Almadén, cuna de la química europea
La Sociedad Europea de Química ha decidido otorgar a este pueblo una distinción como sitio histórico de referencia por la importancia y la repercusión de la mina de mercurio
Todo es química. Estamos hechos de átomos y moléculas, sustancias prácticamente invisibles que nos enamoran, nos excitan, nos emocionan. Las sustancias químicas nos hacen humanos. Ahora sabemos que toda la materia del universo está constituida de 118 elementos, desde el hidrógeno, que abarrota las estrellas y el espacio exterior, hasta el oganesón, un elemento sintético fabricado a orillas del Volga, en Dubna (Rusia). Sin embargo, en la Antigüedad, solo conocíamos unos pocos elementos, sobre todo metales. Nuestros antepasados hacían tuberías de plomo, espejos de cobre y joyas de oro. También f...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
Todo es química. Estamos hechos de átomos y moléculas, sustancias prácticamente invisibles que nos enamoran, nos excitan, nos emocionan. Las sustancias químicas nos hacen humanos. Ahora sabemos que toda la materia del universo está constituida de 118 elementos, desde el hidrógeno, que abarrota las estrellas y el espacio exterior, hasta el oganesón, un elemento sintético fabricado a orillas del Volga, en Dubna (Rusia). Sin embargo, en la Antigüedad, solo conocíamos unos pocos elementos, sobre todo metales. Nuestros antepasados hacían tuberías de plomo, espejos de cobre y joyas de oro. También formaba parte de esta pequeña familia un metal especial, un metal líquido: el mercurio.
El mercurio nos ha fascinado desde la prehistoria. Es el único metal líquido a temperatura ambiente y, además, es extraordinariamente denso. Un litro de mercurio pesa casi 14 veces más que un litro de agua. El cinabrio, una sal de mercurio, decora cuevas, sitios funerarios y murales con su característico color bermellón—un rojo sangre muy intenso. Cerca de la Ermita de la Virgen del Castillo, en Ciudad Real, hay unas pinturas rupestres con el rojo cinabrio como color protagonista. Este mineral abunda por esos lares. Años después, cuando los romanos conquistaron la península ibérica, excavaron en esa misma zona para extraer cinabrio y transformarlo en mercurio. Con el tiempo, esta mina daría nombre a un pueblo: Almadén, en árabe “la mina”.
La importancia de Almadén (Ciudad Real) en la historia de la química es incalculable
La importancia de Almadén (Ciudad Real) en la historia de la química es incalculable. Tanto es así que la Sociedad Europea de Química (EuChemS) ha decidido otorgar a este pueblo una distinción como sitio histórico de referencia, un reconocimiento que solo ha recibido otro paraje europeo—la mina sueca de Ytterby, donde se han descubierto ocho elementos químicos. El pasado día 15 de septiembre, varias personalidades se reunieron en Almadén para celebrar este acontecimiento y recordar la importancia y la repercusión de esta mina de mercurio. La UNESCO también reconoce el valor geológico del territorio, un depósito de minerales del que procede la gran mayoría del mercurio extraído durante los últimos veinte siglos. Además, Almadén es Patrimonio Mundial de la Humanidad desde 2012. Si has jugado con el contenido de un termómetro de mercurio —empujando las gotitas de metal, notando su pesadez, observando que, sorprendentemente, este líquido no moja—, probablemente venía de Almadén.
Más allá de la pintura y los termómetros, hemos encontrado otras aplicaciones para el mercurio a lo largo del tiempo. Los romanos extraían cinabrio para decorar sus coloridos mosaicos, pero también aprendieron a separar sus dos componentes (mercurio y azufre) aplicando calor. Entonces, utilizaban el metal líquido para obtener otros metales más valiosos, como el oro y la plata. El mercurio forma mezclas —amalgamas— que permiten extraer sustancias preciosas de las menas. Algunos estudios del CSIC sugieren que los mineros romanos en Astorga (León) utilizaban mercurio para purificar el oro y obtener muestras más concentradas y valiosas. Durante la Edad Media, los alquimistas utilizaron el mercurio en numerosas transformaciones, con la esperanza de conseguir transmutar elementos y obtener productos valiosos. Aunque a menudo estas recetas alquímicas inducen a una gran confusión, porque la alquimia no utilizaba el nombre del metal líquido para describir al elemento, sino unos misteriosos conceptos, como el ‘principio de fluidez’ y el ‘alma’ de las sustancias. Cuando los primeros exploradores españoles viajaron a América, recuperaron las amalgamas de mercurio romanas. Gran parte del oro, la plata y el platino extraídos de las minas del nuevo continente se aislaron gracias al mercurio de Almadén. Las riquezas expoliadas permitieron el desarrollo de la mina manchega y la creación en 1777 de la primera Academia de Minas del país, que formaría a miles de ingenieros. Entre estos estudiantes destacó Andrés Manuel del Río, científico y naturalista descubridor del vanadio, uno de los tres elementos de la tabla periódica descubiertos por españoles. También dirigió la academia el logroñés Fausto Delhúyar, descubridor —junto con su hermano Juan José— del wolframio, el metal del filamento de las bombillas.
