Un plan para aprovechar las drogas psicodélicas contra la depresión o las adicciones
Un grupo de científicos emplea las últimas técnicas de biología estructural y computación para utilizar el potencial de sustancias como el LSD frente a enfermedades mentales, limitando sus efectos nocivos
En 1973, durante la Guerra del Yom Kippur entre Israel y los países árabes, el gabinete del primer ministro británico trató de ponerse en contacto con el presidente estadounidense Richard Nixon para tratar el conflicto. Según quedó grabado en una conversación telefónica que ahora es pública, su Secretario de Estado, Henry Kissinger, pidió que se evitase aquella charla porque el presidente estaba borracho. No es la única vez que el responsable de las relaciones internacionales de EE UU trató de evitar que Nixon pudies...
En 1973, durante la Guerra del Yom Kippur entre Israel y los países árabes, el gabinete del primer ministro británico trató de ponerse en contacto con el presidente estadounidense Richard Nixon para tratar el conflicto. Según quedó grabado en una conversación telefónica que ahora es pública, su Secretario de Estado, Henry Kissinger, pidió que se evitase aquella charla porque el presidente estaba borracho. No es la única vez que el responsable de las relaciones internacionales de EE UU trató de evitar que Nixon pudiese tomar decisiones irreversibles intoxicado. Este mismo presidente fue el responsable del inicio de la guerra contra las drogas, un plan para acabar con los peligros de las sustancias psicoactivas que incluía encarcelamientos masivos y músculo militar, pero poca intención de comprender la diversidad de las drogas y sus usos.
Aquella guerra dejó, como daño colateral, un estigma sobre muchas sustancias que se habían utilizado para la diversión o la evasión, pero que también tenían un importante potencial terapéutico. En los útimos años, la situación ha cambiado y el retorno a la investigación de la ketamina o la psilocibina que se encuentra en las setas alucinógenas comienza a ofrecer soluciones a personas con enfermedades psiquiátricas sin tratamiento. Desde su aprobación el año pasado, la esketamina en forma de spray se ha convertido en una alternativa para tratar a pacientes con depresión profunda y tendencias suicidas, y la FDA, el organismo que regula la aprobación de medicamentos en EE UU, ha facilitado los ensayos con psilocibina al ver su potencial para este tipo de dolencias.
La ketamina es eficaz para tratar la depresión profunda y EE UU ha facilitado los ensayos con psilocibina con el mismo objetivo
Pese al cambio de mentalidad respecto a los años de Nixon, los científicos y empresarios que trabajan con drogas ilegales son conscientes de que tienen que ser especialmente cuidadosos. En enero de este año, Thomas Insel, ex director del Instituto Nacional de Salud Mental de EE UU y asesor de Compass Pathways, una compañía que tiene en marcha un ensayo clínico en fase II para tratar la depresión con psilocibina, afirmaba que para que la FDA apruebe un tratamiento con setas psicotrópicas “tienes que ser más riguroso, tener más aversión al riesgo y ser más católico que el Papa”.
La semana pasada, la revista Cell publicó un trabajo que puede ayudar a controlar mejor los efectos de los alucinógenos de sustancias como el LSD o la psilocibina, manteniendo los efectos antidepresivos duraderos, pero reduciendo las alucinaciones que suelen acompañar la experiencia. Bryan Roth, de la Universidad de Carolina del Norte, y Georgios Skiniotis, de Stanford, han obtenido la estructura en alta resolución de la unión del LSD con el receptor de la serotonina HTR2A en la superficie de las células del cerebro. A partir de ahí, quieren comprender mejor cómo producen las alucinaciones y también de dónde provienen sus efectos terapéuticos. Además, a partir del conocimiento de esa estructura, quieren explorar fármacos que se acoplen con mayor precisión a los receptores para tener solo los efectos deseados.
Pese a los cambios desde los años de Nixon, algunas de las sustancias con las que trabaja Roth se encuentran en la clasificación 1 de la DEA, la agencia antidroga del Gobierno de EE UU. El LSD, por ejemplo, se clasifica como sustancia “sin ningún uso médico actualmente aceptado y un alto potencial de abuso”. Roth, como responsable del Programa de Exploración de Drogas Psicoactivas del Instituto Nacional de Salud Mental tiene acceso a estos compuestos que suelen ser aún difíciles de estudiar en el laboratorio. Además, en enero de este año se anunció un acuerdo con la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa (DARPA) de casi 23 millones de euros para utilizar enfoques de biología estructural y computación para crear fármacos con los que tratar la depresión, la ansiedad, o la adicción a las drogas o al alcohol con menos efectos secundarios.
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