Ronit Porat, una mirada entre el bien y el mal
Partiendo de un crimen cometido en Berlín en el tiempo de entreguerras, la artista israelí ahonda en la ambigüedad que encierra la fotografía y en su función a la hora de establecer juicios morales
En 1930, tuvo lugar en Berlín un asesinato que ocupó muchos titulares en la prensa alemana. El relojero Fritz Ulbrich fue asesinado por una joven de 16 años, Lieschen Neumann, en colaboración con su novio, Richard Stolpe, y Ercih Benzinger, un amigo de este. Lo que en un principio se planeó como un robo terminó siendo un homicidio. Tres meses más tarde tuvo lugar un juicio que duró seis días. Neumann, embarazada entonces de cuatro meses, fue condenada a ocho años y dos meses de cárcel. A su novio le sentenciaron a muerte. Benzinger tendría que pasar seis años y tres meses en prisión.
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En 1930, tuvo lugar en Berlín un asesinato que ocupó muchos titulares en la prensa alemana. El relojero Fritz Ulbrich fue asesinado por una joven de 16 años, Lieschen Neumann, en colaboración con su novio, Richard Stolpe, y Ercih Benzinger, un amigo de este. Lo que en un principio se planeó como un robo terminó siendo un homicidio. Tres meses más tarde tuvo lugar un juicio que duró seis días. Neumann, embarazada entonces de cuatro meses, fue condenada a ocho años y dos meses de cárcel. A su novio le sentenciaron a muerte. Benzinger tendría que pasar seis años y tres meses en prisión.
Casi un siglo después, Neumann se convierte en protagonista de Hunting In Time, el intrigante relato visual al que da forma Ronit Porat (Israel, 1975) mediante imágenes que la autora ha ido encontrando en diferentes publicaciones y archivos. Fotografías apropiadas, entre las cuales encontraremos algunas firmadas por August Sander, Walker Evans, Ise Bing, Martin Munkacsi, Alphonse Bertillon, Claude Cahun, Batia Suter, Clare Strand y el propio relojero, que, sometidas a distintos procedimientos técnicos y reorganizadas pasando por alto toda intención cronológica o lógica, conforman una narración que tiene como fondo el rico y convulso periodo de entreguerras. Imágenes fragmentadas que adquieren nuevos significados y abren paso a una serie de narrativas dentro de una atmósfera donde se respira la tensión de una trama detectivesca y la inquietante poesía de la fantasía surrealista. Una evocadora y subversiva amalgama de imágenes de la cual se sirve la autora para plantear cuestiones que apuntan tanto a la ambigüedad que encierra el medio fotográfico y a su función, como a la delgada línea que separa el bien del mal.
“Todo el mundo lo sabía”, advierte la frase que acompaña al retrato de una joven que abre el relato. Su imagen se repetirá en distintas actitudes junto con el rostro de otras mujeres, de desnudos, de pájaros que lo ven todo pero no pueden hablar, de lentes que magnifican y distintas partes de relojes destinadas a medir el tiempo, de manos y también de armas. Una extraña variedad de objetos que, hábilmente encuadrados y encadenados, dan pie a una sugerente trama. Pronto sabremos qué Ulbritch había convertido la trastienda de su negocio en un estudio de fotografía pornográfica. Fueron más de 1.500 las niñas y jóvenes, Neumann entre ellas, las que dieron rienda suelta a las fantasías pedófilas y erotómanas del relojero, cuya vida concluyó de forma dramática en algún momento entre la noche del 28 y la madrugada del 29 de octubre, mientras su país se adentraba en un camino de fanatismo político y barbarie que arrastraría al resto de Europa a la guerra.
El libro parte de tres exposiciones, realizadas entre 2016 y 2018, en las que la autora revisita el crimen de distintas formas. Ronit nació y creció en un kibutz del norte de Israel, “donde el sentido comunitario prima sobre el individual, y donde todos saben todo de todos”, destaca la artista durante una videoconferencia, realizada desde el hotel donde se aloja de forma eventual, después de haber sido evacuada del kibutz Kfar Galadi por la guerra. Cuenta la autora que fue en esa misma localidad donde, hace ya tiempo, en su familia se vivió una experiencia sumamente traumática. Una historia que desde entonces la artista ha querido contar pero no de forma directa. “No podía hacerlo con mis propias fotografías y opté por apropiarme de otras”, explica. De ahí que, las frases sueltas que se encuentran acompañando a las imágenes estén asociadas al trauma vivido por la autora. De cualquier forma, la llegada de la fotografía digital supuso para un punto de inflexión para la artista. “Había demasiadas imágenes circulando por el mundo. Era un buen momento para dejar de hacer más, a pesar de que la fotografía sigue siendo mi pasión. Al tiempo, comprendí que sacar fotografías no era suficiente para mi, se perdía parte de la narrativa, pero si era un buen punto de arranque para todos mis proyectos”, advierte.
