El borroso límite entre realidad y ficción, niños radiactivos y una novela escrita con el móvil: la narrativa en español del otoño de 2024
Las novedades en literatura en castellano cuentan con nombres como Juan Tallón, Natalia Litvinova, Stefanía Caro, Jon Bilbao, Manuel Vilas y Eugenia Ladra
El protagonista se llama Antonio y tiene el mismo apellido que el normalmente considerado como el hombre más malvado de la historia. Ha heredado de su padre, con el que no tenía buenas relaciones, una empresa de ataúdes y la ha enfocado hacia el sector del lujo. Está obsesionado con el triunfo y es ultraviolento. Su peripecia vital sufre un rarísimo vuelco al regreso a su Ourense natal desde una feria del sector funerario en México. De repente, como por un extraño embrujo, todo ha cambiado alrededor y ya no se reconoce ni a sí mismo.
En la novela ...
El protagonista se llama Antonio y tiene el mismo apellido que el normalmente considerado como el hombre más malvado de la historia. Ha heredado de su padre, con el que no tenía buenas relaciones, una empresa de ataúdes y la ha enfocado hacia el sector del lujo. Está obsesionado con el triunfo y es ultraviolento. Su peripecia vital sufre un rarísimo vuelco al regreso a su Ourense natal desde una feria del sector funerario en México. De repente, como por un extraño embrujo, todo ha cambiado alrededor y ya no se reconoce ni a sí mismo.
la rentrée cultural de 2024
En la novela El mejor del mundo (Anagrama, septiembre) Juan Tallón regresa tras el éxito de Obra maestra, donde reconstruía la insólita desaparición de una escultura de Richard Serra, de 38 toneladas, propiedad del museo Reina Sofía (un hecho real, a pesar de su carácter novelesco). En esta nueva entrega Tallón despliega su ironía habitual sobre una narrativa ingeniosa, sin miedo a la crudeza, en una historia que, aupada en el patetismo del protagonista, va de lo ordinario a lo extraordinario, adentrándose en los vericuetos de la fantasía. El mejor del mundo es una de las obras de narrativa en español más esperadas del inicio de la temporada. No es la única. En los primeros lanzamientos se encuentra mucha porosidad entre la ficción y la realidad, entre la vivencia del autor y el personaje (como, por lo demás, es propio de nuestra época), arduas exploraciones de las relaciones personales, narrativas poéticas, algo de política.
Por ejemplo, interesada en el cuerpo y la danza contemporánea, la periodista pamplonesa Stefania Caro presenta Pómulo y lejanía (Consonni, septiembre) donde parte de una profesora de danza que crea su última coreografía y abandona su relación sentimental, su profesión, la posibilidad de la maternidad, para iniciar un viaje poético que sucede en París, en Siria, en Taiwán o en Japón. Un periplo en el que la autora vierte sus investigaciones sobre la historia de la danza y las biografías de las “grandes creadoras del gesto”. Lo poético se encuentra también otras prosas: en el viaje descarnado hacia la madurez y la animalidad que propone Casi perra (Tusquets, septiembre) de la argentina Leila Sucari o en el debut en la novela de la uruguaya Eugenia Ladra con Carnada (Tránsito, septiembre), donde relata la iniciación a la sordidez del mundo que experimenta la adolescente “escuálida” Marga de la mano de dos hombres, el ciego don Godoy y a un joven llamado Recio, en el pueblo polvoriento y caluroso de Paso Chico.
Manuel Vilas, proclive a jugar literariamente con su figura y practicante frecuente de la hipérbole, lanza El mejor libro del mundo (Destino, septiembre, ojo al paralelismo con el título de Tallón: solo difieren en una palabra), una narración en la que pone del revés al propio Vilas y transita las borrosas fronteras entre realidad y ficción. El protagonista, un escritor que acaba de cumplir 60 años, hace lo que se hace en ese hito vital: revisa el pasado, otea el futuro y entiende que el sentido de un escritor es fracasar constantemente en el intento del mejor libro del mundo. Una inmersión en los vericuetos privados de la escritura en la que Vilas expone con honestidad y humor las fragilidades (incluso en el éxito), el síndrome del impostor, la decepción o la constante comparación con los demás.
Los caminos de autor y personaje, creador y creación, también se aproximan hasta casi confundirse en Matamonstruos (Impedimenta, septiembre), de Jon Bilbao. Otro Jon, Jon Dumbar, conocido como El Basilisco, es el personaje que el escritor ha ido cultivando a través de una serie de novelas wéstern. En la nueva entrega discurren dos historias en paralelo, las de los dos Jon. El primero se asienta con su familia en el Valle de las Rocas, en pleno territorio navajo; mientras que el segundo regresa a su Ribadesella natal, en la costa asturiana, para rehabilitar la casa familiar e instalarse en ella.
La poeta y narradora Natalia Litvinova, bielorrusa afincada en Buenos Aires, también regresa, de alguna manera, a casa. Fue galardonada en verano, durante el Feria del Libro, con el Premio Lumen de Novela, dedicado a las obras escritas por mujeres. Ahora Luciérnaga (Lumen, septiembre), la obra ganadora, ve la luz: una historia entre sus raíces eslavas y su acogida argentina que recupera la rama femenina de la familia. De fondo, el desastre de Chernóbil y los “niños radioactivos”, la huida de la miseria y el caos a un nuevo país que resultó menos cálido de lo previsto.
Algunos mimbres autobiográficos tiene también Atusparia (Random House, octubre), de Gabriela Wiener, que toma el nombre de la protagonista y de un líder de la resistencia indígena peruana del siglo XIX. En ella, la carrera de una política de izquierdas se ve arruinada víctima del lawfare y acaba prisionera en las entrañas de la selva amazónica. Un texto que bascula entre la autoficción, lo social y lo poético, que explora los vericuetos del sexo y las drogas pero también los de la izquierda latinoamericana, el marxismo peruano de Mariátegui o lo postindigenista. Por cierto, los conflictos tradicionales de la izquierda latinoamericana también se exploran en Tirana memoria (Random House, septiembre), de Horacio Castellanos Moya.
El abandono paterno, en pos del éxito, y el recuentro con el progenitor crepuscular se tratan en Vida y obra (Seix Barral, septiembre), de Galder Reguera, autor que continúa explorando las relaciones familiares y paternofiliales. La muerte del padre, el desencuentro con la madre, el mal rollo con el ex, la ruptura con la amiga, y otras complicaciones de las relaciones con nuestros congéneres también se narran en Romcom (Caballo de Troya, septiembre), de Claudia Muñiz, cubana afincada en Madrid que también refleja la cotidianidad de la migración. Con una particularidad: su novela está escrita enteramente desde un teléfono móvil.
En cuanto a la narrativa corta, Yo y yo en breve (Alfaguara, septiembre) la nueva colección de relatos en la que el veterano José María Merino vuelve a entrar en el terreno de lo insólito e inquietante, de la identidad y la paradoja, en la gran tradición del género breve. En Un dios con el estómago vacío (Almadía, octubre) Matías Candeira ofrece un conjunto de cuentos llenos de sordidez y gotas de humor, y de sangre. Y la oscuridad permanece en la nueva edición de El bosque profundo (Aristas Martínez, septiembre), llena de fábulas, ocultismo, fantasía, cuentos de hadas contemporáneos entre lo poético y lo macabro, así como en la reedición de los relatos de El ángulo del horror (Tusquets, octubre) de Cristina Fernández Cubas, Premio Nacional de las Letras en 2023.
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