CRÓNICA PARLAMENTARIA

Demasiado corazón

Llevo días pensando en la película Rebelde sin causa, donde dos coches se lanzan a una carrera hacia el abismo esperando que frene antes el otro, y pierda

Celebración en el Parlament tras la proclamación de la independencia; en el centro Carles Puigdemont.Albert Garcia (EL PAÍS)

Termina la sesión-histórica Histórica y, emocionados, diputados y alcaldes y exdiputados y exalcaldes indepes se abrazan por los pasillos como si no hubiera un mañana. Y tal vez sea cierto que no habrá un mañana. Solo hay que escuchar lo que viene de Madrid. Pero ahora, en el Parlament se vive el presente, No Future, lo que ha pasado tiene algo de punkie, aunque a unos cuantos ilustres no les cuadre el adjetivo. Celebran el nacimiento de la Segunda República catalana y media (la primera la proclamó Macià el 14 de abril de 1931 y duró tres días hasta trocar en General...

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Termina la sesión-histórica Histórica y, emocionados, diputados y alcaldes y exdiputados y exalcaldes indepes se abrazan por los pasillos como si no hubiera un mañana. Y tal vez sea cierto que no habrá un mañana. Solo hay que escuchar lo que viene de Madrid. Pero ahora, en el Parlament se vive el presente, No Future, lo que ha pasado tiene algo de punkie, aunque a unos cuantos ilustres no les cuadre el adjetivo. Celebran el nacimiento de la Segunda República catalana y media (la primera la proclamó Macià el 14 de abril de 1931 y duró tres días hasta trocar en Generalitat; la media son los ocho segundos en que Puigdemont dijo lo que dijo antes de la marcha atrás), una 2,5 República que llega con épica y selfies: más de uno y de cuatro inmortalizan el momento al estilo instagramer.

Pero no todo son abrazos del presente, la incertidumbre por el futuro inmediato se cuela en alguna conversación. Esta sesión se ha vivido como un partido de fútbol de última jornada, esos que se juegan todos a la misma hora y tienen a los futbolistas con un ojo en el suyo y una oreja en el del rival. O sea, el Senado.

Llevo días pensando en la película Rebelde sin causa, donde dos coches se lanzan a una carrera hacia el abismo esperando que frene antes el otro, y pierda. Aquí no ha frenado nadie. ¿Estamos en el abismo? No sé, pero un diputado me confía que solo desde ese abismo es posible empezar a negociar. Y no contento con eso, remata: “Y pienso que esto terminará bien”. Bueno, me consta que es creyente, y eso ayuda.

También me cuentan que se debaten dos opciones para reaccionar a la acción de la justicia española: visibilizar la detención de miembros del Govern para poner en evidencia al Estado, o resistir a las detenciones con gente en la calle. O sea, martirio o Maidan, y a confiar en que el Estado se meta en un fregado que desemboque en una especie de Vietnam, lo que fue Vietnam para EE UU. En ambos casos, claro, hay que esperar que el mundo se sensibilice. Como con Vietnam: manis de estudiantes, sentadas y cantantes folk. Y el pueblo, a la resistencia, y no solo un rato.

Esta sesión singular, decía, ha tenido la épica prevista. El portavoz de la CUP, Carles Riera, se ha remontado a la Guerra dels Segadors de 1640 —“venim de lluny”— y ha propugnado una República feminista y socialista —alzando el puño, ante el Govern de Junts pel Sí— y ha advertido de que el nuevo estado nace en un contexto de lucha y resistencia…Vietnam. Marta Rovira ha evitado referencias históricas, pero ha proclamado que el camino “no será fácil ni gratuito”…Vietnam.

Y Ciudadanos y el PP, al nacionalismo catalán, le han opuesto… nacionalismo español. Han hablado de pasaportes —cómo sufren en C’s por los pasaportes—, y el portavoz pepero Alejandro Fernández ha lanzado unos elogios a España que parecían salir de un poema de Ramiro de Maeztu o de Juanita Reina. Ha afirmado que “España siempre ha sido reconciliación”. Ya ves tú. Por dos veces, en el pleno de la independencia de Cataluña ha sonado “¡viva España!”. No lo recuerdo haber oído ni en tiempos de Vidal Quadras.

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Y ha sido entonces, o quizá antes o más tarde, cuando me ha venido a la mente una canción de mi juventud: la cantaba un tipo curioso llamado Willy de Ville. Se llamaba Demasiado corazón.

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