Las emisiones de metano del sector energético siguen en máximos históricos cebando la crisis climática
La Agencia Internacional de la Energía destaca que algunos países, como EE UU, Canadá y los miembros de la UE ya han aprobado planes para reducir las fugas de este potente gas de efecto invernadero
Las emisiones de metano (CH₄) del sector energético mundial alcanzaron niveles récord durante el pasado año, según los datos aportados por la Agencia Internacional de la Energía (AIE) este miércoles. Este potente gas de efecto invernadero, pese a ser responsable de ...
Las emisiones de metano (CH₄) del sector energético mundial alcanzaron niveles récord durante el pasado año, según los datos aportados por la Agencia Internacional de la Energía (AIE) este miércoles. Este potente gas de efecto invernadero, pese a ser responsable de alrededor del 30% del calentamiento acumulado desde la Revolución Industrial en el planeta, ha estado fuera del foco de los acuerdos climáticos internacionales hasta hace poco. En 2021, coincidiendo con la cumbre del clima celebrada en la ciudad escocesa de Glasgow, se fraguó una alianza de un centenar países que se comprometían a reducir un 30% las emisiones mundiales de este compuesto en 2030. Uno de los sectores en el que los expertos ven más fácil lograr disminuciones considerables es en el de la energía (los otros grandes emisores relacionados con las actividades humanas son la agricultura y ganadería). Sin embargo, pese a la sucesión de anuncios y compromisos en los últimos años, la curva de estas emisiones sigue sin torcerse. El metano expulsado por los combustibles fósiles continúa sin caer y, por lo tanto, cebando la crisis climática.
La Agencia Internacional de la Energía estima que las emisiones de este sector energético alcanzaron los 130 millones de toneladas en 2023. Las fugas de la industria del petróleo —durante las operaciones de extracción y transporte, por ejemplo— supusieron 50 millones de toneladas. Le siguen los trabajos relacionados con el carbón (40 millones) y con el gas natural (30 millones). Otros 10 millones se corresponderían con la combustión de biomasa. Las emisiones del pasado año aumentaron respecto a las de 2022 y son similares a las de 2019, cuando se marcó el récord histórico, ha destacado la AIE.
“Es esencial reducir las emisiones”, ha advertido en un encuentro virtual con prensa internacional Christophe McGlade, jefe de la Unidad de Suministro de Energía de la AIE, el departamento responsable de este estudio sobre este potente gas de efecto invernadero. Pese a estos datos, la AIE mantiene un cierto tono optimista. “Se espera que los esfuerzos para reducir las emisiones de metano se aceleren en 2024″, asegura esta agencia internacional. Porque, recuerda, unos 200 gobiernos acordaron en Dubái, durante la última cumbre del clima, “reducir sustancialmente las emisiones de metano para 2030″. El informe presentado este miércoles apunta a que “si todos los compromisos” asumidos “por los países y las empresas hasta la fecha se implementan en su totalidad y a tiempo, sería suficiente reducir las emisiones de metano de los combustibles fósiles en un 50% para 2030″.
El aspecto más positivo es que esas promesas ya se están traduciendo en iniciativas regulatorias para frenar las fugas de metano en algunas naciones, como en Estados Unidos, Canadá y los 27 miembros de la Unión Europea. El problema, ha apuntado McGlade, es que muchos otros países (la mayoría) aún no cuentan con “planes detallados de implementación” para cumplir. Y quedan menos de seis años para llegar a 2030, el año que se ha marcado como fecha para todos los compromisos.
Agricultura y combustibles
Las emisiones totales de metano anuales en la Tierra alcanzaron los 580 millones de toneladas. Alrededor del 40% se corresponden con fuentes naturales, como humedales, y tras el 60% restante está la mano del hombre. La agricultura y la ganadería (con actividades como las plantaciones de arroz o las granjas de vacunos) suponen unos 145 millones, frente a los 130 del sector energético que calcula la AIE.
Si se quiere cumplir con la meta más ambiciosa el Acuerdo de París —que el aumento medio de la temperatura global no supere los 1,5 grados respecto a los niveles preindustriales— la AIE calcula que se necesita una reducción del “75% en las emisiones de metano de los combustibles fósiles para 2030″. Que se ponga tanto énfasis en el sector de los combustibles fósiles tiene sentido práctico, porque las fugas de este gas en este caso suelen ser puntuales, es decir, proceden de fuentes bien identificadas, como pueden ser unos pozos de extracción de petróleo o un tramo de gasoducto. Algunas filtraciones son accidentales, pero otras son venteos intencionados en los que, además, se desperdicia el metano, el principal componente del gas natural. En el caso del carbón, controlar esas fugas es algo más complicado.
En cualquier caso, la AIE considera también que es “extremadamente rentable” luchar contra estas fugas. “Alrededor del 40% de las emisiones de metano de las operaciones de combustibles fósiles en 2023 podrían haberse evitado sin coste neto, ya que el valor del metano capturado era superior al coste de la medida necesaria para evitarlas”, apunta esta agencia. “Reducir las emisiones de metano de los combustibles fósiles en un 75% para 2030 requeriría alrededor de 170.000 millones de dólares, menos del 5% de los ingresos generados por la industria de los combustibles fósiles en 2023″, recalca la AIE.
Por países, China es el país que más metano expulsa. Le siguen Rusia, Estados Unidos —el principal emisor si se tienen en cuenta solo las operaciones de petróleo y el gas—, Irán, Turkmenistán, India y Venezuela.
Una de las claves para luchar contra estas fugas es el control a través de satélites, que ha aumentado la “transparencia”, ha destacado McGlade. Estos satélites están “facilitando la identificación y abordaje” de estas filtraciones. Además, “están llenando los vacíos e incertidumbres que hay en los datos al proporcionar información que de otro modo podría quedar fuera” del foco público. La AIE destaca, por ejemplo, el satélite lanzado la semana pasada al espacio diseñado específicamente para la detección de fugas de la industria del petróleo y gas, un proyecto comandado por la ONG estadounidense Fondo de Defensa Medioambiental (EDF, sus siglas en inglés).
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