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Eutanasia masiva o mandarlas a China: el caso de 30 belugas y dos orcas muestra que prohibir la exhibición de cetáceos no basta

La situación de estos cetáceos en Canadá, Francia y España refleja cómo las leyes de bienestar animal se quedan cortas a la hora de garantizar el futuro de estos animales una vez que se prohíbe su exhibición

Sobre las 30 belugas que viven en el parque acuático de Marineland, en Ontario (Canadá), pesa una amenaza de muerte, que, de momento, han conseguido esquivar. El centro de entretenimiento cerró sus puertas en 2024 debido al bajón de visitantes y los propietarios aseguran que no se pueden hacer cargo de ellas. Mientras tanto, ...

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Sobre las 30 belugas que viven en el parque acuático de Marineland, en Ontario (Canadá), pesa una amenaza de muerte, que, de momento, han conseguido esquivar. El centro de entretenimiento cerró sus puertas en 2024 debido al bajón de visitantes y los propietarios aseguran que no se pueden hacer cargo de ellas. Mientras tanto, dos orcas permanecen en Antibes (Francia) en un limbo incierto a la espera de que se defina su futuro después del cierre de otro acuario, también de Marineland. Estos casos evidencian que, incluso en países con leyes de bienestar animal avanzadas, dichas normas se quedan cortas a la hora de garantizar el futuro de los cetáceos una vez que los gobiernos prohíben su exhibición o los establecimientos cesan su actividad por causas económicas u otros motivos.

Los parques acuáticos de China se han convertido en el destino más habitual para deshacerse de estos mamíferos ―delfines, orcas y belugas, principalmente― cuando los zoos no los quieren o pueden mantener. En enero se trasladó a los ocho delfines del zoológico de Madrid a unas instalaciones más modernas de la isla de Hainan, el mismo lugar al que se enviaron en septiembre los ocho ejemplares del parque de aventura Selwo Benalmádena (Málaga). Abrieron camino, en 2022, los nueve delfines de Aquopolis Costa Dorada, tras el cierre de las instalaciones.

Andrea Torres, bióloga y coordinadora del Área de Animales Salvajes de la fundación FAADA, advierte del “sin sentido” de estos traslados. “Es como decir: vale, aquí arreglamos el problema y sentenciamos a los animales a que estén en igual o peores condiciones de explotación en otro lugar, por mucho que cuenten con las últimas tecnologías”.

El Gobierno canadiense se ha negado a adoptar esta solución por el mismo motivo que aduce Torres. Las belugas serían utilizadas en shows, algo prohibido en ese país desde 2019, aunque sin efectos retroactivos, por lo que el acuario de Ontario podía seguir en funcionamiento. En Francia esta práctica se vetó en 2021, mientras que en España, aunque la ley de bienestar animal prohíbe el uso de animales salvajes en los circos, se sigue permitiendo su exhibición en parques acuáticos y también su reproducción, lo que prolonga el problema con nuevas generaciones de cetáceos.

Un estudio de la China Cetacean Alliance, una coalición internacional de organizaciones que trabajan en la protección y conservación de cetáceos, advierte del boom de los parques acuáticos en la potencia asiática, con una legislación que no contempla el bienestar animal para satisfacer las necesidades de los cetáceos en cautiverio. El país alberga a más de 1.300 cetáceos en cautividad en unos 99 parques acuáticos, entre ellos 34 orcas.

China permite, además, la importación de ejemplares capturados en estado salvaje bajo ciertas condiciones de investigación, cría o educación, algo desterrado en Europa y en la mayoría de países del mundo. Como no existe una prohibición explícita, las ONG piensan que puede ser una puerta de entrada de cetáceos atrapados en el océano en los parques temáticos.

Maneesha Deckha, profesora de derecho en la Universidad de Victoria (Columbia Británica), utiliza el caso de las belugas como ejemplo de las dificultades que aparecen a hora de brindar una protección efectiva a los animales. Deckha explica en un artículo que la amenaza de sacrificar a estos ejemplares “refleja el vacío ético del sistema legal canadiense en lo que respecta a los animales”. La normativa “aún permite”, que los dueños maten a sus animales porque son considerados “propiedad”.

