Fiesta en Norma Comics, la casa de Boba Fett y ‘Oliver y Benji’

La barcelonesa Norma, flamante premio Eisner a la mejor librería de cómics del mundo, tiene 23.000 referencias y recibe cada dia casi 1.000 visitantes y 2.500 los sábados

Aspecto del interior de la librería Norma Comics en Barcelona.JOAN SÁNCHEZ

El cazarrecompensas Boba Fett se lleva a Han Solo congelado en carbonita, como en la película El imperio contraataca, sólo que esta vez porta cada uno un papel pegado con celo que dice “vendido”. “Justo mañana domingo los dejaremos en casa de su dueño; en condiciones normales nos daría un poco de pena; pero ya los repondremos con otra cosa”. Las reproducciones, a escala natural, están en el escaparate de Norma Comics del Passeig de Sant Joan de Barcelona, y que las de ayer no fueran unas condiciones normales en la tienda, como...

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El cazarrecompensas Boba Fett se lleva a Han Solo congelado en carbonita, como en la película El imperio contraataca, sólo que esta vez porta cada uno un papel pegado con celo que dice “vendido”. “Justo mañana domingo los dejaremos en casa de su dueño; en condiciones normales nos daría un poco de pena; pero ya los repondremos con otra cosa”. Las reproducciones, a escala natural, están en el escaparate de Norma Comics del Passeig de Sant Joan de Barcelona, y que las de ayer no fueran unas condiciones normales en la tienda, como dice su responsable, Germán Puig, es porque en la madrugada del pasado sábado fue galardonada como la mejor librería de cómics del mundo con el premio Eisner, algo así como los Oscar del sector, en el marco de la feria Comic-Con de San Diego.

La pareja starwarsiana (friolera de 19.800 euros: nadie dijo que el mundo del cómic y aledaños fuera algo de desarrapados) no deja de ser una de las más de 80.000 referencias (unos 23.000 objetos distintos) que conforman el almacén y la tienda que en 1983 fundara Rafa Martínez, creador seis años antes de Norma Editorial, cansado de que la mayoría de las escasas tiendas donde conseguir un cómic en aquella Barcelona fueran casi cuevas de Zaratustra valleinclanescas: desordenadas, muy para iniciados y caprichosas en su oferta y en su estética. “En esa época, buenas y agradables librerías del género sólo estaban Continuará [creada en 1980] y ésta”, recuerda Puig, desde los 16 años cliente de Norma Comics y que aún recuerda cuando la entrada y el primer rellano de hoy eran casi toda la tienda. Ahora él, 25 años en la casa, es el encargado de más de mil metros cuadrados, en dos plantas, donde trabajan 20 personas para atender a un cliente cuyo retrato-robot “más que cambiar se ha ampliado con el manga y con las chicas, antes inexistentes como consumidoras del género”, sostiene.

Es el del cómic japonés un público más joven, que es el que invade la planta sótano de la librería, donde están todos los manga imaginables y su mundo, hasta las zamarras futbolísticas de la serie Oliver y Benji. La planta de arriba es donde está la producción europea y estadounidense, en buena parte demandada por un lector de entre 40 y 50 años, que además suele ir acompañado de sus hijos, como podía corroborarse ayer mismo. En cualquier caso, todos ellos son algunas de las cerca de 2.500 personas que, de media, acuden los sábados a la tienda; entre semana, la afluencia de público es solo de un millar de personas diarias.

Aspecto de la entrada de la librería Norma Comics de Barcelona.JOAN SÁNCHEZ

“¿Tienen muñecos de novios así friquis?”, interpela una señora de edad avanzada a Puig, en ese momento cerca de la vitrina con una variedad inacabable de varitas mágicas de Harry Potter, no muy lejos de unas figuras de Batman de porcelana o unos felpudos de Pesadilla antes de Navidad, de Tim Burton… El merchandising ha crecido en esta última década, admite Puig, uno de los impulsores del mismo. “Es cierto que tenemos mucho, pero las ventas en relación a los álbumes y libros van bastante a la par; aquí sólo no tenemos lo que las editoriales mismas no tienen ya”, dice. Se cruza al poco uno de los jóvenes libreros, que se mueve decidido y con soltura entre la miríada de publicaciones ante la vaga petición de una joven que buscaba algo que regalarle a su novio del que, para toda información, sólo se sabe que “le gustó mucho Hellboy”.

La eclosión de películas sobre héroes de la Marvel y las series televisivas “han reforzado” el negocio de una librería que, como todo el sector editorial, se resintió con la crisis iniciada en 2007, pero que en su caso “combatimos también apostando en nuevas áreas y reinvirtiendo; estábamos bastante arriba”. En buena parte, era así porque desde el 2000 empezaron con la venta electrónica, heredera de la pionera venta postal. Sin dar cifras, Puig admite que esa pata comercial “es la que más está creciendo” a pesar de la competencia de Amazon. El resultado global, sostiene, es que “Norma Cómics tiene poco que envidiar a grandes librerías internacionales del sector, como la londinense Forbidden Planet”, cita.

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Eso es lo que, en su opinión, valoró el jurado del premio Eisner, que la eligieron, tras diversos cortes entre las 20 librerías nominadas, de entre las cinco finalistas, compitiendo con tiendas de países como Inglaterra, Irlanda, Portugal y Estados Unidos. Amén de diversidad de productos, el diseño o la divulgación, los Eisner también vigilan la colaboración en acciones sociales, donde Norma Comic también tiene algo que decir: “El 0,5% de nuestra facturación va para la fundación Pare Manel de acción social y educativa”.

Por si acaso, no paran: la librería, que cuenta con cinco franquicias (Sabadell, Vigo, Castellón, Palma de Mallorca y Pamplona), se encuentra parcialmente en obras porque cambiará su entrada principal por otra más majestuosa en la esquina de Passeig de Sant Joan con Ali-Bei, y amplía almacén y renueva zona para actos, a costa del espacio de un bar creado hace tres años que no acabó de funcionar. Así reforzará su posición en el llamado Triángulo Friqui de Barcelona, donde se concentran 25 librerías y tiendas dedicadas desde juegos de mesa a escape rooms, pasado por videoconsolas o productos japoneses. “Es un reclamo cultural y comercial muy poco explotado por el Ayuntamiento; pocas ciudades tienen algo así”, valora Puig.

Paseando por la que ahora es la segunda librería de España que puede presumir de un premio Eisner (la primera fue la madrileña Akira, en 2012), Puig se para en una zona donde, siempre innovando, han colocado oferta de música coreana: “Vimos que tiene cierta salida”. También anuncia que, aunque no venderán videojuegos, sí destinarán en breve una zona a productos surgidos de ese sector. No hay duda: el hueco de Boba Fett y Han Solo no tardará en llenarse.

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