Opinión

Catalanismo ‘ma non troppo’

Ahora que el 'procés' se resquebraja, el catalanismo no cuenta con el potencial, el lenguaje y la confianza mayoritaria que tuvo en sus buenos tiempos

Manifestantes independentistas ante el Palau de la Generalitat.Massimiliano Minocri

El sube y baja independentista acabará siendo una estrategia de tierra quemada. Económicamente, si se regresa a una seguridad jurídica consistente, a pesar del daño hecho todo podría ir volviendo a su cauce natural porque la economía catalana es potente, con sectores muy creativos y con competitividad.

Pero, institucionalmente, es difícil que tanto el Parlament como la Generalitat recuperen su credibilidad ante toda la sociedad catalana en su pluralidad y ante el conjunto de España. Será una recuperación lenta y eso si queda descartada la tentación unilateralista al tiempo que se pone f...

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El sube y baja independentista acabará siendo una estrategia de tierra quemada. Económicamente, si se regresa a una seguridad jurídica consistente, a pesar del daño hecho todo podría ir volviendo a su cauce natural porque la economía catalana es potente, con sectores muy creativos y con competitividad.

Pero, institucionalmente, es difícil que tanto el Parlament como la Generalitat recuperen su credibilidad ante toda la sociedad catalana en su pluralidad y ante el conjunto de España. Será una recuperación lenta y eso si queda descartada la tentación unilateralista al tiempo que se pone fin a la falta de respeto a la oposición en el Parlament como al sesgo permanente de TV3 y Catalunya Ràdio. Y ahí está además la sombra del 155.

Políticamente, el paisaje es extremadamente áspero. En estos momentos, da una idea del caos indisimulable la feroz lucha interna en el independentismo —como torpes luchadores de “sumo” en el barro— y también la indeterminación del frente secesionista de cara a la pugna por el ayuntamiento de Barcelona.

Al final, acabará resultando una recomposición general del mapa político de Cataluña, aunque sea lentamente, con pasos adelante y atrás, espesas cortinas de humo y ejercicios camaleónicos varios. Será de ver como algunos voceros independentistas formulan su “!No es esto! No es esto!”, como Ortega —tan debelado por el nacionalismo catalán— criticó la República cuya proclamación había aplaudido.

Para el análisis, la pregunta es adonde irán a parar los votos de lo que antes se entendía como catalanismo. Es decir, sentido de un arraigo existencial en Cataluña y defensa de sus intereses en el Congreso de los Diputados, capacidad moderadora, y participación en la gobernabilidad de España.

Lo que vemos ahora es que, desde la caída del pujolismo —en parte responsable del desplazamiento soberanista pero no de modo absoluto—, el separatismo inició un procés falto de opciones B, sin contar con una mayoría significativa de ciudadanos y dispuesto a formas de ruptura muy primitivas. ¿Es posible un retorno del catalanismo clásico cuando sus principios han sido asolados por la psicosis del todo o nada del maximalismo insurgente de la DUI?

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Distintos grupos y personalidades intentar rehacer aquel catalanismo de pacto y posibilismo aunque no siempre cuentan previamente con la necesaria renovación del lenguaje. Son iniciativas dispersas y nadie sabe con qué adhesión van a contar. Incluso el PSC ha padecido electoralmente por sus dificultades a la hora de deslindar catalanismo de nacionalismo como idea de que toda nación tiene derecho a autodeterminarse como Estado. Ciertamente, el PSC —al margen de algunos de sus miembros, hoy en ERC— no ha sido nunca independentista: el problema era de imprecisión, como si padeciera una dislocación semántica que fue dejando el camino libre a Cs.

Siendo una operación política de envergadura, el pacto PSC-PSOE ha ido perdiendo poder territorial. Y en otra dimensión, la improvisación estratégica que ha sido propia primero de AP y luego del PPC le está convirtiendo en un partido residual. Hubo la llamada operación Piqué, pero fue saboteada por sectores oscuros de la calle Génova. Puede decirse que, desde la UCD de Adolfo Suárez, el centro-derecha no ha tenido una ruta clara en Cataluña. Y luego el pujolismo ganó espacio y el tarradellismo perdió su oportunidad.

¿Regreso al catalanismo? Parece una metabolización a largo plazo, menguada, sin posibilidad de ocupar el mainstream de la política o volver al rol de pal de paller que logró ser el pujolismo. Más catalanismo dicen unos pero otros antes quisieran saber qué catalanismo. Desde luego para revitalizar el estilo del tarradellismo hace falta un Tarradellas, un Tarradellas 2.0. Desde esta perspectiva, el independentismo ha logrado reducir significativamente la posible redimensión catalanista y ahora que el procés se resquebraja, el catalanismo no cuenta con el potencial, el lenguaje y la confianza mayoritaria que tuvo en sus buenos tiempos.

De ahí la hipótesis de un catalanismo “ma non troppo”. Es decir, un catalanismo que acierte al renovarse y hacer autocrítica, que avance de forma permeable e inclusiva en una sociedad que está cambiando nadie sabe muy bien cómo. Al nuevo catalanismo —por ejemplo— le convendría asumir con naturalidad que la sociedad catalana es bilingüe y repensar la potencialidad autonomista. Catalanismo “ma non troppo”: un catalanismo sugerente y persuasivo, para una sociedad de cada vez más heterogénea. Método: prueba y error.

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