Los males de Europa

Podemos mantener los niveles de bienestar, pero solo si damos un gran salto en el uso eficiente de recursos

Las recientes elecciones italianas han creado un enorme problema de gobernabilidad al país y preocupado a todos los demás. Sus resultados son una nueva demostración del malestar que recorre Europa desde hace unos años. Este malestar, que se expresa de diferentes formas en diferentes países, tiene como base, tal vez no siempre consciente, la existencia de algunos problemas que es necesario abordar con urgencia, en lugar de intentar disimularlos.

1. Horizonte económico sin seguridad. La globalización impone la necesidad de competir internacionalmente. La relativa escasez ...

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Las recientes elecciones italianas han creado un enorme problema de gobernabilidad al país y preocupado a todos los demás. Sus resultados son una nueva demostración del malestar que recorre Europa desde hace unos años. Este malestar, que se expresa de diferentes formas en diferentes países, tiene como base, tal vez no siempre consciente, la existencia de algunos problemas que es necesario abordar con urgencia, en lugar de intentar disimularlos.

1. Horizonte económico sin seguridad. La globalización impone la necesidad de competir internacionalmente. La relativa escasez de recursos naturales y sobre todo energéticos, el acelerado envejecimiento de la población y la pérdida de poder en las relaciones internacionales de todos los Estados europeos disgregados, permiten poner en duda si será posible mantener aquí, en el futuro, unos niveles de bienestar como los actuales. Algunos piensan que no, y otros pensamos que sí, pero solo si somos capaces de cambiar nuestro concepto del bienestar. Solo un gran salto en la eficiencia en el uso de los recursos, en mejorar y utilizar al máximo nuestro potencial humano, y en conseguir la fuerza que nos proporcionaría actuar todos los estados conjuntamente, pueden compensar las debilidades indicadas. No hay signos de que estos objetivos se estén planteando suficientemente ni en los países, ni en la UE.

2. Austeridad sin horizonte. Una cierta dosis de austeridad es necesaria porque se han cometido durante los últimos años excesos importantes en el gasto, la inversión no productiva, y el despilfarro de recursos. Esto ha ocurrido en todos los países europeos, no en la misma medida pero en todos. Por lo tanto, hay que recuperar algunos desequilibrios. Pero la austeridad sola ni resolverá los problemas ni será tolerada durante mucho tiempo.

En el momento en el que más necesaria es la política, para hacer prevalecer la democracia frente al dinero, se está produciendo una peligrosa pérdida de prestigio de los políticos

No los resolverá porque solamente una vuelta al crecimiento puede permitir una mejora de las cuentas públicas. Y no será tolerada porque los ciudadanos no pueden aceptar una prolongación de la austeridad sin un horizonte que la justifique y que les permita sufrirla. Ni tampoco pueden aceptar una austeridad en la que no participen todos y de la que queden exentos muchos, incluidos algunos de los que más responsabilidad tuvieron en los excesos. La copa de la indignación se está llenando y solo un cambio de políticas unido a una formulación de proyectos futuros, puede evitar que desborde.

3. Gobierno sin democracia. No es posible que la creciente, necesaria y conveniente transferencia de competencias políticas desde los estados a las instituciones de la UE se haga a través de unos mecanismos que sitúan las decisiones cada vez más lejos de los ciudadanos, no solo en un aspecto geográfico, sino también democrático, y aumentan por tanto la sensación de que su voto no sirve para nada. Los dirigentes a quienes han elegido justifican sus actuaciones en que les han sido impuestas. A menudo, mienten o exageran, pero es cierto que muchos de los que deciden no han sido elegidos. El paso de los Estados a la Unión Europea no puede disminuir la calidad de la democracia. Por ello es necesario reformar las instituciones de forma que, sin olvidar el rigor técnico, se refuerce la identificación entre gobernantes y gobernados.

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4. Democracia sin confianza. En muchos ámbitos en los que funciona la democracia, existe una crisis de la representación política. Comportamientos irregulares demasiado frecuentes, y en algunos casos claramente delictivos, han destruido la necesaria confianza entre representados y representantes, y con ello se ha debilitado el poder de la política que está dejando paso a otros poderes, fundamentalmente el financiero.

En el momento en el que más necesaria es la política, para hacer prevalecer la democracia frente al dinero, se está produciendo una peligrosa pérdida de prestigio de los políticos. La política es el único sector que no se puede reformar legalmente desde fuera, y por ello es necesario que la reforma surja de ella misma. Pero no está ocurriendo.

Los síntomas de la enfermedad son claros y las características de los males conocidas. No necesito decir hasta qué punto comparto las opiniones de aquellos que nos recuerdan que Europa ha sido la región más creativa del mundo y la más avanzada socialmente. Precisamente por ello, porque aún seguimos teniendo el mismo potencial, pienso que está faltando la iniciativa para enfocar de cara estos problemas.

Joan Majó, ingeniero y exministro.

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