‘El Monumento’: la fotografía de Sibylle Bergemann y el ocaso anticipado de los ídolos
Una exposición reúne la emblemática serie realizada por la fotógrafa alemana mientras documentaba la construcción del Marx-Engels Forum. Un retrato austero e irónico que logró esquivar la censura al tiempo que parecía anticipar cambios que pocos podían haber previsto
La fotografía captura un instante decisivo: una estatua monumental del filósofo Friedrich Engels ha quedado suspendida en el aire. En el fondo, los bloques de pisos conviven con la torre de la iglesia de Santa María y la Torre de Televisión en el histórico barrio de Mitte, en el Berlín oriental, subrayando el contraste entre el pasado y el presente. Su autora es la fotógrafa alemana ...
La fotografía captura un instante decisivo: una estatua monumental del filósofo Friedrich Engels ha quedado suspendida en el aire. En el fondo, los bloques de pisos conviven con la torre de la iglesia de Santa María y la Torre de Televisión en el histórico barrio de Mitte, en el Berlín oriental, subrayando el contraste entre el pasado y el presente. Su autora es la fotógrafa alemana Sibylle Bergemann (1941-2010), una de las grandes referencias de la fotografía alemana de las últimas décadas del siglo XX. Vista hoy, la imagen invita a pensar que estamos ante otro documento más del ocaso de un ídolo; a leer la escena como una retirada, la consecuencia de un giro histórico. Sin embargo, la imagen fue tomada durante el proceso de la instalación del Marx-Engels Forum, dedicado a las dos figuras centrales del relato oficial. Un detalle que desarma nuestras primeras certezas y revela hasta qué punto la historia —y nuestra mirada— pueden invertir el sentido de una misma imagen.
La imagen forma parte de la exposición Sibylle Bergemann. The Monument, en la Fundación Henri Cartier-Bresson de París. Comisariada por Sonia Voss, la muestra se articula a partir de una serie de 12 fotografías reunidas por la autora bajo el título de Das Denkmal (El Monumento), procedentes de los 400 carretes que disparó a lo largo de un periodo de 11 años mientras documentaba la construcción del memorial dedicado a los dos teóricos del marxismo. Concebida en torno a dos paredes, la exposición contrapone la serie emblemática con aquello que la autora fue descartando de su archivo, con el propósito de comprender las condiciones en las que se gestó la obra y trazar contrastes que permitan vislumbrar hacia dónde se dirigía la mirada de la artista.
Bergemann tenía 34 años cuando, en 1975, emprendió este proyecto fotográfico, donde queda reflejada la interacción entre espacio, memoria e ideología, desarrollando ese estilo sobrio y directo que haría de ella una de las voces más singulares de la fotografía alemana de su tiempo. Creció en las afueras de Berlín, mientras los bombardeos aliados arrasaban la capital. Comenzó su trayectoria fotográfica en 1965, trabajando para la conocida revista Das Magasin. Su estilo melancólico y elegante se afinaba a medida que desarrollaba sus colaboraciones relacionadas con el mundo de la moda y la cultura. Documentó las transformaciones que se produjeron en la ciudad y en sus alrededores, tanto en los años previos como tras la caída del Muro de Berlín, en 1989, desafiando el estilo propagandístico dominante de la época, como muestra la serie que nos ocupa. “El Monumento ofrece una clave para el entendimiento de la obra de la fotógrafa al tiempo que constituye una excepción”, destaca la comisaria.
La idea de dedicar un monumento a los autores del Manifiesto Comunista surgió a principios de los años cincuenta, en el ambiente de ebullición que acompañó a la creación de la República Democrática Alemana. Sin embargo, no comenzó a materializarse hasta 1973, cuando el encargó recayó en el escultor Ludwig Engelhardt, quien a su vez decidió rodearse de otros artistas. Los escultores Werner Stötzer y Margret Middell se encargaron de realizar dos relieves que representaban el sometimiento y la liberación del pueblo, mientras que el fotógrafo Arno Fischer y el cineasta Peter Voigt trabajaron en ocho estelas con fotografías grabadas que desplegaban el mismo tipo de dialéctica: una clase obrera oprimida por el yugo capitalista y emancipada a través de su propia lucha.
