Educación niega profesores a Vilariño de Conso pese al aumento de alumnos

El alcalde ya no cede la vivienda municipal y la oposición se desvincula de la demanda vecinal

Los alumnos del centro de educación infantil de Vilariño de Conso.NACHO GÓMEZ

El milagro de la multiplicación de los niños de Vilariño de Conso —llegados de distintos puntos de España atendiendo al reclamo vecinal para evitar la desaparición del colegio— no es más que el milagro de la tenacidad. El de un pulso, que aún colea, entre la Administración (la Consellería de Educación, pero también el Ayuntamiento y el Obispado) y el ANPA y un par de profesores.

Vilariño es la pura majestuosidad de la montaña. El esplendor gigantesco del Invernadeiro (en pleno Macizo Central) al que se llega, desde A Gudiña, tras 22 kilómetros de círculos cerrados en medio de una clamor...

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El milagro de la multiplicación de los niños de Vilariño de Conso —llegados de distintos puntos de España atendiendo al reclamo vecinal para evitar la desaparición del colegio— no es más que el milagro de la tenacidad. El de un pulso, que aún colea, entre la Administración (la Consellería de Educación, pero también el Ayuntamiento y el Obispado) y el ANPA y un par de profesores.

Vilariño es la pura majestuosidad de la montaña. El esplendor gigantesco del Invernadeiro (en pleno Macizo Central) al que se llega, desde A Gudiña, tras 22 kilómetros de círculos cerrados en medio de una clamorosa soledad apuntalada por señales que anuncian la constante presencia de ciervos.

El colegio público de Infantil y Primaria San Martiño da la bienvenida al pueblo. Carlos Rodríguez se afana en atender las constantes peticiones de los 18 alumnos de entre tres y cinco años que comparten una enorme aula doble (en forma de habitación italiana). Les manda copiar una frase en gallego sobre un papel pautado. “Yo no sé gallego”, replica un resuelto pequeño de los recién llegados al pueblo de otras comunidades españolas. “Da igual, solo tienes que copiar las letras que ves”, replica el profesor mientras va en busca de otro pequeño que se dispone a hacer un rompecabezas en lugar de escribir y atiende, al mismo tiempo, los reclamos de los demás que le quieren mostrar sus trabajos.

En el piso superior, Teresa atiende a 12 alumnos de Primaria —de entre 8 y 12 años— que se agrupan en torno a los ordenadores resolviendo ejercicios de Lengua. Son los dos únicos docentes para 30 alumnos. Contestan al teléfono, cubren papeleo, dan clases, sirven la comida, vigilan que los niños se acaben el menú, los ponen en fila y los suben en los dos buses que se los llevan a las 14.30 a sus casas.

Educación mantiene la precariedad con dos profesores para 30 alumnos

Cuando acabó el curso pasado, el San Martiño tenía 13 alumnos y uno más con preinscripción. Educación les dio el aviso de conversión en unitaria (un solo profesor para los 14 niños de entre 3 y 12 años) al tiempo que ofertaba al ANPA la mejor calidad del colegio de A Gudiña, con transporte y comedor gratis. La misma oferta que hizo en todo el rural gallego. La misma que la mayoría de las ANPA aceptó. La misma a la que se van sumando ahora otras (como la de Gomesende), por petición propia, temerosas de que sus hijos no tengan un buen nivel educativo. La misma que Vilariño de Conso rechazó embarcándose en esta tenaz batalla por revivir el pueblo al mismo tiempo que el colegio.

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El reclamo vecinal ofreciendo viviendas gratuitas a familias con niños menores de 11 años surtió efecto. Pero el pulso con Educación continúa. La consellería mantiene la situación de precariedad educativa: dos profesores para atender a 30 alumnos que en un par de semanas serán ya 36. Hace dos años, cuando el San Martiño tenía 24 niños había cuatro docentes fijos y dos itinerantes. Y en este curso, en Medeiros, con 18 alumnos, Educación mantien 4 profesores; O Incio, con 22 niños, tiene tres docentes y A Veiga, con 31, cuatro profesores. “¿Es algo personal contra mí, es contra el colegio, es contra el pueblo?”, se pregunta el director, Carlos Rodríguez (17 años como docente en este centro) clavado en ese pulso con la Administración, tras explicar cómo le retiraron en junio la plaza definitiva y cómo volvió, tras ganar el concurso provisional, el 10 de agosto. Pero entonces le cesaron los permisos para acceder a la intranet de Eduación en la que se formalizan las matrículas, dice. En junio había enviado a la consellería 22 matrículas formalizadas. El pasado 3 de septiembre, y a la desesperada, remitió por fax a Educación el resto hasta 33 (esta semana, tres alumnos de una misma familia se dieron de baja aunque hay seis solicitudes nuevas en trámite).