En Europa, las orcas Wikie, de 24 años, y su hijo Keijo, de 12, viven en un limbo en el parque acuático de Marineland, en la costa azul francesa, cerca de la ciudad de Cannes. El centro se clausuró en enero, de forma que los dos ejemplares ya no realizan espectáculos para entretener a los miles de visitantes, pero no han sido reubicadas, al igual que una docena de delfines. Las condiciones en las que viven han sido objeto de críticas por varias ONG.

Loro Parque, el único zoológico de Europa en el que se exhiben orcas, se ofreció para recibirlas, pero el convenio internacional CITES, que regula el comercio de especies de flora y fauna amenazadas se opuso a su envío. El centro considera que es la única opción que les queda a los animales “ante la alternativa de la eutanasia planteada en Francia” y ha interpuesto un recurso contencioso-administrativo, porque no han conseguido que se les remita el informe que pone en duda la idoneidad de sus instalaciones.

La opción de los santuarios en la naturaleza ―una bahía cerrada donde podrían vivir en semilibertad― se abre camino, pero es una posibilidad todavía lejana. Organismos como Animal Justice y World Animal Protection abogan por enviar a las 30 belugas a un santuario en Port Hilford, localidad ubicada en la provincia de Nueva Escocia. Pero las instalaciones solo podrían albergar a entre 8 y 10 ejemplares (de una sola especie o belugas y orcas separadas) y a partir del próximo verano, porque aunque cuentan con la autorización del Gobierno provincial, aún necesitan los permisos de las autoridades federales.

Los dueños del parque de Ontario se niegan a que sus animales sean transportados al santuario, ya que consideran que el lugar no es seguro desde el punto de vista medioambiental; también han puesto en entredicho el plan financiero del recinto. Marineland no respondió a las solicitudes de entrevista de este diario.

La solución dista de ser sencilla por los choques y opiniones discordantes entre el Gobierno federal, las autoridades provinciales y los dueños del centro de entretenimiento. Nadie se imaginaba este final en 1961, cuando este parque acuático, ubicado muy cerca de las cataratas de Niágara, abrió sus puertas. En sus épocas de máximo apogeo llegó a contar con 1,5 millones de visitantes anuales. Pero en los últimos lustros el número de visitantes se redujo drásticamente, hasta que al final de la temporada de verano del 2024 cerró por problemas financieros.

A la cada vez mayor conciencia ciudadana sobre el maltrato animal se sumó una larga lista de denuncias contra Marineland. Un dato lo refleja con crudeza: desde 2019 han muerto dentro de sus instalaciones 19 belugas y una orca. El parque argumentó que los decesos obedecían a sus ciclos de vida.

En septiembre, los propietarios de Marineland solicitaron al Gobierno federal autorización para enviar a las 30 belugas a un parque ubicado en la ciudad china de Zhuhai. Pero el Ministerio de Pesca y Océanos de Canadá se lo denegó. La ministra, Joanne Thompson, señaló que la aprobación hubiese significado “perpetuar el trato que han recibido estas belugas”.

Dos días después, pidieron a Thompson apoyo económico para cuidar a los animales, con ultimátum incluido: en caso de no recibir una respuesta positiva antes del siete de octubre, los animales serían sometidos a eutanasia. Amenaza que no se ha cumplido de momento, pero parece haber servido para que los ánimos se aplaquen.

La ministra ha invitado a Marineland a presentar un nuevo plan, señalando su disposición a otorgar un permiso si es el mejor escenario para las belugas. De hecho, la ley aprobada en 2019 contempla excepciones al veto de exportación por razones científicas o si es en beneficio de los cetáceos. El Gobierno de Ontario también ha pedido a las autoridades federales que reconsideren su negativa respecto al traslado de las belugas a China.

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