Tamara Lunger, montañista: “Después de dos años y medio, puedo recordar con alegría la expedición al K2”
La alpinista italiana habla sobre el ascenso a la segunda montaña más alta del mundo, en Asia, que le costó la vida en 2021 a sus compañeros de escalada, el chileno Juan Pablo Mohr y el catalán Sergi Mingote
De lejos se nota que ese no es el ambiente de Tamara Lunger (Italia, 1986). Ella, de una altura imponente, con el pelo suelto y desordenado, vestida con ropa de montaña de colores extravagantes, pareciera que está lista para conquistar otra cumbre, pero está en Santiago de Chile, en el municipio de La Reina, para presentar su charla Yo fuerte y frágil como el hielo, organizada por la Fundación Deporte Libre. En ella recuerda su estadía en el K2 (8611 metros), la segunda montaña más alta del mundo –per...
De lejos se nota que ese no es el ambiente de Tamara Lunger (Italia, 1986). Ella, de una altura imponente, con el pelo suelto y desordenado, vestida con ropa de montaña de colores extravagantes, pareciera que está lista para conquistar otra cumbre, pero está en Santiago de Chile, en el municipio de La Reina, para presentar su charla Yo fuerte y frágil como el hielo, organizada por la Fundación Deporte Libre. En ella recuerda su estadía en el K2 (8611 metros), la segunda montaña más alta del mundo –perteneciente a la cordillera del Karakórum, en el sistema de los Himalayas–, que forma parte de los llamados 14 ochomiles. En esa expedición de 2021 compartió cordada con el chileno Juan Pablo Mohr (1987-2021) y el catalán Sergi Mingote (1971-2021), que perdieron la vida en la escarpada cumbre pakistaní.
La misión buscaba agregar páginas a la historia. Era la primera vez que el K2 iba a ser conquistado en invierno, el último de los 14 ochomiles que seguía virgen de la pisada humana en la estación más fría del año. No era solamente el sueño de Lunger, Mohr y Mingote. Ese 2021, cerca de 70 montañistas buscaban lo mismo. Solamente 10 escaladores nepalíes, entre ellos Normal Purja, lo consiguieron el 16 de enero, el mismo día en que falleció Sergi Mingote tras sufrir una caída de 600 metros de desnivel.
La alpinista italiana iba con una tarea al K2: seguir su instinto. Hace años venía luchando con su sobreexigencia en un deporte marcado por la presencia masculina. Sentir que tenía que ser un hombre más para hacerse notar en las montañas la llevó a sobrepasar límites que atentaban contra su vida. Ese diciembre de 2020, cuando partió a Pakistán, se prometió que iba a abordar el ascenso de una manera diferente: “Quería descubrir mi feminidad”, dice Lunger ante un público atento el domingo pasado. Ese cambio de mentalidad, la llevó a dejar a su primer compañero de montaña, el rumano Alex Gavan, con quien había tenido roces desde la caminata al campamento base del K2. Tanto físicamente, porque Gavan era mucho más lento que Tamara, como mentalmente, por las discusiones entre ambos, era inviable que siguieran siendo cordadas. “Alex me dijo: ‘Eres un hombre competitivo como todos los demás’”.
En la soledad invernal, con temperaturas inferiores a los 40 grados bajo cero, Lunger se refugió en la carpa de Mohr y Mingote. “En ese momento Juan Pablo me dijo: ‘Eres una tremenda mujer’”, recuerda emocionada. Al inicio de la travesía, en el vuelo de Islamabad, capital de Pakistán, a Skardu, el último pueblo antes de llegar al K2, a Lunger le tocó ir sentada al medio del chileno y el catalán. “Inmediatamente sentí una energía en ellos que me fascinó: siempre estaban riéndose y haciendo bromas”, dice. Tras compartir esos días cortos y noches largas, supo que había conocido a su cordada perfecta: “Hablamos sobre planes futuros, dónde iríamos los tres juntos. Fue desolador perderlos”. Y comenta sobre Juan Pablo: “Perdí a una de las personas más importantes de mi vida”.
