan cerca como aquellos que escriben
sus nombres en la espuma.