25 grados en invierno: otra nueva normalidad
Los expertos vinculan los fenómenos extremos, desde la borrasca ‘Filomena’ a las altas temperaturas de este invierno, cada vez con más seguridad a la crisis climática
Las llamativas imágenes de bañistas en el Cantábrico ataviados con gorros de Papá Noel, que se dieron un chapuzón para recibir el año aprovechando temperaturas insólitas de 25 grados en invierno, pueden hacer mucha gracia, pero en realidad no tienen ninguna porque los termómetros deberían haber marcado el 1 de enero 11 grados menos en Bilbao y 12 menos en San Sebastián. En el lapso de un año, dos inviernos consecutivos, España ha vivido ...
Las llamativas imágenes de bañistas en el Cantábrico ataviados con gorros de Papá Noel, que se dieron un chapuzón para recibir el año aprovechando temperaturas insólitas de 25 grados en invierno, pueden hacer mucha gracia, pero en realidad no tienen ninguna porque los termómetros deberían haber marcado el 1 de enero 11 grados menos en Bilbao y 12 menos en San Sebastián. En el lapso de un año, dos inviernos consecutivos, España ha vivido una nevada histórica, la ola de frío más dura en 45 años y una ola de calor en enero. ¿Se debe a la variabilidad natural del tiempo sin causas antropogénicas, como alegan los negacionistas, es esto normal? No lo es, aseguran los expertos que, a falta de estudios de atribución, lo vinculan “sin lugar a dudas” al cambio climático.
Este episodio de calor en invierno ha sido calificado por la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) de “extraordinario” y “anómalo” tanto por su intensidad ―con temperaturas en su conjunto seis grados superiores a las habituales y hasta 10 grados en Nochevieja, propias de abril o mayo y en algunas zonas como en Galicia, de julio― como por su duración ―del 27 de diciembre al 3 de enero―. Analizando los registros del Banco de Datos Nacional Climatológico, la agencia concluye que fueron los días más cálidos para la época desde que existen registros.
Durante esos ocho días se tumbaron nada menos que 36 récords de calor en invierno, tanto de temperaturas máximas como de mínimas. “Es muy destacable que Segovia y Salamanca pulverizasen su récord de máxima mensual por 3 y 2 grados ―lo habitual hasta ahora era que los récords se superaran apenas por unas décimas―, que Bilbao alcanzase 25º en diciembre por primera vez en la historia y que en A Coruña, Pontevedra o Lugo el 1 de enero se batiese tanto el récord de máxima como de mínima”, explica Rubén del Campo, portavoz de la Aemet.
La clave de estas temperaturas inusualmente altas, detalla el portavoz de la Aemet, fue la llegada desde el Caribe de una masa aire que ya era cálida en origen, que atravesó un Atlántico más caliente de lo normal y que se recalentó una vez en la Península por un fenómeno denominado subsidencia. “Nunca habíamos tenido hasta la fecha una masa de aire tan cálido sobre España por esas fechas”, constata Del Campo, para subrayar que “la causa última de lo sucedido encaja perfectamente con una situación en la que el planeta está más caliente”.
En la misma línea que Del Campo, el también meteorólogo de la Aemet Juan Jesús González Alemán afirma que este episodio, que se habría traducido en una durísima ola de calor de haber ocurrido en verano, está asociado “sin lugar a dudas” y “con toda probabilidad” al cambio climático. “Yo no tengo ninguna duda, como no la tiene nadie que se dedique a esto”, asegura. “Hay una extensa bibliografía que explica cómo el cambio climático está detrás de un aumento de la frecuencia e intensidad de las olas de calor en verano y de los episodios de calor en invierno, así como de inviernos en general más cálidos”, argumenta. Aunque de forma cualitativa es un hecho que la mano del hombre está detrás de este caso concreto, para cuantificar en qué medida se necesitan “estudios de atribución profundos y específicos”, en los que se compare su probabilidad en un clima no modificado y en el actual, como recuerdan ambos meteorólogos.
Para Del Campo, lo más llamativo es que no ha pasado “ni un año” desde que España sufrió la quincena más fría de enero en 35 años y ahora, la semana más cálida en al menos 70 y, entre medias, una ola de calor en agosto en la que se alcanzaron los 47,4º en Montoro, el récord histórico de temperatura de España. “Todo esto cuadra a la perfección en un escenario en el que, a causa del cambio climático, los fenómenos extremos, antes muy poco frecuentes, van a más”. A su juicio, 2021 ha sido “un año paradigmático en cuanto al cambio climático en España” por otros muchos episodios, entre los que cita las inundaciones en el Ebro, con tres veces más agua de la normal en el Cantábrico y el norte de Navarra entre la segunda quincena de noviembre y la primera de diciembre.
González Alemán asegura que lo anómalo de esta situación se ve perfectamente cuando se colocan Filomena y este calor en un gráfico donde se representan todos los eventos meteorológicos con su frecuencia asociada. “En un clima preindustrial, normal y estable, la mayoría de los días están en el centro de la curva, mientras que los fenómenos extremos suceden cada muchos años”, explica. Así, Filomena tendría menos del 0,1% probabilidades de ocurrir y lo de este invierno, como no ha sucedido nunca desde los años setenta, que existen satélites, y con algunos récords mayores en localidades específicas, “aún menos”. “La curva se está desplazando hacia temperaturas cada vez más altas”, advierte.
Junto con el evidente aumento de las temperaturas a nivel global, que está muy estudiado, otro problema menos conocido y más complejo es la variabilidad climática, “con una curva que se está deformando y un clima muy loco que pasa muy rápidamente y con frecuencia de un extremo a otro”, sostiene González Alemán. “Todo esto indica que algo está pasando y cada vez hay más voces que señalan que el cambio climático también afecta a la variabilidad”, alerta. “Todo esto son señales inequívocas y forman parte ya de un clima que no conocemos y que se comporta de formas diferentes”, concluye, para recordar que 2021 ha sido anómalo a escala global, con los récords de 49,6 grados en Canadá en julio y de 19,4 grados en Alaska en diciembre. “Los récords, climáticamente hablando, se baten cada 10 o 20 años, esto de batirlos cada dos por tres, de un extremo a otro en tan poco tiempo y por tanta diferencia es realmente anómalo”, reitera.
“Lo que ha pasado en 2021, un año extremadamente variable, no es normal. Bienvenidos a la nueva era climática”, sentencia González Alemán. Con este petardazo de cierre, la Aemet asume que el año pasado acabará siendo probablemente catalogado como cálido, con lo que será el octavo consecutivo con temperaturas superiores al promedio normal. “Será la primera vez que durante un periodo tan prolongado todos los años son cálidos en nuestro país”, subraya Del Campo. Si se observan solo los inviernos, cinco de los seis últimos han sido cálidos o muy cálidos o extremadamente cálidos, incluido del invierno pasado a pesar de Filomena, y con el de 2019 a 2020 como el más cálido desde que hay registros. En lo que se refiere a récords de días cálidos y días fríos, 13 jornadas de 2021 fueron las más cálidas para su fecha desde 1950, mientras que ningún día fue el más frío para su fecha, a pesar de las bajísimas temperaturas registradas tras la borrasca Filomena. En la última década, se han batido 11 veces más récords de calor que de frío.
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