El raro mamífero con trompa y patas palmeadas: el desmán ibérico se enfrenta a su extinción
La especie, única de la península Ibérica, es una joya de la evolución que ha perdido hasta el 70% de la superficie que ocupaba hace tres décadas
Es pequeño, rechoncho, con apariencia de rata, excepcional buceador, hocico en forma de trompa, de hábitos nocturnos y uno de los grandes olvidados de la naturaleza en España. El desmán ibérico (Galemys pyrenaicus) comparte con otros mamíferos, como el lince o el oso, ser exclusivo de la península Ibérica y estar en peligro, pero no atrae tantos recursos para su conservación, a pesar ...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
Es pequeño, rechoncho, con apariencia de rata, excepcional buceador, hocico en forma de trompa, de hábitos nocturnos y uno de los grandes olvidados de la naturaleza en España. El desmán ibérico (Galemys pyrenaicus) comparte con otros mamíferos, como el lince o el oso, ser exclusivo de la península Ibérica y estar en peligro, pero no atrae tantos recursos para su conservación, a pesar de que ha perdido el 70% de su área de distribución desde 1990 y su declive continúa imparable. Si se perdiera, desaparecería una joya de la evolución ―en el mundo solo existe otro: el desmán ruso―, que necesita agua limpia y oxigenada; hábitats sin fragmentar en ríos de corriente rápida que mantengan el caudal en verano, sin grandes presas y con riberas intactas donde refugiarse. Unos requisitos complicados de reunir en la actualidad, que se agravan con las sequías cada vez más frecuentes debido al cambio climático. El último diagnóstico realizado por el Ministerio para la Transición Ecológica este año es tan pesimista, que los modelos predictivos señalan que la especie se podría extinguir en el corto plazo (entre 10 y 30 años) si no se actúa de forma inmediata.
Ángel Fernández González, biólogo, consultor ambiental y uno de los mayores expertos en España de la especie, recuerda cuando desmán vivía tiempos más felices y su abuelo le decía: “No entiendo como te puedes ganar la vida con esa rata”. Le gustaba la pesca y conocía a los desmanes que vivían en el parque natural de Somiedo (Asturias), cuando capturaba truchas a vara fija, una técnica antigua que obliga a los pescadores a permanecer quietos durante mucho tiempo, lo que facilitaba el encuentro con la esquiva especie. Entonces el micromamífero era abundante allí, pero ahora ha quedado relegado a un par de cabeceras de ríos. “Su tendencia es negativa en todos los lugares de España donde sobrevive”, concreta el biólogo, que está elaborando una actualización del estado de conservación de la especie encargada por el ministerio.
Ante el desastroso resultado, el departamento de Teresa Ribera convocó este 11 de marzo al grupo de trabajo de la especie, formado por las comunidades autónomas y el Estado, al que también se invita a expertos. “Hubo unanimidad en que la situación requiere una reacción inmediata”, explica Ricardo Gómez, jefe de servicio de Vida Silvestre de la subdirección general de Biodiversidad Terrestre y Marina del ministerio. Entre las medidas que se consideran imprescindibles destaca la lucha contra el visón americano ―especie exótica invasora y uno de sus principales depredadores―, catalogar a toda la población en peligro crítico de extinción, porque en la actualidad solo está considerada así la del Sistema Central, a punto de expirar, mientras que el resto cuenta con un grado menor de protección. También se estudian otras actuaciones como fomentar la cría en cautividad, algo que todavía no se ha logrado.
Las migajas en núcleos diminutos
“Es nuestro ornitorrinco, parece que está hecho de trozos de otros animales y se nos está yendo a una velocidad pasmosa”, corrobora Jorge González Esteban, biólogo y consultor ambiental, que también trabaja en el proyecto y que participó en el primer inventario de la especie a principios de los noventa del siglo pasado. En ese momento ya existía declive, pero “era impensable que llegáramos a un punto como el actual”, porque la distribución era amplia todavía.