El alcalde retira la oferta de casas y la oposición se desentiende

Tanto el profesor como el representante del ANPA insisten en la teoría de que Educación está empecinada en “cerrar el colegio a toda costa”, en “cerrar el rural”. El jueves, desde el gabinete que preside Jesús Vázquez, aún insistían a los padres que ahí no le constan 30 alumnos, sino 29, y que no enviarán más profesores.

En Vilariño de Conso manda esa furiosa calma de la gran montaña, pero no tiene un clima más extremo que el resto de la provincia. De momento, los recién llegados están encantados. Lo cuenta Paola, que se vino con su marido —cobra una pensión de invalidez— y sus dos hijos, de nueve y ocho años, desde Teruel. Los pequeños salieron llorando de su casa pero ahora, en menos de una semana en Vilariño, están encantados: todo el día en la calle, “salen con las ovejas y las vacas y no se lo pueden creer”. Paola ofrece otro argumento de peso. “En Teruel subió la vida , los alquileres, muchísimo y aquí tenemos libros, transporte y comedor gratis”. Con la pensión de su marido pueden pagar los 100 euros de alquiler de la vivienda y la luz. “Nos ofrecieron además una huerta”. “Es increíble, no se escuchan coches, sino el mugir de las vacas”, relata sorprendida.

Otras familias recién llegadas a Vilariño de Conso han tenido incluso más suerte, como una valenciana a la que por 120 euros le han alquilado la vivienda y una pequeña tienda. Los recién llegados aseguran que se plantean su presencia en Vilariño “a largo plazo” aunque son conscientes de que se han embarcado ahora en una batalla por la calidad de la enseñanza de sus hijos si la Xunta insiste en seguir negándoles los profesores.

El obispado no presta las casas vacías que posee

No solo Educación pone trabas al desarrollo del colegio San Martiño que puede salvar el pueblo. El Obispado de Ourense también ha hecho lo que ha podido: en contra. Las dos viviendas deshabitadas que el párroco había ofrecido, las niegan ahora sus superiores jerárquicos, desautorizándolo. El obispado enviaó a una arquitecto que concluyó que no están en condiciones de habitabilidad. Los vecinos aseguran que están impecables.

“Esta es la historia de un cierre anunciado por la Consellería de Educación que le salió rana”, sostiene el docente Carlos Rodríguez. El ANPA acusa al alcalde de mirar hacia otro lado y contribuir “a la desaparición de su propio pueblo a través de la axfisia del colegio”.

El regidor (Ventura Sierra, del PP) hizo lo mismo que el obispado: negó la vivienda municipal que había ofertado para las familias con niños que quisieran vivir en el municipio. Pero en este caso, el inmueble es propiedad municipal (forma un bloque con otras tres antiguas casas de maestros del pueblo que ahora ocupan trabajadores municipales) pero Sierra la mantiene alquilada desde hace años a un amigo personal de Ourense que acude de caza a Vilariño los fines de semana. “Prefirió dejarle un bien público a un amigo personal antes que ponerla a disposición del pueblo al que pertenece”, lo acusan los representantes del ANPA.

Pero ni siquiera es el alcalde el único que mira hacia otro lado. El representante del ANPA en el consejo escolar, Julio Martín, precisa que ni el grupo socialista ni el independiente (escindido del BNG) que forman la oposición, “han llevado jamás al pleno ni una moción, ni una pregunta, ni un ruego, nada, sobre la situación del colegio” en la que se ha implicado el vecindario. “Y hablo solo como padre, dejo al margen la política, pero está claro que nos están torpedeando entre todos”, precisa Martínez.

De momento, los únicos escolares que han abandonado el colegio San Martiño son hijos de trabajadores contratados por el alcalde, confirman los vecinos. Hacen diriamente los más de 20 kilómetros de impactante belleza montañosa en auténticos círculos concéntricos.

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