Mensajes cifrados
Desde los orígenes de la estrategia militar hasta las actuales transacciones en red, los mensajes cifrados siempre han tenido una enorme importancia operativa
En su relato Los bailarines, Conan Doyle convierte a Sherlock Holmes en criptógrafo y le hace descifrar un curioso mensaje formado por una sucesión de hombrecillos esquemáticos en diversas posturas corporales. Como es habitual, Doyle copia a su maestro Poe, pues, al igual que en El escarabajo de oro, la clave para descifrar el mensaje estriba en darse cuenta de que el signo que más se repite se ha de corresponder con la letra de uso más frecuente, que en inglés es la e (en la figura adjunta vemos un fragmento del mensaje descifrado por Holmes).
Tanto en ...
En su relato Los bailarines, Conan Doyle convierte a Sherlock Holmes en criptógrafo y le hace descifrar un curioso mensaje formado por una sucesión de hombrecillos esquemáticos en diversas posturas corporales. Como es habitual, Doyle copia a su maestro Poe, pues, al igual que en El escarabajo de oro, la clave para descifrar el mensaje estriba en darse cuenta de que el signo que más se repite se ha de corresponder con la letra de uso más frecuente, que en inglés es la e (en la figura adjunta vemos un fragmento del mensaje descifrado por Holmes).
Tanto en El escarabajo de oro como en Los bailarines, se trata de sencillos casos de cifrado por sustitución: cada letra del texto original (o texto plano, en la jerga de la criptografía) es sustituida por un signo distinto, que puede ser otra letra, un número o, como en este caso, una figura. Por ejemplo, en la siguiente frase cifrada:
BA ECAIOUBC EDUFAC
cada consonante corresponde a una vocal de la frase inicial y viceversa, y seguro que mis sagaces lectoras y lectores la descifrarán sin dificultad, siguiendo el ejemplo de Holmes, sabiendo que la frase misteriosa responde a la pregunta: “¿Qué vio surgir de las profundidades el aterrado pescador?”.
Para dificultar la decodificación de un mensaje cifrado por sustitución, que en casos como los que acabamos de ver es bastante sencilla, se utilizan (o se utilizaban, más bien, pues el cifrado por sustitución ha caído en desuso por su escasa resistencia ante un ataque informático) distintas técnicas, como la inclusión de caracteres que no tienen ningún significado (llamados caracteres nulos), la eliminación de espacios en blanco, la eliminación de consonantes dobles y otras secuencias de letras fácilmente identificables, etc. Compárese, por ejemplo, la dificultad de la anterior frase encriptada de tres palabras (una de ella de dos letras, lo que limita considerablemente las posibilidades), con la que resulta de eliminar los espacios:
BAECAIOUBCEDUFAC
Como problema “fermiano” asociado, cabe preguntarse de cuántas maneras distintas podrían, presumiblemente, distribuirse los espacios en esta secuencia de 16 letras de acuerdo con las reglas del idioma.
Cifrado César
El tipo de cifrado por sustitución más conocido y más utilizado históricamente es el cifrado por desplazamiento, también conocido como cifrado César por ser el que usaba Julio César para mandar mensajes en clave a sus generales. Consiste, sencillamente, en sustituir cada letra por otra situada un número fijo de posiciones más adelante en el alfabeto. Por ejemplo, con un desplazamiento de orden 3, la A se convierte en la D, la B en la E, la C en la F y así sucesivamente. Tiene la ventaja de que, con la eventual ayuda de una rueda de cifrado, en la que las letras van en dos círculos concéntricos que pueden girar el uno con respecto al otro, la codificación y la decodificación son mucho más rápidas que con otros métodos de sustitución; aunque, por eso mismo, los mensajes cifrados de esta manera son más fáciles de descifrar, por lo que el cifrado César se solía utilizar -y de hecho se sigue utilizando- combinándolo con otras técnicas, como en el cifrado Vigènere (del que nos ocuparemos en otra ocasión).
Invito a mis sagaces lectoras y lectores a descifrar, con ayuda de la rueda adjunta (o tal vez no), el siguiente mensaje cifrado por desplazamiento:
DCJGXTCPYLM
En la figura, el desplazamiento, que convierte la A en la G, es de orden 6; pero huelga señalar que esa no es la solución.
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