La ciudad de Santiago busca tres años después una solución para la Plaza Baquedano, epicentro del estallido social
La capital chilena invierte en recuperar como espacio público la estratégica zona central que aún no se sobrepone de los saqueos y las protestas
El equivalente chileno a la Plaza de Cibeles de Madrid o a la de la República en Buenos Aires es la Plaza Baquedano de Santiago. Un punto de la capital chilena con vocación de encuentro que en octubre de 2019 se convirtió en el epicentro de las revueltas sociales. Desde entonces, se produce una suerte de ritual los días viernes, cuando un grupo de encapuchados, cada vez más pequeño, ahuyenta a los vecinos y comerciantes que han sido testigos de saqueos, incendios y enfrentamientos con la policía. De los 20 negocios que se ubicaban en una de las manzanas que desemboca en la plaza, por ejemplo, sobreviven dos y, según las autoridades locales, hay muchos pisos vacíos y los arriendos se han estancado, a contramano de la tendencia al alza que registra la Región Metropolitana.
En el corazón de la plaza hay un pedestal sin estatua en el que se lee “Toda su pintura no cambiará la historia”. La escultura de Baquedano sufrió unos daños tan severos que la tuvieron que quitar, dejando la base en medio de un sitio ahora eriazo. Esta semana se ha levantado un cierre perimetral que impide el paso por obras de remodelación, un trabajo que pretende ser la antesala de un plan más amplio que finalmente convertirá el recinto en una explanada.
La enorme carga simbólica que adquirió la Plaza Baquedano durante las revueltas, cuando los manifestantes la rebautizaron como Plaza Dignidad, no ha encontrado un espacio en el debate público para determinar qué hacer con ella. Ha habido voces aisladas de parlamentarios que proponían levantar una estatua de la poetisa Gabriela Mistral en reemplazo del general Baquedano; urbanistas plantearon la necesidad de que cualquier cambio debía decirse a través de un concurso público o una consulta ciudadana. Pero las tímidas ideas al respecto no han escalado a las altas esferas.
La denominada “zona cero” acaba la columna principal de la ciudad: la Alameda, que se transforma en Providencia. Claudio Orrego, gobernador de la Región Metropolitana, logró comprometer al Gobierno de Gabriel Boric para revivir el proyecto de rediseño arquitectónico y urbanístico Nueva Alameda-Providencia. El proyecto, adjudicado en 2015 a través de un concurso internacional, busca reconocer la vocación histórica de lugar como epicentro de congregación ciudadana, eliminar la Plaza Baquedano para transformarla en una explanada, integrar los tres parques aledaños (Balmaceda, Bustamante y Forestal) y favorecer a los peatones, entre otras medidas.
“Queremos mantener la idea matriz, pero integrando lo que pasó el 18 de octubre de 2019. Ahí hubo manifestaciones, dolor, heridos, vecinos que lo pasamos muy mal. Vamos a buscar una manera creativa para integrar esa parte de la historia”, sostiene Orrego. Para incluir, afirma que realizarán un proceso formal de participación ciudadana en base al proyecto actual, pero que la decisión final la tomarán los representantes del poder político y administrativo que están trabajando en el plan (cuatro ministerios, cuatro municipios y otros organismos regionales).
La propuesta del consorcio integrado por la oficina de arquitectura Lyon Bosch Arquitectos (Chile), la multinacional de proyectos ingenieriles IDOM (España) y la oficina de diseño urbano Groundlab Landscape Urbanism (Reino Unido-China) tenía un coste de 220 millones de dólares, pero el compromiso actual de las autoridades es ejecutar el 32% de dicho presupuesto. Los nuevos corredores de buses y los pasos bajo nivel para los coches quedarán postergados. “La urgencia de la ciudad después del estallido social es la recuperación del espacio urbano desde el principal eje de la ciudad que lo tenemos abandonado. Es una señal política a la ciudadanía de que el Estado volvió a hacerse cargo”, afirma el gobernador.
Según Orrego, de aquí a finales de año tienen que estar comprometidos los presupuestos para comenzar las obras en 2023. “No estará listo antes de dos años”, adelanta. La Plaza Baquedano está situada en el límite entre el municipio de Santiago y el de Providencia. La alcaldesa de Providencia, Evelyn Matthei, está a favor del proyecto Nueva Alameda, pero vaticina que entre reunir el financiamiento y los permisos correspondientes no se ejecutará hasta dentro de al menos cinco años. Por eso ha decidido “mejorar un poco estéticamente lo que existe hoy”. El plan de 4,3 millones de dólares -uno otorgado por la Subsecretaría de Desarrollo Regional- va mucho más allá de la Plaza Baquedano, para la que se invertirán 33 mil dólares. “Tiene poco valor monetario, pero alto valor simbólico”, puntualiza la edil del partido de derecha Unión Demócrata Independiente (UDI).
Para comienzos de diciembre, la Plaza Baquedano debería volver a verse con flores y césped. El pedestal sin jinete, eso sí, seguirá ahí. El Consejo de Monumentos Nacionales (CMN) ya otorgó su permiso para la retirada pero, debido a su valor patrimonial y el fino trabajo que se debe hacer para quitar la inmensa estructura de la plaza, se realizarán estudios y se le asignará un presupuesto específico más adelante. “Tendrá un coste y un ritmo que aún desconocemos”, señala Matthei.
La alcaldesa descarta incluir un espacio que recuerde lo vivido en octubre de 2019. “Destruyen todo lo que haya a su alrededor por la forma muy violenta que ellos entienden que se protesta. Ponga o no ponga algo, no hace ninguna diferencia”, sostiene. Sobre un posible resguardo de seguridad en la zona, la alcaldesa lo califica como “absolutamente inapropiado”. “Deberíamos estar resguardando vidas”, agrega, y alude a los siete homicidios registrados en 24 horas esta semana en la capital chilena, además de la escasez de agentes policiales (27% está de baja en la Región Metropolitana, según un informe de La Tercera).
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