Almadén se transformó en un proveedor de mercurio sin parangón
Almadén se transformó en un proveedor de mercurio sin parangón. A mediados del siglo XIX empezó a desarrollarse la industria química y farmacéutica en Alemania, Francia y Reino Unido, donde el mercurio era una materia prima fundamental. Entre otros usos, destaca su papel en el proceso Castner–Kellner para la electrolisis de sal común. Utilizando electricidad, los químicos separan el cloruro sódico en cloro y sosa cáustica (hidróxido de sodio). Ambos compuestos son sustancias clave para la industria química. El cloro posibilitó procesos de potabilización y desinfección, porque es un oxidante fuerte que destruye patógenos como virus y baterías. La sosa cáustica, por otro lado, es necesaria para la fabricación del jabón, y tiene aplicaciones en la manufactura de papel, la refinería de petróleo y la extracción de aluminio, entre otras. Desinfectantes y jabón, sin estos productos habría sido complicado superar la pandemia de la COVID-19.
Lamentablemente, el mercurio también tiene un lado oscuro. Es una sustancia extremadamente tóxica, tanto en forma metálica como combinado en forma de sales y compuestos orgánicos. Además de ser líquido, el mercurio se evapora fácilmente y penetra en la sangre a través del sistema respiratorio. Los efectos son tan evidentes que han generado refranes y referentes culturales: el sombrerero dicharachero de Alicia en el País de las Maravillas refleja la tradición inglesa. Estar ‘loco como un sombrero’ es una expresión popular—estos artesanos usaban mercurio para curtir y tratar las pieles. Se cree que el famoso Isaac Newton también sufría un envenenamiento crónico por mercurio a causa de sus aficiones alquímicas. A pesar de haber trascendido como uno de los padres de la física moderna, Newton practicaba la alquimia, predecesora de la química. Debía de hacerlo en cuartos poco ventilados y escondidos, inhalando inadvertidamente vapores tóxicos de mercurio, azufre y otras sustancias. En 1930, los trabajadores de una fábrica en Norwich que utilizaba mercurio como desinfectante desarrollaron un trastorno conocido como síndrome de Hunter-Russell, un tipo de intoxicación por mercurio. Años más tarde, en la década de 1950, varias fábricas en la bahía japonesa de Minamata vertieron mercurio a diferentes ríos, provocando un desastre de consecuencias brutales—fallecieron más de 600 personas, y unas 3000 desarrollaron un síndrome neurológico grave con síntomas como la alteración del tacto, deterioro de la vista, descoordinación y parálisis. Seguramente, gran parte de este mercurio se bioacumuló en especies animales, generando unos efectos a largo plazo todavía incalculables. La contaminación por mercurio aumenta conforme avanzamos en la cadena trófica, alcanzando niveles preocupantes en peces grandes como el atún y el pez espada.
El pasado miércoles, en Almadén, tuvo lugar un acto festivo con diferentes conferencias científicas y el descubrimiento de una placa conmemorativa por parte de Floris Rutjes, presidente de EuChemS. También acudieron al acto varias personalidades de la química española, como Pilar Goya Laza (que entre 2018 y 2021 fue la primera mujer presidenta de EuChemS), Sonsoles Martín de Santamaría y Antonio Echavarren (secretaria general y presidente de la Real Sociedad Española de Química, RSEQ); así como representantes de la Universidad de Castilla-La Mancha, los gestores de las minas de Almadén y numerosas autoridades municipales y autonómicas de la región.
El valor científico e histórico de las minas de Almadén es innegable. Aunque están cerradas desde 2003, su legado es eterno. Citando al presidente de EuChemS: “Estamos seguros de que este reconocimiento […] presentará a la ciudad como un destino turístico en el que se combinan la ciencia y la historia, destacando cómo la química está arraigada en el patrimonio cultural de Europa.” Gracias a iniciativas como esta, Almadén sigue vivo.
La grabación del acto está disponible de forma gratuita en YouTube gracias a la colaboración de la Real Sociedad Española de Química.
Fernando Gomollón Bel es químico y comunicador científico.
Antonio M. Rodríguez García es investigador postdoctoral en la UCLM
Puedes seguir a MATERIA en Facebook, Twitter e Instagram, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.