Crisis sí, pero mala gestión también

Resulta inexplicable que solo desde el 16 de octubre los cooperativistas de Fagor supieran que su empresa arrastraba problemas de subsistencia

El cierre industrial de Fagor Electrodomésticos sacude Mondragón, la comarca del Alto Deba y Euskadi como realidad social y económica. Se trata de una de esas noticias hirientes y desestabilizadoras que conmueven por su gravedad, pero también por inesperadas a ras de acera.

Hasta ayer, para quienes nunca se habían detenido a escrutar sus cuentas de resultados de los últimos cuatro años, Fagor era sinónimo de empleo seguro, de estabilidad y garantía de futuro, de estandarte poderoso del cooperativismo vasco, de las cosas empresarialmente bien hechas, del modelo vasco, vaya. Entonces, por...

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El cierre industrial de Fagor Electrodomésticos sacude Mondragón, la comarca del Alto Deba y Euskadi como realidad social y económica. Se trata de una de esas noticias hirientes y desestabilizadoras que conmueven por su gravedad, pero también por inesperadas a ras de acera.

Hasta ayer, para quienes nunca se habían detenido a escrutar sus cuentas de resultados de los últimos cuatro años, Fagor era sinónimo de empleo seguro, de estabilidad y garantía de futuro, de estandarte poderoso del cooperativismo vasco, de las cosas empresarialmente bien hechas, del modelo vasco, vaya. Entonces, por qué cierra ahora este grupo, por qué la Cooperativa Mondragon que le acoge lo considerable inviable y le niega más dinero para intentar sacarla a flote ante la desesperación del Gobierno de Iñigo Urkullu, si hace apenas ocho años era el quinto fabricante europeo de electrodomésticos, facturaba 1.800 millones, daba empleo a 11.000 personas, tenía 16 plantas productivas y vendía en 100 países. ¿Nadie intuyó el ocaso?

Es una triste realidad palmaria que cuando Fagor empezaba a digerir la inversión de 162 millones en Brandt asomó la crisis, que se ha ido acentuando con los años hasta arrasar su cuota de mercado. Pero no es menos cierto que este declive ha coincidido en estos años con el despertar de una competencia mucho más agresiva que ha desplazado al grupo vasco hasta sacarle del campo de juego y sumirle en una zozobra que ha atrapado, de paso, a sus directivos.

Y es que la dirección de Fagor se ha visto superada hasta precipitarse al fracaso por medio de una gestión introspectiva, remisa durante demasiado tiempo a la aplicación de soluciones eficaces, aunque quizá condicionada por esa fidelidad al espíritu cooperativista que les honra, pero que en este caso ha resultado letal. Resulta inexplicable que solo desde el 16 de octubre de 2013 los cooperativistas de Fagor supieran que su empresa, a la que la banca había salido dos veces al rescate y que, incluso, había gastado 40 millones de todos los vascos para pagar facturas pendientes, arrastraba problemas de subsistencia. Más de uno se ha equivocado.

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