El gato montés, el felino olvidado, afronta su desaparición en el centro y sur de la Península

Los científicos piden que se catalogue a la especie como amenazada en las áreas en las que se está extinguiendo. En el norte y noreste todavía quedan poblaciones saludables

Ejemplar de gato montés en Riaño (León), en julio de 2024.

El gato montés, uno de los grandes olvidados de las políticas de conservación, es cada vez más difícil de observar en amplias áreas del centro y sur de la península Ibérica, sobre todo en la zona occidental. Afronta una desaparición silenciosa a la par que el otro felino peninsular, el lince ibérico, sale del peligro de extinción. En el norte y el noreste (cordillera Cantábrica y Pirineos), el mamífero ―de mayor tamaño ...

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El gato montés, uno de los grandes olvidados de las políticas de conservación, es cada vez más difícil de observar en amplias áreas del centro y sur de la península Ibérica, sobre todo en la zona occidental. Afronta una desaparición silenciosa a la par que el otro felino peninsular, el lince ibérico, sale del peligro de extinción. En el norte y el noreste (cordillera Cantábrica y Pirineos), el mamífero ―de mayor tamaño que el gato doméstico y con una cola surcada por unos anillos oscuros― todavía mantiene poblaciones saludables. En esa debacle, se ha extinguido o su estado es crítico en casi toda Extremadura, incluso en espacios protegidos como Doñana (Huelva), Monfragüe (Cáceres) y Sierras de Tejeda y Almijara (entre las provincias de Granada y Málaga). Detrás de esta decadencia están la escasez de conejos, los atropellos, la caza furtiva, la hibridación con gatos domésticos e incluso la reintroducción del lince, que desplaza o mata a los gatos salvajes al considerarlos competencia, indica el biólogo y personal investigador de la Universidad de Granada José María Gil.

El gran problema es la falta de estudios científicos completos sobre la especie: ni se conoce su situación demográfica real, ni lo que está ocurriendo con certeza. Sin esos datos, no existe una base para catalogar al depredador como amenazado, lo que obligaría a la Administración pública a adoptar medidas de conservación concretas. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) incluye al gato montés europeo dentro de su Lista Roja en la categoría de “menor preocupación”, pero en una de sus últimas actualizaciones advierte sobre esas lagunas de conocimiento, la gran fragmentación que existe en las poblaciones y la mala situación de la especie en el área mediterránea de la península Ibérica.

Hembra de gato montés con un cachorro, en Sierra Arana (Granada).

En España se considera de interés especial, “es decir, no se puede matar, pero tiene la misma protección que una golondrina y, sin desmerecer a ninguna especie, debería estar catalogado en alguna categoría de amenaza (vulnerable o en peligro) en el área mediterránea [la mayor parte de España, excepto la franja norte]”, indica el investigador Gil, experto en estos animales. Los datos globales más actualizados que existen parten de un sondeo en el que participa Gil, que se puso en marcha hace cinco años y que acaba de finalizar. Todavía están analizando la información recopilada en 170 puntos de 2.000 hectáreas cada uno, pero ya pueden afirmar que “si se traza una diagonal en un mapa desde Galicia a Almería, la población que queda por debajo de esa línea está extinta o muy mal”, apunta.

La iniciativa, coordinada por Emilio Virgós, profesor de la Universidad Rey Juan Carlos y experto en carnívoros, surgió cuando los investigadores españoles y portugueses comenzaron a detectar la caída de población y decidieron unir fuerzas. “Ha salido adelante gracias a la participación de los voluntarios”, remarca Virgós en referencia a la falta de ayuda de la mayor parte de la Administración pública. El muestreo realizado es como una fotografía, “de donde se puede sacar un patrón, pero hay que continuar, estudiar más áreas y llevar a cabo un seguimiento. Si dejas pasar 30 años igual no quedan gatos y el esfuerzo de reintroducción de una especie es tremendo y puede no funcionar”, añade.

