Más que sexo
Hay una serie que logra combinar sexo y amor sin asesinar la imaginación: 'Masters of Sex'
Una de las escenas más eróticas del cine es el baile de Harrison Ford y Kelly McGillis en aquel granero mal iluminado en Único testigo. Canta Sam Cook y, coartados por la presión puritana de los amish, bailan sin apartar la mirada del otro y sin lograr esconder un deseo que lucha en solitario por doblegar a la razón. Como en la mejor literatura, la ilusión está en lo que no existe, en lo que no se dice, en lo que ocurre sólo en esa zona entre el corazón y la camisa donde el pálpito nunca puede amortiguarse. La canción Wonderful World se ha colado desde un terco transistor, y ...
Una de las escenas más eróticas del cine es el baile de Harrison Ford y Kelly McGillis en aquel granero mal iluminado en Único testigo. Canta Sam Cook y, coartados por la presión puritana de los amish, bailan sin apartar la mirada del otro y sin lograr esconder un deseo que lucha en solitario por doblegar a la razón. Como en la mejor literatura, la ilusión está en lo que no existe, en lo que no se dice, en lo que ocurre sólo en esa zona entre el corazón y la camisa donde el pálpito nunca puede amortiguarse. La canción Wonderful World se ha colado desde un terco transistor, y la libertad con que fluye su letra apasionada reivindica todo lo que se juega entre la represión y el amor.
Lo contenido, lo imposible, lo que no se hace, lo que no se toca, pero se ve, porque es imposible esconderlo, suele ser más arrebatador que la acción. En el cine, entiéndanme. Y que me perdone Sharon Stone.
Hay una serie, sin embargo, que logra combinar sexo y amor sin asesinar la imaginación: Masters of Sex. La investigación del sexo como disciplina por parte de los protagonistas convierte la trama en una especie de entomología obligada del cuerpo, que, pese a todo, también libra su batalla. Si se quieren, lo disimulan, porque el sexo entre ellos debe ser cosa de ciencia, cables, recuento de palpitaciones y de constantes vitales. Pero la pugna entre deseo y obligación, amor y ambición, progreso y convención, la han convertido en una serie de grata fuerza narrativa que trata más sobre la debilidad que sobre el sexo (¡y valga la redundancia!). Y retrata esa América pseudoperfecta donde el amor homosexual o interracial escandaliza, pero pide paso.
Lo sé, hay cosas mucho más importantes en qué pensar, como Plutón o Irán, pero merecemos algo más. O menos: refugiarnos en un asunto que, admitámoslo, ocupa nuestros silencios más íntimos sin salir en las noticias. Arranca la tercera temporada en Canal + Series. Y es bienvenida.
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