La fotógrafa comenzó a trabajar en el proyecto de forma informal hasta que en 1977 recibió un encargo oficial. “Entonces se la apreciaba más por la singularidad de su mirada que por su conformidad con los códigos del reportaje”, apunta la comisaria. “Su proximidad con Fischer, quien se convirtió en su compañero, así como con Voigt y Engelhardt, fue decisiva en la elección del encargo. Así, la fotógrafa contó con los márgenes de libertad necesarios para lograr no solo dar testimonio de su motivo, sino también fijarlo de forma perdurable en nuestro imaginario. “Así como después de la Segunda Guerra Mundial, de la barbarie vivida, la gente tenía esperanza y fe en el nuevo sistema, en aquel momento muchos ciudadanos estaban desilusionados con las ideas proclamadas por sus gobernantes”, advierte la comisaria. “Existía un respeto por los filósofos, pero la mayoría de los artistas ya se había apartado del discurso oficial”.
La fotografía de Bergemann es austera y directa, tan documental como sutil. Siempre logra captar el potencial de cada situación; su mirada se mueve entre líneas, combinando el análisis riguroso y analítico con una sensibilidad capaz de descifrar lo que otros pasan por alto. Fotografiando cada fase del proyecto bajo una mirada capaz de combinar la precisión documental con la ambigüedad inherente a cada toma, la artista logró dotar a la serie de un tono tan irónico como próximo a lo irreal. Esta ambivalencia ha sido clave para la fama de la serie, especialmente tras la caída del Muro en 1989, cuando las imágenes adquirieron lecturas completamente distintas. La deconstrucción de las figuras heroicas y la ironía latente en las fotografías se revelan, así, sorprendentemente premonitorias, anticipando cambios que pocos podrían haber previsto.
“Comparando la totalidad de las fotografías que constituyen los archivos de El Monumento con las imágenes seleccionadas por la fotógrafa, llama la atención como borra cuidadosamente la presencia humana”, advierte la comisaria. “Sin duda, pretendía rechazar el pathos oficial que rodea al trabajador. Pero también parece estar rompiendo con la tradición de la fotografía humanista, particularmente cargada de significado en la RDA, lo cual resulta bastante audaz”.
Sin embargo, ”Bergemann nunca pretendió ser crítica”, afirma Voss. Solía decir que simplemente fotografiaba lo que tenía enfrente de sus ojos. “Quienes la conocieron han destacado su humor lacónico, así como su discreción”, destaca la comisaria en la publicación que acompaña a la exposición bajo el mismo título. “En oposición diametral a los preceptos de Robert Capa (”Si tus fotos no son buenas, es porque no estás lo suficientemente cerca"), la subjetividad de Bergemann se sostiene en un cierto desapego. Su ética visual se acerca más en este sentido al principio teatral de extrañamiento que a los imperativos del fotoperiodismo de su época”. Un concepto desarrollado por Bertolt Brecht que busca que la obra sea contemplada con distancia crítica en lugar de que el público se sumerja emocionalmente de forma total.
En 1990, la publicación de un libro que reunía las fotografías de Bergemann con los poemas de Heiner Müller consolidó El Monumento como un referente artístico en un momento singular de la historia alemana. La fotografía, lejos de limitarse a la mera representación, se convierte en un medio capaz de iluminar la realidad, interpretarla y tomar partido; en este sentido, las imágenes de Bergemann parecen susurrar la fugacidad de las ideas políticas, recordándonos que lo que parece inmutable puede desvanecerse bajo el peso del tiempo y la historia.
Sibylle Bergemann.The Monument. Fundación Henri Cartier-Bresson. París. Hasta el 11 de enero.
Sibylle Bergermann.The Monument. Kerber. 160 páginas. 45 euros.