Estudios puntuales

Existen otros estudios, pero son puntuales y de zonas concretas. En 2021, científicos del Instituto de Investigación de Recursos Cinegéticos (IREC-CSIC), liderados por Pablo Ferreras, y de la Universidad de Málaga y del CIBIO-Universidad de Oporto estimaron la densidad media poblacional del gato montés en el Parque Nacional de Cabañeros, ubicado en Ciudad Real y Toledo. Los valores que recogieron se encontraban entre los más bajos descritos para la especie en Europa. “A pesar de tratarse de un espacio con la máxima protección”, recalca Ferreras. Probablemente, detrás de esa caída se encuentre la falta de conejos ―el alimento preferido de los linces del área mediterránea― debido a enfermedades como la hemorrágica, una enfermedad viral altamente contagiosa que afecta únicamente a los conejos domésticos y silvestres. La dieta de los ejemplares que viven en zonas más boscosas se compone sobre todo de micromamíferos como ratones, ratas, topillos…

Otra investigación liderada por el bombero forestal Francisco Gómez Chicano ha confirmado que el felino ya no campa por tierras gaditanas. Durante los cinco años que duró el estudio (2018-2023) desarrollado en los parques naturales de Los Alcornocales y Sierra de Grazalema no consiguieron encontrar huella del felino. Obtuvieron 5.184 registros por fototrampeo de diferentes especies, pero ninguno fue de gato montés. La Estación Biológica de Doñana del CSIC también está desarrollando un proyecto en la comarca de la Montaña Palentina con el objetivo de estudiar la ecología y el estado de conservación del felino, que está previsto que concluya en 2028.

En cambio, en Cataluña, donde no hay lince y el gato montés es el único felino salvaje existente, sus poblaciones son saludables. “La información que hemos recopilado apunta a que no está en peligro”, responde Eric Serratosa, técnico del Grupo de Recerca en Carnívors de Catalunya (FELIS-ICHN). Desde 2020 recogen información de una forma estandarizada, con la ayuda de voluntarios y la participación de la Generalitat. Tienen instaladas 400 cámaras de fototrampeo y llevan a cabo, además, análisis genéticos de los excrementos en las dos áreas en las que vive el gato: una se encuentra en los Pirineos y el Prepirineo, que es bastante continua, y la otra al sur de Cataluña, en el límite con Aragón, que parece desconectada de la de los Pirineos y más vinculada con las poblaciones de Aragón, las del Maestrazgo.

En este tiempo han diferenciado genéticamente a 112 individuos, de los que nueve presentaban “una ligera hibridación con el gato doméstico y cinco eran híbridos de primera generación”. La mezcla de ejemplares salvajes con domésticos no parece encontrarse en el origen del declive en otros lugares de España, pero es un gran peligro. En Escocia, este cruce genético ha llevado a casi la total desaparición del gato salvaje.

Los expertos consideran que la especie no se puede perder, no solo porque está amenazada, sino por ser un animal muy peculiar de Europa ―donde viven tres felinos salvajes: dos especies de linces, el ibérico y el boreal, y el gato montés―. Hasta hace poco tiempo se consideraba que el gato montés europeo formaba parte de un conjunto en el que se encontraban también el gato africano y el asiático, pero se ha comprobado que son tres especies diferentes.

“El gato montés no deja de ser un ejemplo de la mala gestión de la fauna en el país, una especie que desaparece y nadie se da cuenta. Y este felino tiene la suerte de que hay unas pocas personas a las que nos gusta, pero imagínate la de pequeña fauna que se está perdiendo”, advierte Gil. Pero a pesar del oscuro escenario, el científico considera que se puede remontar con políticas adecuadas, “porque los gatos más amenazados, los mediterráneos, todavía conservan algún reducto en zonas montañosas como Sierra Morena oriental, la cordillera Bética, el sistema Ibérico, cordilleras levantinas y el sistema Central oriental”.

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