Febrero suele acarrear un espejismo de primavera con el aspecto de crudo invierno. Los almendros en flor son de esos espectáculos naturales tan efímeros como gloriosos. Agradezco a Raúl Cancio la fotografía: en cuanto la vi, quise subir al parque de Suanzes para disfrutar de esa pasajera quietud, alumbrada por el trémulo sol que saluda otro tiempo. La cortina clara marca el escenario de contraste verde. La anarquía de las ramas acoge el espacio alumbrado por un resplandor de hojas efímeras. Pronto pasará. Perdérselo es un crimen.
Qué mayor urgencia que saber detenerse. Parar. Desafiar l...
Febrero suele acarrear un espejismo de primavera con el aspecto de crudo invierno. Los almendros en flor son de esos espectáculos naturales tan efímeros como gloriosos. Agradezco a Raúl Cancio la fotografía: en cuanto la vi, quise subir al parque de Suanzes para disfrutar de esa pasajera quietud, alumbrada por el trémulo sol que saluda otro tiempo. La cortina clara marca el escenario de contraste verde. La anarquía de las ramas acoge el espacio alumbrado por un resplandor de hojas efímeras. Pronto pasará. Perdérselo es un crimen.
Qué mayor urgencia que saber detenerse. Parar. Desafiar las prisas. Nos engulle la ansiedad del vacío, atados a las pantallas. Batallemos nuestra cotidiana condena con un respiro de contemplación en el parque. Mostrémonos dignos modelos para ser pintados por esta mujer concentrada en el caballete de su trance, de su escape reconcentrado en busca de una pincelada que detenga el momento al óleo. Formemos parte de ese paisaje al natural, encapsulemos el instante con una mirada que sustituya la silicona y el plástico por verdadera luz, por el abrigo blanco de los árboles y ese manto de hierba que invita a tumbarnos sin remordimientos, ajenos al compromiso perpetuo que te impide ser tú mismo.