Los 35 peligros del cambio climático más urgentes para España

Un proyecto científico identifica los riesgos que el país debe afrontar prioritariamente, como la pérdida de recursos hídricos y las enfermedades vinculadas al calentamiento

En la foto, el embalse de Entrepeñas de Guadalajara durante la sequía de 2017JAIME VILLANUEVA
Madrid -

España se encamina hacia un futuro en el que las temperaturas máximas aumentarán de media entre 2 y 6,4 grados a finales de siglo debido al cambio climático. “Y probablemente habrá un incremento de los fenómenos meteorológicos extremos”, ha recordado este miércoles María José Sanz, directora científica del Basque Centre for Climate Change (BC3). Por ejemplo, se espera un aumento de los días cálidos, olas de calor más largas y una reducción de las precipitaciones. Algunos informes apuntan incluso al aumento de los llamados ...

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España se encamina hacia un futuro en el que las temperaturas máximas aumentarán de media entre 2 y 6,4 grados a finales de siglo debido al cambio climático. “Y probablemente habrá un incremento de los fenómenos meteorológicos extremos”, ha recordado este miércoles María José Sanz, directora científica del Basque Centre for Climate Change (BC3). Por ejemplo, se espera un aumento de los días cálidos, olas de calor más largas y una reducción de las precipitaciones. Algunos informes apuntan incluso al aumento de los llamados medicanes, ciclones tropicales en el mediterráneo. Todo ello lleva a que España afronte una serie de impactos a los que el país y su economía necesitan adaptarse. Un grupo de 17 científicos, liderados por Sanz, han identificado los 35 riesgos concretos para España que se deben afrontar de forma urgente.

Los autores han analizado 72 peligros de diez sectores, entre los que se encuentran los recursos hídricos, las costas, la salud, el turismo, la agricultura y la ganadería, la energía y el transporte. Estiman que 35 de esos riesgos deben considerarse urgentes, lo que implica que se deben ampliar las investigaciones y las medidas concretas para contrarrestar las consecuencias más negativas. Entre todos esos riesgos prioritarios, Sanz y su equipo han destacado este miércoles los más “transversales”, es decir, los relacionados con los recursos hídricos y la salud humana. Por ejemplo, el informe identifica como aspectos urgentes a tratar el peligro de disminución de los caudales de los ríos y la reducción de la disponibilidad de agua dulce debido a las sequías. Y, relacionado con ese impacto, el estudio destaca el “riesgo de reducción en la producción de energía hidroeléctrica debido a los cambios de precipitación y temperatura”. “Ya estamos viendo en las series históricas que se ha venido reduciendo”, ha señalado Mikel González, investigador también del BC3.

En el ámbito de la salud, este estudio pone el foco de la urgencia ante el “aumento de enfermedades” que pueden dar el salto desde el mundo animal a los seres humanos. Y también advierte del incremento de la incidencia de enfermedades “transmitidas por mosquitos, como por ejemplo el dengue, la fiebre amarilla, la fiebre del Nilo y la fiebre del Zica”. Además, se apunta a la necesidad de que se tomen medidas para contrarrestar los daños relacionados “con el estrés por calor (aumento de la mortalidad y la morbilidad), sobre todo en la ciudadanía envejecida, infantil o con enfermedades preexistentes”. Y se advierte de los “daños personales” que causarán los “desbordamientos e inundaciones, temporales de viento y otros eventos extremos” que se prevé que se incrementen.

El estudio ha sido coordinado por la Oficina Española de Cambio Climático de España, dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica. Forma parte del programa Life europeo Shara de sensibilización sobre la adaptación al cambio climático. El volumen de gases de efecto invernadero que el ser humano ha emitido en las últimas décadas ha sido tal que el calentamiento en estos momentos no se puede revertir. Lo que se intenta es reducir esas emisiones para que el incremento de las temperaturas sea el menor posible y, por otro lado, poner en marcha medidas de adaptación para atenuar los impactos.

Durante la presentación de los resultados del informe, Hugo Morán, secretario de Estado de Medio Ambiente, ha incidido en el alto grado de concienciación de la población española respecto al problema del cambio climático, como reflejan las encuestas de opinión. Sin embargo, ha admitido que las Administraciones encuentran muchas dificultades cuando tienen que tomar medidas concretas por el cambio climático. “En muchos casos la sociedad rechaza, cuestiona y discute esas acciones”, ha dicho. Morán ha puesto dos ejemplos concretos: las medidas para recuperar el dominio público marítimo y las actuaciones para reducir los consumos de agua. “Se necesita una traducción de la conciencia global al ámbito local”, ha pedido.

“No todos los impactos del cambio climático tienen que ser necesariamente negativos si se actúa”, ha añadido Sanz, quien ha apostado por “buscar oportunidades” en las medidas de adaptación que se tienen que poner en marcha. En su opinión, un ejemplo claro puede ser el turismo. El informe sitúa como uno de los riesgos urgentes la “reducción e incluso desaparición del turismo de nieve”. Pero, si se actúa con antelación, puede planificarse una reconversión de ese sector turístico. Por su parte, la investigadora Elena López Gunn, encargada de los capítulos relacionados con el agua, ha apostado por “una mejor gestión del territorio” y del “agua” como medidas que se deben tomar y que, a la vez, también pueden implicar oportunidades beneficiosas de transformación.

El criterio general para clasificar o no como urgentes los riesgos que ha empleado este grupo de investigadores ha sido el temporal. Es decir, los que ellos denominan como urgentes están relacionados con impactos que se esperan para las próximas tres décadas. El resto se prevén para la segunda mitad de siglo.

Para elaborar su clasificación estos expertos han partido de las investigaciones científicas ya publicadas. Pero, según apuntan en su informe, su lista de “riesgos identificados debe considerarse preliminar y como un primer paso”. Por eso apuestan por “la realización de estudios más completos y regulares de los impactos que ya están ocurriendo y los esperados basados en los escenarios climáticos más recientes”.

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