Opinión

Deseos y realidades

La interpretación de que Mas estaba dando un giro copernicano a su política era fruto de una visión sesgada

En las jornadas previas a la Diada de anteayer, no pocos editorialistas, opinadores y portavoces políticos se emplearon a fondo en subrayar el supuesto “giro copernicano” dibujado por Artur Mas, que —según ellos— habría resuelto centrarse en el “reto social”, negociar en secreto con Rajoy y posponer hasta un remoto 2016 el ejercicio del derecho a decidir. Se trataba de una lectura francamente sesgada de las palabras del presidente en Catalunya Ràdio; pero, sobre todo, era un caso modélico de confusión entre los deseos y la realidad.

Aunque parezca mentira, el régimen político e...

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En las jornadas previas a la Diada de anteayer, no pocos editorialistas, opinadores y portavoces políticos se emplearon a fondo en subrayar el supuesto “giro copernicano” dibujado por Artur Mas, que —según ellos— habría resuelto centrarse en el “reto social”, negociar en secreto con Rajoy y posponer hasta un remoto 2016 el ejercicio del derecho a decidir. Se trataba de una lectura francamente sesgada de las palabras del presidente en Catalunya Ràdio; pero, sobre todo, era un caso modélico de confusión entre los deseos y la realidad.

Aunque parezca mentira, el régimen político español y sus extensiones en Cataluña siguen persuadidos de que la actual eclosión independentista fue ideada y está siendo dirigida por un Estado Mayor gubernamental ubicado en algun sótano oculto del Palau de la Generalitat, siendo los cientos de miles de ciudadanos movilizados el 11-S de 2012 y el de 2013 simples marionetas movidas por los hilos manipuladores de TV3. La realidad es justo la contraria: desde la gran manifestación de julio de 2010 contra la castración del Estatuto a manos del Tribunal Constitucional, la dinámica que se puso en marcha ha funcionado de abajo arriba, no sometida al control ni de CiU, ni de ERC, ni de la CUP, ni de ninguna otra sigla, aunque todas las del espacio nacionalista traten de surfear sobre ese tsunami social, y unas lo hagan con más destreza que otras.

Que, pese a un año de penurias socioeconómicas, la movilización de anteayer fuese al menos tan nutrida, festiva, intergeneracional y socialmente transversal como la de 2012, pero muchísimo más compleja y exigente para los participantes, corrobora el empuje de una reivindicación de base que no obedece a ningún vértice de partido. Artur Mas lo sabe, y lo admitió durante la entrevista con Mònica Terribas: en sus contactos con el Gobierno central —dijo— trata de hacer entender que Cataluña ha cambiado, y que la actual problemática ya no la resuelve ningún pacto cocinado por dos o tres de líderes en los discretos salones de la Moncloa. Cuando esto lo afirma quien fue coprotagonista del pacto con Rodríguez Zapatero sobre el Estatuto, en enero de 2006, queda claro que Mas es consciente de lo estrecho de su actual margen de maniobra y de los límites de la negociación supuestamente en curso con el Gobierno de Rajoy.

En Madrid, un puñado de fascistas reventaron la discreta conmemoración de la Diada en la delegación de la Generalitat. ¿Dónde anida el huevo de la serpiente?

Este, por su parte, parece decidido a seguir en el papel de don Tancredo, a continuar combinando ceguera y menosprecio a partes iguales. Cuando la vicepresidenta Sáenz de Santamaría advierte que el Ejecutivo central va a escuchar también a la “mayoría silenciosa” (¿cómo, si permanece en silencio? ¿Va a ser Sánchez-Camacho la médium entre su querido Mariano y la supuesta “Cataluña real” muda?), cuando el ministro Fernández Díaz rebaja y desdeña la cifra de asistentes a la Via Catalana, cuando todos ellos se atrincheran en el fundamentalismo constitucional y el inmovilismo político, no hacen sino ensanchar el abismo que aleja a la porción más movilizada y politizada de Cataluña con respecto al sistema institucional español. El sistema que erige a un Francisco Pérez de los Cobos como máximo e imparcial garante de la Carta Magna, quiero decir.

Así las cosas, algunas voces en el unionismo autóctono parecen dar ya por perdida esta fase del debate, y plantean la ilicitud de someter a referéndum “una propuesta populista”. ¿Populista? ¿Son populistas las propuestas de los frecuentes referendos suizos? ¿Lo fue la pregunta urdida por el PSOE para el referéndum sobre la OTAN de 1986?

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De momento, hay algo indiscutible. Anteayer, en una Barcelona tomada por los “separatistas”, el PP celebró sin incidente alguno un acto político en la Plaça del Rei, protegido por un amplio despliegue preventivo de los Mossos d'Esquadra. Unas horas después, en el corazón del Madrid constitucionalista, un puñado de fascistas reventaron la discreta conmemoración de la Diada en la delegación capitalina de la Generalitat, un acto que el señor Fernández Díaz había dejado en absoluta indefensión. ¿Dónde anida el huevo de la serpiente?

Joan B. Culla i Clarà es historiador.

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