‘Hotel du Lac’: tomar el té, hacer compras y ver el tiempo cambiar en Suiza
Resulta desconcertante que Anita Brookner, ganadora del Premio Booker de 1984 con esta novela, dedicara su sagacidad y su indudable talento en profundizar en la psicología de unos personajes tan planos
Debe de haber decenas de razones para visitar Suiza, desde las estaciones de esquí al suicidio asistido pasando por el secreto bancario y la raclette, pero la que lleva a ese país a la protagonista de Hotel du Lac es una de las más habituales: el escándalo. Edith Hope —exitosa autora de novelas románticas que ella denomina “novelas de mujeres”— tiene un secreto que Anita Brookner sólo revelará en la segunda mit...
Debe de haber decenas de razones para visitar Suiza, desde las estaciones de esquí al suicidio asistido pasando por el secreto bancario y la raclette, pero la que lleva a ese país a la protagonista de Hotel du Lac es una de las más habituales: el escándalo. Edith Hope —exitosa autora de novelas románticas que ella denomina “novelas de mujeres”— tiene un secreto que Anita Brookner sólo revelará en la segunda mitad del libro; hasta entonces, Hope pasará sus días tomando el té en el hotel, paseando junto al lago, juzgando a los otros huéspedes —la adinerada señora Pusey y su hija Jennifer; Mónica, la dama del perrito; la señora de Bonneuil, que no puede vivir en su casa por culpa de su nuera; el muy práctico señor Neville—, haciendo compras en el pueblo más próximo, escribiendo cartas a su amante y prestando una extraordinaria atención a las variaciones de temperatura. Cuando termine el libro, todos los personajes habrán sido un poco felices y un poco desgraciados, como sucede en las novelas.
Anita Brookner nació en Londres en 1928, pero su literatura parece anterior a su nacimiento: está conformada por los lugares comunes de una novela popular británica de los años veinte y treinta que no nos parece remota únicamente porque sus clichés son también los nuestros. La curiosidad nunca deja de ser “fatídica”. Todas las carreteras son “transitadas”. Cuando alguien se acerca siempre lo hace “solícitamente”. La penumbra es “difusa”. El encanto se “derrocha”. De la conciencia sólo importan sus “profundidades”. Las personas se ruborizan mucho. Desde luego, todo esto podría ser ironía de la autora, o el producto de una reproducción rigurosa de los pensamientos de Edith, quien, no lo olvidemos, escribe novela romántica, y son sus lectores y sus lectoras quienes deberán decidir si es una cosa o la otra o si Hotel du Lac es sólo una más de esas novelitas populares sin importancia que alguien recupera cada cierto tiempo porque los dioramas antiguos y los huevos de Fabergé siguen teniendo su público. Para hacerlo, lectores y lectoras tendrán que atravesar páginas y páginas de descripciones de fenómenos atmosféricos y de eventos de sociedad, razonamientos en torno a la virtud, la posición social, la reserva y la discreción, diálogos implausibles —“Ahora parece infeliz”, “Bueno, creo que soy muy infeliz. Y eso me decepciona”, “¿Piensa mucho en ser feliz?”, “A todas horas”, etcétera— y exámenes de conciencia: discreciones, sutilezas y timideces.
Uno de los alicientes para hacerlo será el Premio Booker que esta novela obtuvo en 1984, un año, por cierto, en el que en Reino Unido fueron publicados también El mundo es un pañuelo, de David Lodge, El loro de Flaubert, de Julian Barnes y El imperio del sol, de J. G. Ballard, además de Dinero, de Martin Amis y El único problema, de Muriel Spark, estos dos últimos ni siquiera considerados por los jurados del Premio. Otro de esos alicientes consistirá en la extraordinaria capacidad de su autora para la interpretación del carácter de los personajes, sus motivaciones y sus impedimentos y frustraciones. “Compasiva”, “reflexiva”, “inteligente”, “generosa”, “honesta”, “sabia”: los elogios que Brookner recibió por este libro no están fuera de lugar, en este aspecto. La escritora británica parece haber pensado en sí misma como una mezcla de Colette y Henry James, y el hecho es que no estaba lejos de sus maestros. Y esa es la razón, supongo, por la que resulta tan desconcertante que haya dedicado su sagacidad y su indudable talento en profundizar en la psicología de unos personajes tan planos.
Hotel du Lac
Traducción de Catalina Martínez Muñoz
Libros del Asteroide, 2025
200 páginas. 18,95 euros