Terror en tiempos revueltos

El terror y la ciencia ficción son los lugares en los que exploramos nuestros miedos: sociales o personales; a los retos del futuro o al legado del pasado. El fantástico también es un género que juega con la transgresión. Forma parte de la historia del cine desde sus orígenes —qué era si no terror, esa locomotora que los hermanos Lumière proyectaron en 1896 (L'arrivée d'un train à La Ciotat) y con la que espantaron a toda una sala— y ha vivido momentos dorados y otros menos brillantes.

“En épocas convulsas, lo fantástico despierta más interés”, dice Sergio Molina. Conoce de lo ...

El terror y la ciencia ficción son los lugares en los que exploramos nuestros miedos: sociales o personales; a los retos del futuro o al legado del pasado. El fantástico también es un género que juega con la transgresión. Forma parte de la historia del cine desde sus orígenes —qué era si no terror, esa locomotora que los hermanos Lumière proyectaron en 1896 (L'arrivée d'un train à La Ciotat) y con la que espantaron a toda una sala— y ha vivido momentos dorados y otros menos brillantes.

“En épocas convulsas, lo fantástico despierta más interés”, dice Sergio Molina. Conoce de lo que habla: además de ser el hijo del icónico Paul Naschy, Molina es fundador y director de Nocturna, el festival internacional de cine fantástico de Madrid, que ayer arrancó su sexta edición (hasta el 27 de octubre). Lo hizo con Don Mancini, creador de Muñeco Diabólico, como invitado estrella (recibió ayer el Premio Maestro del Fantástico) y con la premiere de La noche de Halloween. Un aperitivo de los más de 50 títulos que se podrán disfrutar durante la cita.

“Vamos a juntar dos mitos —Michael Myers y Chucky— en un mismo pase”, continúa Molina, que nos esconde su alegría por inaugurar con lo nuevo de Halloween. Esta nueva entrega de la saga, creada en 1978 por John Carpenter, arranca justo 40 años después de la primera película —obviando las tramas narradas en las nueve producciones que las separan— y con la que fuera reina del grito, Jamie Lee Curtis, de nuevo en el papel de la protagonista, Laurie Strode.

Curtis fue pionera en ese rol arquetípico del género denominado final girl (la chica final, acosada por un monstruoso asesino al que suele acabar venciendo), que en esta secuela revisita —ahora como abuela final— cambiando el papel de víctima por el de verdugo: Strode da caza a Myers, como Sarah Connor perseguía al Terminator o la teniente Ripley a Alien. En Estados Unidos se estrenó el pasado fin de semana y ha sido el mejor arranque en la historia de la saga. “El género vive un buen momento”, reconoce Molina. Además de las apabullantes taquillas, prueba de ese resurgir fue la insólita llegada a la última edición de los Oscar de Déjame entrar, de Jordan Peele, nominada a mejor película, dirección, actor y guion (se hizo con este último).

En Nocturna también se ha notado ese auge: los 4.000 asistentes de la primera edición, se han convertido en 15.000; de proyectar una veintena de películas en 2013, exhiben este año más de 50 títulos (37 películas y 25 cortos). “Hemos crecido en películas, en salas... No puede ser un balance más positivo. Estamos encantados con la evolución”, apunta el director de la cita, que cuenta con un presupuesto que ronda los 65.000 euros, aportado por 15 patrocinadores, entre ellos el Ayuntamiento de la capital.

Democratización del miedo

“Poco a poco esto va haciéndose más grande. Se está ampliando el público”, continúa Molina, “y las plataformas de reproducción tienen algo que ver pues los códigos del genero ya están en muchas series [La maldición de Hill House o Castle Rock] y películas [Aniquilación o La Purga]. Podríamos decir que se está democratizando”.

A pesar de esa llegada de nuevos asistentes, para Molina los apasionados —casi activistas— de lo fantástico son lo mejor que tiene el género: “El aficionado no entiende de ciclos. Es fiel [y mitómano] y eso es muy importante”. Pone como ejemplo el Festival de Sitges, que arrancó en 1968 y que se ha convertido en una referencia del género. “Nosotros queríamos que Madrid tuviera un gran festival de cine fantástico”, dice Molina, “y ya veremos hasta donde llegamos”.