El alma de la materia y su relación con el mundo
Resulta placentero sumergirse en las páginas de un ensayo donde el viaje cósmico está asegurado desde que el autor deja atrás la definición cartesiana de materia
La realidad de nuestra realidad nos ha mostrado la materia como una parte que ocupa un espacio, un volumen formado por partes que interaccionan entre sí, pero que no sienten. El filósofo Christian de Quincey viene a decir lo contrario en su último ensayo.
A principios del siglo XX, Einstein formuló una ecuación que nos vino a mostrar que se puede obtener energía a partir de la materia. E=mc². Bella, sencilla y simétrica en su interpretación, la citada fórmula nos presenta la materia ...
La realidad de nuestra realidad nos ha mostrado la materia como una parte que ocupa un espacio, un volumen formado por partes que interaccionan entre sí, pero que no sienten. El filósofo Christian de Quincey viene a decir lo contrario en su último ensayo.
A principios del siglo XX, Einstein formuló una ecuación que nos vino a mostrar que se puede obtener energía a partir de la materia. E=mc². Bella, sencilla y simétrica en su interpretación, la citada fórmula nos presenta la materia como la rebelión de la nada contra sí misma, es decir, un fantasmal espacio vacío que tomado en cantidades muy pequeñas puede dar grandes cantidades de energía, lo que lleva a abrir las puertas del infierno con el uso de la bomba atómica.
Con la fórmula de Einstein, la materia se empieza a comprender de otra manera, no ya como una cosa sino como un suceso energético, un fluido de energía que mantiene su aspecto sólido en apariencia. Esto último es importante, ya que su apariencia sólida se debe a la estabilidad del patrón energético que contiene, siendo su inestabilidad debida al grado de desorden. Con estas cosas, el doctor en filosofía Christian de Quincey nos presenta un ensayo titulado Naturaleza esencial (Atalanta), un libro que es un viaje a través de los siglos y donde ciencia y filosofía se complementan.
Sus reflexiones, siempre certeras, no se quedan en el macrocosmos, sino que alcanzan dimensiones microscópicas, pongamos que invisibles, para demostrar que la relatividad y la cuántica no son teorías tan antagónicas como Einstein dio a entender, sino que ambas manejan el atributo común del verbo, de la acción. Porque tanto la materia que se identifica con la energía en el mundo visible como las partículas elementales del mundo atómico son sucesos, relaciones de hechos en continua expansión.
La materia, para Christian de Quincey, tiene alma y, por eso mismo, resulta inconcebible que la consciencia se haya originado a partir de algo inerte e impenetrable, algo que solo posee cualidades observables desde fuera. Para ilustrar que la materia es sintiente, Christian de Quincey pone de ejemplo las teorías del filósofo norteamericano Ken Wilber quien consigue compatibilizar la cosmología filosófica hegeliana y toda su carga idealista con la teoría científica del caos.
Para Wilber, la unidad fundamental de toda realidad poco o nada tiene que ver con la exposición a la que la física nos tiene acostumbrados con sus partículas elementales, sino que se trata de una estructura formada a partir de relaciones entre lo que él mismo ha denominado como holón. Dicha estructura es, a su vez, un todo y una parte, es decir, que por un lado participa de un todo mayor mientras que, por otro lado, es un todo constituido por holones más pequeños. De esta manera, la realidad tiene una estructura de niveles graduales, una jerarquía de realidades sintientes que dan forma a la realidad del mundo.
Resulta placentero sumergirse en las páginas de un ensayo de este tipo donde el viaje cósmico está asegurado desde que deja atrás la definición cartesiana de materia como extensión en el espacio y la interioriza hasta hacer expresar con ella la carne del mundo y su latido, siguiendo un hilo invisible que engarza a Tales de Mileto y su experiencia de atracción electromagnética con la calamita y el ámbar, y que llega a nuestros días con el citado Wilber o con el matemático y también filósofo inglés Alfred North Whitehead cuya filosofía del proceso nos enseña que la mente se nutre de cambio.
Vivimos tiempos de desnutrición mental y libros como este nos ayudan a mantenernos bien alimentados, pues nos vienen a recordar que la sintiencia es una cualidad metafísica de la materia y eso es algo que no se come todos los días.
El hacha de piedra es una sección donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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