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Dacia Maraini
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Aprender de la mártir

Dacia Maraini, novelista italiana, es la resiliencia hecha persona; una mujer que ha dedicado su vida a luchar por la emancipación femenina, la justicia social y defensa de los derechos humanos

Dacia Maraini
La novelista italiana Dacia Maraini posa con su medalla Carlos Fuentes, en la FIL de Guadalajara, el pasado 26 de noviembre.Francisco Guasco (EFE)

Hace unos días atrás, tuve el inmenso privilegio de escuchar a una de las mujeres, me atrevería a decir, más inspiradoras que he conocido. Me refiero a la escritora, dramaturga, ensayista, actriz, guionista y poeta italiana Dacia Maraini. La resiliencia hecha persona; una mujer que ha dedicado su vida a luchar por la emancipación femenina, la justicia social y defensa de los derechos humanos. Hoy, con 87 años, una de las figuras más importantes de la generación de los años 30 sigue más fuerte que nunca con su bandera de lucha en alto.

Asistí a la charla de Maraini con curiosidad y salí con el corazón apretado, inspirada, literalmente, hasta las lágrimas. Inmediatamente, me di cuenta que en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara se me presentaba una oportunidad única: debía conocerla en persona, debía acercarme, hablar con ella. Gracias al apoyo del equipo de la Unión Europea y el Instituto Italiano de Cultura, el día siguiente tuve una conversación íntima, 30 minutos de diálogo, 30 minutos de intercambio de ideas, 30 minutos que recordaré toda mi vida.

Después de decirle repetidas veces lo agradecida que estaba por la oportunidad, y ponerme de acuerdo con el traductor que se sentaba a mi lado para traducirme lo que Dacia me decía en Italiano, empezamos a conversar de varios temas, tomando como base los que más habían resonado conmigo durante su charla. Hablamos de su infancia y lo que significó para ella a los siete años ser internada junto a su familia en un campo de concentración en Nagoya, Japón y cómo esa traumática experiencia impactó profundamente su vida. “La verdadera red cultural nace a través de los libros. En el campo de concentración no había libros, así que mis padres se convirtieron en mis libros. Mi padre me hablaba de filosofía, mi madre me relataba los grandes clásicos”, dijo. “La red cultural está en la educación más allá de la casa. En la familia depende de los padres, pero en la escuela, todos somos iguales frente al aprendizaje”.

También, de lo que significa para ella el término justicia, en donde destacó que “el sentimiento de justicia es la base de nuestra relación con el mundo. No es una ley que viene del cielo, es una relación. Lógica, conocimiento, responsabilidad”.

Cuando hablamos de feminismo, de los nuevos movimientos, le comenté acerca de de cómo percibía a mi generación, un feminismo en un mundo globalizado, incierto, cambiante. Le pregunté si podíamos hablar de emancipación femenina y hubo frases que se marcaron en mi memoria. “La emancipación no es una flecha que apunta hacia el futuro, sino una línea que avanza y regresa constantemente”, una metáfora que usa para referirse al retroceso y avance en la garantización de igualdad de derechos para las mujeres, refiriéndose al caso de las mujeres en Irán. También,habló de la religión: “La religión y el poder tratan de controlar dos cosas; la muerte y la vida. La muerte son los hospitales, la guerra…la vida, el vientre de la mujer; la imposición del tabú. No es religioso o moral, es poder en el nombre de Dios”. Después, agregó: “Respeto la religión, pero cuando se identifica con el Estado, es un desastre”.

En su momento, le hablé de lo que entiendo por democracia, lo delicada que es y que cuando se fractura, somos las niñas y adolescentes las primeras en vernos afectadas e invisibilizadas. Le pregunté también cómo percibía el levantamiento de una nueva ultraderecha a lo largo de Europa y América Latina, y ella usó de ejemplo al nuevo presidente libertario de Argentina, Javier Milei. ¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué la gente vota a estos personajes? Su respuesta fue: “Sinceramente, no lo entiendo. Puede ser el miedo. Cuando un pueblo tiene miedo, regresa al pasado y busca desesperadamente un líder”.

Su mensaje para las jóvenes y adolescentes se centró en no dejar de votar, no dejar de participar, no dejar de luchar. Que hoy más que nunca debemos seguir abriendo puertas, como las feministas de los años 30 lo hicieron por nosotras para que podamos levantar la voz, luchar por un mejor futuro y presente. “En un mundo de consumo, del mercado, la memoria es un acto de resistencia”, agregó. Luchar es resistencia, movilizarse es resistencia. Me miró a los ojos, y me dijo: “Tú eres valiente, Julieta” y, por un segundo, se me paró el corazón, se me cerró la garganta, y se me cayó una lágrima.

Al final de la conversación, le entregué una pañoleta de Tremendas, la misma que he llevado a cada marcha estos últimos años conmigo. También le regalé mi libro No Soy Julieta y me pidió una dedicatoria, mirándome una una sonrisa maravillosa, y un lápiz ya en mano.

Cuando nos despedimos, mi cabeza no dejaba de repetir la conversación una y otra vez. Sin darme cuenta, me dieron ganas de llorar nuevamente. Llorar de emoción, agradecida de que tuve la oportunidad de vivir una experiencia tan emocionante, tan inspiradora.

Ahí fue cuando a mi cabeza regresó una frase de su charla. Para solucionar un problema de raíz, hay que tener presente la práctica y la teoría. Ella usó el ejemplo del racismo sistemático. “El racismo, en teoría, puede prohibirse rotundamente por los estados, aplicar sanciones, promover la erradicación. Pero en la práctica, persiste”.

Entonces lector, le invito a preguntarse: en su país, ¿qué está prohibido en teoría, pero en la práctica persiste? ¿Qué hace usted para detenerlo? ¿Es un bystander? ¿O actúa frente a las injusticias? El sentido de justicia, como dijo Dacia, es responsabilidad. Cambiar el mundo es una responsabilidad. Nuestra responsabilidad. Para que el trabajo de todas aquellas que dieron su vida por un futuro próspero no sea en vano. Seamos lector, tú y yo, parte del cambio.

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