Tampoco se le pasaba por la mente a Félix Rodríguez de la Fuente cuando grabó al “increíble desmán de los Pirineos”, que no había sido “filmado jamás en la naturaleza” para un capítulo de la emblemática serie El Hombre y la Tierra. Lo describía como “un extraño topo de agua, que captura larvas de insectos acuáticos” y necesita “aguas cristalinas”. El cambio actual es tan drástico, que “antes el área de distribución se podía representar como una barra de pan entera, con una población continua, y ahora solo tenemos migajas repartidas en núcleos pequeñísimos”, describe González Esteban.
Esas migajas se distribuyen en cinco emplazamientos en España, Portugal, Francia y Andorra. El occidental se extiende por el norte de Portugal, Galicia y la parte occidental de Asturias, León y Zamora; el cantábrico por la zona oriental de Asturias, León, Cantabria y Palencia; el pirenaico por ambas vertientes de los Pirineos; el del Sistema Ibérico por La Rioja, Burgos y Soria, y el del Sistema Central, uno de los más amenazados, por Ávila y Cáceres. Las poblaciones noroccidentales son las que se encuentran en mejor estado, porque los ríos continúan relativamente conectados.
El investigador del Instituto de Biología Evolutiva del CSIC, Jose Castresana, señala que existe “muy poco conocimiento sobre la especie, que es muy singular desde el punto de vista evolutivo”. En el mundo solo viven dos tipos de desmanes, el ibérico y el ruso. “Es una joya evolutiva y supone una gran responsabilidad para los países donde lo tenemos”, sostiene.
Mediante análisis genéticos, Castresana ha constatado que “el panorama es bastante peor que el esperado”. El desmán, explica, parte de una de las diversidades genéticas más bajas de todos los mamíferos, “más que el lince o que el visón europeo [ambas especies en peligro de extinción]”, lo que los hace menos resistentes para enfrentarse a cambios ambientales o enfermedades. “Esta característica tiene que ver con la evolución de la especie y no se ha generado ahora, probablemente viene de las épocas glaciales, cuando debieron quedar pocos ejemplares”, aclara.
A ello se une la endogamia, “un factor que sí es producto de la alteración que ha sufrido su hábitat, que impide a las poblaciones conectar entre ellas debido a las barreras, de forma que los desmanes de los tramos altos de los ríos no tienen ningún pariente en las partes bajas”, describe. Con el análisis del ADN de pelos del animal han constatado que existen altos niveles de endogamia porque se han estado cruzando durante décadas entre parientes muy próximos, entre hermanos, primos hermanos... “Es una situación muy triste, y un problema que se sospechaba, pero sin llegar a una magnitud como la que hemos visto”, concreta Castresana. Desconoce si este alto índice de endogamia juega un papel fundamental en la desaparición de la especie, “pero no es un dato halagüeño, porque puede afectar a la fertilidad y llevar a la extinción”, asegura el científico.
¿Se está a tiempo de salvar a la especie? “Como en cuatro años no hayamos puesto en marcha las acciones principales, nos quedamos sin desmán”, plantea Ramón Pérez de Ayala, miembro de la ONG conservacionista WWF, que está apoyando el proyecto de recuperación. “El panorama es peor que cuando empecé a trabajar con el lince, ni siquiera se sabe cuántos ejemplares hay”, advierte. A pesar de la difícil situación, los expertos coinciden en que se está en la buena línea y existe un consenso entre las administraciones para aplicar medidas urgentes. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) también se ha puesto en marcha y está organizando una estrategia transnacional entre los cuatro países en los que habita el desmán ibérico para abordar su conservación. Pero, “habría mejores perspectivas si hubiéramos empezado en 1990, ahora es el momento de las medidas desesperadas”, plantea el biólogo Jorge González Esteban.
Puedes seguir a Clima y Medio Ambiente en Facebook y X, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal