El extraño viaje de los búhos árticos que aterrizaron en Asturias

Los expertos se cuestionan por qué dos rapaces de hábitats polares han volado hasta el cabo de Peñas, mientras decenas de curiosos los observan

Uno de los ejemplares de búho ártico que han llegado a Asturias, fotografiado el 14 de noviembre en Gozón.Juan Villar Sordo/SEO Birdlife

Asturias tiene dos nuevos vecinos muy reconocibles para los expertos en aves rapaces o para los aficionados a Harry Potter. Se trata de una pareja de búhos nivales o del Ártico, dos ejemplares blancos con algunas manchas negras y grandes ojos de color ámbar, como el que acompañaba al joven mago, que desde el pasado fin de semana se encuentran por la zona de Gozón, un área costera cercana al cabo de Peñas. Estos anima...

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Asturias tiene dos nuevos vecinos muy reconocibles para los expertos en aves rapaces o para los aficionados a Harry Potter. Se trata de una pareja de búhos nivales o del Ártico, dos ejemplares blancos con algunas manchas negras y grandes ojos de color ámbar, como el que acompañaba al joven mago, que desde el pasado fin de semana se encuentran por la zona de Gozón, un área costera cercana al cabo de Peñas. Estos animales habitan en ecosistemas muy distintos al del Principado de Asturias, de modo que los ornitólogos y especialistas se preguntan cómo han podido llegar a estas latitudes. Mientras tanto, decenas de curiosos de toda España, a quienes se les pide respeto para estos pájaros, han acudido hacia estos parajes con cámaras y catalejos con el objetivo de observar a estos invitados inéditos.

El primer avistamiento de uno de ellos se produjo el pasado sábado y de inmediato las fotos y la información comenzaron a correr por redes sociales y teléfonos, hasta el punto de que desde entonces una gran cantidad de interesados ronda lugares como las playas de Verdicio o Llumeres, por donde se ha visto a ambas rapaces. La bióloga Arancha Marcotegi, de la empresa de observación de aves Birdwatch Asturias, explica que se llegó a constatar la presencia de tres de estos ejemplares árticos, pero uno de ellos murió “exhausto” en Cantabria. Los otros dos se han ido acostumbrando a los entornos asturianos y mantienen sus rutinas de caza crepuscular, aunque no tan nocturna como sus primos los búhos reales españoles, en busca de roedores o pequeños animales desprevenidos. Marcotegi añade que su hábitat normal es la tundra ―región polar de vegetación baja―, ya sea en Groenlandia, el norte europeo o el norte americano, así que no cree que aguanten un largo periodo en España, por mucho que se acerque el invierno. Tampoco deberían ascender a zonas montañosas, más frías, donde tendrían muchas más competidoras y no podrían criar en el suelo, como acostumbran, por los depredadores potenciales.

Las dudas de los especialistas radican en cómo han aterrizado en Asturias. Esta bióloga especula con que, al no ser “grandes migradoras”, han podido sentirse agotadas durante un desplazamiento y optar por parar “a descansar en un barco” que las haya traído a este territorio. El doctor en biología y responsable de conservación de especies en la entidad SEO/BirdLife Nicolás López explica que las latitudes más al sur que pueden frecuentar los búhos nivales nunca pasan del norte del Reino Unido o Escandinavia. El experto apunta a que otra opción es que el cambio climático haya ocasionado “fenómenos extremos de más gelidez en sus zonas o temporales más fuertes” que supongan que las fuertes corrientes de viento del Atlántico hayan arrastrado a los ejemplares, cuyo origen es difícil de precisar al no estar anillados. Los análisis a los que van a someter al búho que murió ayudarán a entender de dónde proviene y, por tanto, las opciones más plausibles sobre su vuelo hasta la Península Ibérica. López afirma que la teoría del barco es más que sensata, dado que toda clase de aves, incluso buitres leonados, suelen parar en buques que cruzan el Estrecho de Gibraltar rumbo al calor africano.

Ambos especialistas en ornitología coinciden en que la presencia de estos animales árticos en Asturias será breve. Tanto el “instinto” como la necesidad de criar pronto marcarán su voluntad de volar de nuevo hacia el norte, un proceso que creen que será mediante “etapas” porque no son como otros animales alados, como los charranes, por ejemplo, mejor preparados para migraciones largas. El objetivo de los biólogos es que estos dos pájaros mejoren tras una experiencia agotadora, puedan alimentarse y coger peso antes de emprender una nueva aventura.

Eso dependerá, advierten, del respeto que perciban por parte de las decenas de aficionados que han acudido a Gozón intentando observarlos o fotografiarlos. López, que por el tamaño de los búhos cree que se trata de una hembra y un macho, pide “dejarlos tranquilos” porque ni siquiera los expertos creen conveniente sexarlos o identificarlos. “Está bien potenciar el turismo ornitológico, pero con buenas prácticas de observación para no molestarlos, se están recuperando tras miles de kilómetros”, pide el representante de SEO/BirdLife. La gente, detalla, impide que el búho pueda cazar o comer cómodamente, más aún si se “organizan batidas” para intentar localizarlo durante las horas diurnas en las que se limita a reposar. López avisa de que “no va a estar parado como un búho de plástico” y va a ser difícil fotografiarlo como la primera vez que fue avistado uno de los ejemplares, posado en el tejado de una vivienda particular.

La “masificación” en torno a estas aves con afilados pico y garras y denso plumaje para combatir el frío puede ser perjudicial. Sin embargo, dentro del exótico periplo que ha llevado a la pareja de aves a Asturias, han tenido “mucha suerte”, comenta el biólogo, porque de haber muchas rapaces en este hábitat “las habrían echado”. No están estos dos búhos árticos para recibir hostilidad tras miles de kilómetros de viaje agotador.

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