La autora indagó en los archivos policiales de la época, fue allí donde encontró las fichas policiales de Neumann. “Estas fotografías se hacen en el momento en que los supuestos criminales son detenidos, pero pasaran a formar parte del archivo incluso siendo inocente”, apunta la artista. “Siempre me ha interesado el papel que desempeña la mirada fotográfica a la hora de establecer el salto entre víctima o perpetrador”. Más tarde conoció la existencia de Fritz Ulbrichs Lebender Marmor, un libro publicado poco después del juicio y editado por el Instituto de Investigación Sexual de Viena, que reunía las fotografías tomadas por el relojero, así como aquellas realizadas por el fotoperiodista Ernst Vespermann en la escena del crimen. Censurado previamente a su publicación, el libro se convirtió en un best-seller y, a pesar de que resultaba sumamente difícil encontrarlo en las librerías, se comercializaba con éxito entre amigos e iniciados.
La autora hará también referencia al uso el Kaisepanorama; un mecanismo de entretenimiento estereoscópico que disponía de varios asientos situados alrededor desde donde el espectador miraba a través de un par de lentes una serie de imágenes que iba girando de una persona a otra. Uno de los más famosos se encontraba en la galería comercial Kaisergalerie Unter den Linden, donde aparte de ofrecer visitas educativas a los visitantes, ofrecía espectáculos eróticos. “Era como ir al cine”, comenta Porat, " la gente se vestía con sus mejores trajes. Sentado al lado de un extraño ambos tendrían la misma experiencia visual, aunque no al mismo tiempo y mientras podían respirar el aroma del perfume que desprendía el otro. Me interesa mucho esa tensión que se crea entre lo que uno ve y no ve. En la práctica de la fotografía al apretar el obturador hay un instante en el que no se llega a ver a nada. Reflejamos momentos que no siempre podemos ver, y esto es algo que intento poner en practica y revelar a la hora de plantear mi obra”.
En Hunting In Time resuena la obra de una generación de fotógrafas y artistas como Iya, Madame d’Ora, Germaine Krull, Marianne Breslauer, Anne Marie Schwratzenbac y Hannah Höch, Mujeres que no dudaron en dejarse llevar por su talante experimental con el fin de ampliar el potencial del medio fotográfico al tiempo que “contribuyeron a que la fotografía de desnudos superara el estrecho ámbito de la obsesión sexista”, tal y como apunta Ines Weizman en el magnífico texto que incluye la publicación. Con su aspecto andrógino desafiarán los roles tradicionales. De aquel mundo roto que quedó después de la Primera Guerra Mundial, algunas, darán forma a pequeños universos a través del fotomontaje. Un espíritu que encuentra eco en los recortes, ampliaciones, y manipulaciones de las que hace uso Porat donde se difuminan limites y también identidades con el fin de proteger y evitar que sus protagonistas sean nuevamente etiquetados como víctimas o perpetradores. Como lo hace la imagen de un flamenco que cubre el rostro de una figura vestida con traje de chaqueta, que posa para la cámara mientras sujeta un cigarro en sus manos.
La portada presenta una imagen que procede de una revista de la época dedicada al crimen, donde una mujer muestra su espalda desnuda señalada por un enigmático círculo. “No conseguí averiguar que significaba aquella marca”, explica Porat, “pero me pareció que claramente podía ser utilizada para aludir a lo fácil que puede resultar marcar de por vida a alguien. Como de hecho ocurre hoy a menudo en las redes, con las fake news o con los juicios paralelos propiciados por los medios de comunicación. Existe una delgada línea entre el bien y el mal”. Tan fina como los hilos que hilvanan esta constelación de imágenes. Tal y como advierte Weizman: “Uno nunca examina una sola cuestión por separado. A partir del punto de intersección, se empieza a desempaquetar, navegar y viajar hacia el exterior a lo largo de esos nodos de conocimiento reunidos”.
‘Hunting In Time’. Ronit Porat. Sternthal Books. 192 páginas. 56 euros.
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