Mientras Sergi y Juan Pablo hacían su última rotación al campamento tres, ella se quedó esperándolos y luego bajó al campamento base. Al día siguiente, escuchó gritos. Algo caía a gran velocidad. Siguiéndolo permanentemente con su mirada se dio cuenta que no era algo, era alguien, Sergi Mingote. Su cuerpo se detuvo a 70 metros del lugar donde estaba y emprendió camino hacia él. Desde arriba, veía bajar corriendo a Juan Pablo Mohr: “Fue impresionante verlo descender tan rápido, nunca había visto algo así”. El catalán, boca abajo, siguió respirando por poco más de una hora. “Juan Pablo nunca quiso abandonar el cuerpo de Sergi, necesitaba despedirse del que consideraba su segundo padre”, relata la alpinista.
“Espera unos días y escucha qué te dice tu corazón”, le dijo Lunger a un confundido Juan Pablo Mohr. El chileno no sabía si irse a España para acompañar a la esposa de Sergi, si debía volver con su familia o si seguir intentando domar la gigante montaña pakistaní. Decidió quedarse y Lunger lo acompañó. En sus trajes escribieron con plumón: “Te extrañamos Sergi” y durante los siguientes días Tamara durmió con el saco de dormir que había sido del catalán: “Quería que me traspasara su espíritu”.
Estuvieron varios días en el campamento base esperando que pasara un frente de mal tiempo. Para la italiana esos días fueron un regalo: con Mohr pudieron llorar juntos y recuperar fuerzas. Especialmente Lunger que se sentía muy mal del estómago. Con la llegada de una ventana de cielos despejados, armaron su estrategia para atacar el K2. Se les puede ver dichosos en fotografías de esas jornadas, pero las sonrisas cesaron cuando ya alcanzaban la última etapa: “Hacia el final, cada uno se encierra en su propia burbuja, luchando por su propia supervivencia”. En el campamento tres, Tamara decidió que no era su momento de hacer cumbre y abandonó la expedición. “A pesar de que quería acompañar a Juan Pablo, no me sentía bien. Estoy orgullosa de haber dicho que no, fue una prueba de que pude seguir mi instinto”.
Juan Pablo se sentía preparado para llegar a la cumbre y se unió al islandés John Snorri y al pakistaní Ali Sadpara y a su hijo Sajid Sadpara, quienes también querían poner su bandera en el K2. El hijo de Sadpara decidió separarse del grupo tras problemas con su tanque de oxígeno. El 5 de febrero se perdió el rastro de los tres escaladores. Cuando Sajid llegó al campamento base le preguntó a Langer: “Hermana, ¿qué piensas? No hay chance de que estén vivos ¿cierto?”. Tamara se mantuvo positiva, soñaba con despertar y que Juan Pablo abriera su carpa y la saludara con su sonrisa ancha y sus ojos brillantes. Pero las horas se desvanecían y las esperanzas también. El 18 de febrero las autoridades del Gobierno pakistaní lo ratificaron: “Hemos llegado a la conclusión de que los escaladores ya no están en este mundo”.
Perder a la cordada de sus sueños y a uno de los hombres que más había querido en este mundo. Después de la tragedia, Tamara volvió a Italia. Ella, acostumbrada a moverse, dejó de salir. “Un día me di cuenta que a Juan Pablo no le hubiera gustado verme así”. En los dos meses que compartió con el chileno, le inspiraron las causas sociales que movían al alpinista para acercar la montaña a todos. Hace una década, junto a otros cinco amigos, Mohr creó la fundación Deporte Libre, que hoy sigue recuperando espacios públicos para la promoción de la actividad física.
En julio de 2021, Lunger regresó a Pakistán, esta vez con la misión de apoyar a un proyecto de la asociación Climbing for a reason, con el fin de acercar a las niñas pakistaníes al deporte andino y desde ese momento ha seguido llenando su agenda con actividades similares. “Como escalador siempre estás encerrado en ti mismo, buscando alcanzar tus propias metas, sin mirar para el lado. Ahora puedo decir que ayudar a los demás es tan o más satisfactorio que alcanzar la cumbre de un ochomil”. El K2, dice, la marcó para toda su vida y le hizo cambiar de rumbo. Pero detrás de toda la tristeza, que sigue presente, comenta: “Después de dos años y medio puedo recordar con alegría esa expedición”. La italiana no cierra la puerta a volver a alcanzar alguno de los ochomiles, pero nunca más en invierno.