A quién le importa

La autora denuncia la precarización del sector hostelero en Madrid a través de la experiencia laboral de un amigo, antiguo encargado de un bar de copas en el distrito Centro

Una pareja pasea delante de un bar por una calle del Barrio de las Letras, en Madrid. SANTI BURGOS

“Es que no hay derecho… ¿tú lo estás viendo?”, se me lamentaba mi amigo Manu hace cuatro o cinco años. Era entonces encargado de un bar de copas que también ofrecía una escasa oferta de pinchos calóricos de esos que te sacian y te asientan el estómago cuando a la una o las dos de la mañana estás que muerdes las farolas por no haber cenado a tu hora. El bar estaba en los aledaños de Huertas. Ya no.

Manu se trabajaba el local como si fuera suyo, y se lo llevaban los demonios cada vez que veía a un indio, calle arriba, calle abajo, ofreciendo al personal latas de cerveza. Baratas. Y como p...

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“Es que no hay derecho… ¿tú lo estás viendo?”, se me lamentaba mi amigo Manu hace cuatro o cinco años. Era entonces encargado de un bar de copas que también ofrecía una escasa oferta de pinchos calóricos de esos que te sacian y te asientan el estómago cuando a la una o las dos de la mañana estás que muerdes las farolas por no haber cenado a tu hora. El bar estaba en los aledaños de Huertas. Ya no.

Manu se trabajaba el local como si fuera suyo, y se lo llevaban los demonios cada vez que veía a un indio, calle arriba, calle abajo, ofreciendo al personal latas de cerveza. Baratas. Y como pillara al chino con una caja de cartón y un par de bocatas de pan correoso, relleno con cuatro lonchas transparentes de un salchichón de a cinco euros el kilo, entonces ya Manu se desataba.

— ¡Es que no hay derecho, joder! ¡Que este tío está vendiendo una mierda de bocadillos a dos euros! ¡Y por todo el morro… ahí… sin pagar impuestos… sin controles sanitarios! ¡Y la gente va y los compra! ¡Yo es que alucino!

— Entiéndelo, Manu… lo tuyo es más caro. A estas horas, a muchos les da igual si el salchichón es de plástico y el pan está chicloso.

— Perdona, bonita… lo mío no es más caro. Cuesta más dinero porque hay que pagar luz, y agua, y local…impuestos, proveedores, limpieza… ¡y papel del váter! Y presentar papeles a la poli cuando los pide, y tener hojas de reclamaciones. ¿Qué paga ese tío? ¡¿Eh?! ¡Nada! ¿Es que la gente no se da cuenta de que así se va todo a la mierda?

— A la gente le da lo mismo a dónde te vayas tú y tu bar. Si tu pincho de jamón con tomate vale cinco, y el chino ofrece un bocata cochino por dos, se lo compran al chino y punto pelota. No es tan difícil de entender. ¿O ya no te acuerdas de cuando comprabas cedés piratas por dos euros porque… total… para qué pagar 18?

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— No es lo mismo…

— ¿Por qué no es lo mismo? ¿Porque ahora el trabajo pirateado es el tuyo, no el del músico? ¿Conoces el famoso poema del alemán Martin Niemöller?

— ¿Martin Niequé…?

— Da igual. Dice: Primero piratearon los discos, y yo no dije nada, porque yo no era músico. Luego piratearon los libros, y yo no dije nada, porque yo no era escritor. Luego vinieron los VTC, y yo no dije nada, porque yo no tengo un taxi. Luego aparecieron pisos turísticos a cascoporro, y yo no dije nada, porque yo no trabajo en el sector hostelero. Luego surgieron chinos que vendían bocatas chiclosos e indios que ofrecían cervezas… y ya no quedará nadie a quien le importe que tu jefe tenga que cerrar el bar.

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